Es la carrera que más gloria le ha dado, pero, como sucediese ya en 2013, el Tour de Francia no está sonriendo a Thomas Voeckler. Lo cierto es que la llamativa figura del capitán del Europcar se está viendo desplazada a un discreto segundo plano en esta edición. Acostumbrado a ser el centro de atención de las cámaras, este año el protagonismo le ha abandonado en favor de otros compatriotas suyos, que se lo han ganado merecidamente por méritos deportivos. En 2014 Romain Bardet (AG2R La Mondiale), Thibaut Pinot (FDJ) o Tony Gallopin (Lotto Belisol) son las estrellas, deportivas y mediáticas, en su carrera.
Aunque voluntarioso en muchos momentos, el relativamente discreto Tour de Thomas Voeckler está yendo en consonancia con lo que ha sido hasta ahora su temporada 2014. La ausencia de resultados ha sido la tónica. Claro que, evidentemente, de Voeckler se espera algo más que resultados. Su faceta de showman en carrera, querida y odiada a partes iguales, es algo tan intrínsecamente suyo como el más que notable palmarés que se ha ido labrando a lo largo de su ya longeva trayectoria. En ese sentido, no ha desaparecido por completo. Su olfato para las escapadas no se ha perdido y algún que otro día nos ha deleitado con sus característicos gestos.
Sin ir más lejos, ahí quedan sus baldíos intentos por disputar la montaña a Joaquim Rodríguez en la etapa de La Planche des Belles Filles utilizando un pedaleo ridículamente descomunal y alguna que otra artimaña rozando los límites de lo incorrecto. No parece, de todas formas, que ese vaya a ser un objetivo suyo, en vista de que ha desistido de intentar seguir sumando puntos tras ese día con el ahínco inicial. Ya cuenta en su palmarés con un maillot de lunares ganado en 2012, su último gran Tour de Francia hasta el momento.
El -probablemente- penúltimo cartucho de Thomas Voeckler se ha gastado en un final fetiche para él: Bagnères-de-Luchon, meta en la que cuenta ya con dos victorias de etapa en el Tour, concretamente en 2010 y 2012. Siguiendo esa progresión de años pares podría parecer que era su día, pero, a pesar de la superioridad numérica de su equipo en la selección final que se hizo en el Port de Balès, no pudieron frenar el ímpetu de Michael Rogers (Tinkoff – Saxo) en los kilómetros finales de tendencia descendente. Para Voeckler, la jornada terminó con un segundo puesto que seguramente le sepa a muy poco.
El lado positivo que puede extraer de este día es que finalmente ha mostrado piernas y nivel para estar en la pelea definitiva de un día importante. Ya es más de lo que se le había visto durante todo el año y todo el Tour hasta el momento. Un buen síntoma para un ciclista que, no olvidemos, ya ha cumplido los 35 y presumiblemente se encuentre en pleno declive de sus capacidades físicas para la alta competición, de forma similar a lo que le pueda estar ocurriendo a otro icono del ciclismo francés de los últimos años, Sylvain Chavanel. Símbolo conjunto de un paso de página quizá necesario para el país vecino.