No todas las grandes promesas francesas que pueden triunfar en el Tour tienen el foco durante julio a las primeras de cambio. A muchos les cuesta llegar y tener el eco que tienen los Démare, Bouhanni, Pinot, Rolland o Bardet. Y no todos consiguen triunfar con un equipo galo. Ser joven, francés y destacar en el Tour corriendo para un conjunto extranjero es extraño. Tony Gallopin (Dourdan, 1988), uno de los poquísimos ciclistas profesionales de la Íle-de-France, es una rara avis. Ha triunfado sin la cobertura de los equipos franceses, los que más protegen el joven y talentoso género local.
Empezó en Auber93, donde sus resultados (una Paris – Tours Espoirs) le ofrecieron un contrato bianual con Cofidis. Gallopin, en 2010, parecía cumplir con la metodología no escrita pero sí suscrita en Francia; de amateur a Continental, de Continental a Profesional Continental o, en el mejor de los casos, a un World Tour. En su primera temporada se terminó de definir como corredor para cazar etapas e intentarlo en pruebas de un día. De familia con tradición ciclista, Gallopin siguió destacando a pesar de la dureza del año con un buen estreno en una grande (la Vuelta) y un parcial del Tour de Luxembourg.
Midiendo muy bien sus pasos y sus resultados, tras otro buen año en Cofidis (ganando la Copa de Francia nada menos), con estreno en el Tour de Francia y victorias en la Flèche d’Emeraude y el Tour de l’Ain, pasó al World Tour. Sonaron los equipos franceses, pero ni Madiot ni Bernaudeau se convencieron (difícil que confíen en alguien joven a quien no han pasado), se le relacionó con Movistar, pero acabó en una super-escuadra como Radioshack – Nissan, la de los hermanos Schleck, Fabian Cancellara, Jens Voigt o Andreas Klöden. Pocas oportunidades, mucho aprendizaje. Hizo menos kilómetros de competición que con Cofidis y trabajó mucho más. Año discreto. ¿Se precipitó?
Asimiló qué significa trabajar bajo presión y, a pesar de no ganar, rindió. En Omán, Dauphiné y, lo que es más importante, tras retirarse del Tour de France lo hizo bien en el ENECO Tour y las clásicas canadienses (estando en ambas delante). No tantos buenos resultados, sí muchas buenas sensaciones. El 2013 fue muy similar y, aun con 25 años y mucho que demostrar, había mucha confianza. En San Sebastián borró toda posibilidad de duda y bordó un gran día de ciclismo.
La que hasta ayer fue la mejor victoria de su carrera se inició con inteligencia y se cerró con piernas, porque Gallopin ya lleva dos grandísimos triunfos demostrando clase; versatilidad, inteligencia, saber estar, elegir y ganar. El francés, que apostó por dar otro paso más este invierno -no ya correr sino liderar una escuadra World Tour, Lotto – Belisol-, ha encarrilado esta temporada tanto como la anterior confirmando que merece ser considerado ya como uno de los mejores ciclistas franceses, aunque lo suyo no sea ni la velocidad ni las altas montañas.
Ser francés y triunfar en equipos extranjeros es algo que pocos franceses se han podido permitir en la última década, y más durante el mes de julio. Solo Sylvain Chavanel (Quick Step; 2010), Cedric Vasseur (Quick Step – Innergetic; 2007) y Richard Virenque (Quick Step – Davitamon; 2004) han conseguido ganar en el Tour vistiendo para un equipo extranjero antes que Gallopin en la última década. Para él lo importante, el mérito, ha sido llegar. A vestir de amarillo y levantar los brazos.