Bradley Wiggins está de vuelta y así lo ha demostrado en el Critérium de Dauphiné. El que fuera la grandísima sorpresa del Tour 2009 ha vuelto a mostrar el nivel de aquel ciclista que a la chita callando, aprovechándose de la guerra abierta Armstrong-Contador y la lucha de estos con Andy Schleck, acabó cuarto en le Grand Bouclè de aquel año.

Su irrupción fue totalmente inesperada ya que hasta entonces todo gran resultado en su carrera se había reducido a su innegable talento en pruebas contrarreloj consecuencia de sus inicios en la pista -en la que colecciona siete medallas conseguidas en tres Juegos Olímpicos distintos- además de una faceta clasicómana que poco a poco empezaba a asomar. ¿Pero de ahí a luchar por el podio del Tour?

Pese a no haber sido nunca un pistard de los que no pueden subir ni la rampa del garaje, Wiggo nunca había dado ningún tipo de señal de que pudiese competir de tú a tú con los mejores en las GT y coleccionaba ediciones de Tour y Giro en las que sus grandes apariciones quedaban reducidas a puestos Top en las cronos, aunque siempre superada por algún rival.

Pero en 2009 todo cambió. De la noche a la mañana pasó de ser el ciclista que fue al Giro a disputar las cronos a ser cuarto en el Tour. Y es que empezó como de costumbre con buenas actuaciones en las contrarreloj, tanto las individual como la de equipos, que le auparon a una buena posición de la general que muchos pensaron que era ficticia y que pronto o tarde cedería. Nada más lejos de la realidad, ya que se mostró como un corredor realmente difícil de descolgar por cualquiera de los que no estaban un nivel por encima, llegando incluso con opciones de arrebatarle el tercer escalón del podio de los Campos Elíseos al mismísimo Lance Armstrong.

Su eclosión aquel verano dio mucho que hablar, y pocos más motivos podían encontrarse para justificar tal metamorfosis aparte de los seis kilos que había perdido respecto a anteriores ediciones. Se habló y mucho de los métodos de Vaughters, que año a año acude al Tour con un as bajo la manga, sacando vueltómanos de debajo de las piedras como ya ha hecho con Vande Velde, el propio Wiggins o Ryder Hesjedal… por cierto, ¿quién será el siguiente?

Sea como fuera nadie le iba a quitar aquel enorme resultado y pasó a ser considerado uno de los outsiders para futuras ediciones. Entonces apareció Sky. La cadena de televisión estaba decidida a irrumpir con fuerza en el ciclismo, a sacudir sus cimientos llevando a la gloria a corredores británicos. Obviamente su apuesta para las grandes vueltas por etapas fue Wiggins pagando una morterada a Vaughters para hacerse con sus servicios.

Pero el primer año fue ciertamente decepcionante. Los responsables de la estructura británica quisieron aplicar métodos científicos al máximo exponente y hacer de sus corredores una especie de máquinas de dar pedales y el equipo en general y Wiggo en particular se resintieron, por lo que el espigado ciclista británico volvió al lugar que siempre le había correspondido, de gran croner y discreto vueltómano. A esto quedaron reducidas sus actuaciones en el Giro y el Tour 2010.

La Corsa Rosa empezó con una victoria en el prólogo, que se vio eclipsada por una caída el día siguiente que le haría perder la maglia rosa a favor de Cadel Evans sin volver a ser visto más allá de las cronos y la fuga camino de l’Aquila. El Tour tuvo todavía un sabor más amargo. Algo se había hecho mal y se tenía que encontrar la solución para la temporada 2011.

Y en estas estamos. En una temporada que empezó para él verdaderamente en una París-Niza algo descafeinada donde volvió a mostrar sus armas para defenderse en la montaña y atacar en la crono pero en que se encontró a alguien superior en la lucha contra el reloj como Tony Martin y el maldito Ranking UCI que le hizo conformarse con el tercer escalón del podio antes que luchar por la victoria final a cambio de un buen puñado de puntos. A partir de entonces, el Tour era el objetivo. Concentraciones en altitud para mejorar las prestaciones en la alta montaña, visitas de rigor a Romandía para competir sólo en la crono, preparación dejando de lado el Giro y Dauphiné. Y ha sido en Dauphiné donde hemos vuelto a ver la mejor versión de Wiggo, la que nos mostró en el Tour de 2009. Superado únicamente por Tony Martin una vez más en la contrarreloj se enfundó el maillot de líder en la tercera etapa y ya no lo soltaría pese a las tres etapas de montaña que quedaban, haciendo gala de un extraordinario autocontrol en los finales en alto restantes en que su constancia en las ascensiones le hizo ser más sólido que sus máximos rivales para anotarse el mejor triunfo de su carrera.

Llega la hora del Tour y su rendimiento parece ser que volverá a ser como el de 2009 y aunque Contador -sobre quien se ha mostrado contrario a su presencia en la ronda frances- y Andy Schleck parezcan algo por encima del resto, las circunstancias que rodean a ambos hacen que el británico nacido en Gante, desde la segunda línea mediática, parta con más opciones de las que nosotros e incluso él mismo pueda pensarse.