Han pasado ya cinco años del triunfo de Carlos Sastre en el Vesubio. El último gran día del escalador español fue en el Giro de Italia, el 29 de mayo de 2009, a solo dos etapas del final de la carrera, en las rampas del mítico volcán al sur de los Apeninos. Fue la última victoria de Sastre en una gran vuelta. ‘Mr. Top-10’ cerró en el Vesubio uno de los capítulos más grandes de su trayectoria con un ataque imparable a ocho kilómetros de meta. Nadie pudo seguirle.
No vamos a descubrir a Carlos Sastre. Sólido vueltómano, acabó en el Top-10 de una gran vuelta en 16 de sus 26 participaciones. Suma siete podios (tres en el Tour, tres en la Vuelta y uno en el Giro) y un triunfo final en el Tour de Francia de 2008, el mayor éxito de su carrera. ¿Quién no recuerda su demarraje a pie del Alpe d’Huez? Aquel día se vistió el maillot amarillo y ya no lo soltó.
Hablar de Carlos Sastre es hacerlo del Tour y la Vuelta, sí, pero aquí estamos para recordar su último gran día. Y ese día fue en el Giro’09, camino del Vesubio. Con Denis Menchov y Danilo di Luca separados por menos de 30 segundos, la victoria final de la Corsa Rosa estaba en el aire. El podio parecía una quimera para Sastre, quinto clasificado a minuto y medio de Franco Pellizotti después de perder demasiado tiempo en el Blockhaus. El Vesubio era su última oportunidad.
En una etapa llena de repechos y con subidas de menor entidad como Valico Costapiana y Pico Sant’Angelo, el final en el legendario monte volcánico con vistas a la bahía de Nápoles era el broche de oro a la alta montaña en el Giro del centoanni. Fue la tercera vez que se subió el Vesubio en la carrera italiana. En las dos anteriores se llegó hasta el observatorio, a 574 metros de altitud, y ganaron Charly Gaul (1956) y Eduardo Chozas (1990).
Aquel caluroso viernes 29 de mayo de 2009 se subió hasta los 1.000 metros. Una dura e inédita ascensión al Vesubio marcó la resolución del Giro y, a la postre, el principio del fin en la carrera de Carlos Sastre. El pelotón llegó a pie de puerto a mil por hora. LPR y Liquigas endurecieron la aproximación al Vesubio pensando en Di Luca y Pellizotti. Cuarto en la general, Ivan Basso atacó a unos nueve kilómetros de meta. Tras él, dos veteranos en busca de la gloria: Stefano Garzelli y Gilberto Simoni.
El esperado movimiento de Di Luca llegó poco después. Vestido con la extinta maglia ciclamino, probó las fuerzas de Menchov. El ruso, únicamente pendiente de la rueda de su máximo rival, respondió en el acto. Los acelerones entre los más fuertes seleccionaron el grupo de favoritos. Allí estaba Carlos Sastre, ganador dos días antes en el Monte Petrano. El español fue el más listo de la clase. Aprovechó un parón y el marcaje entre Di Luca y Menchov para atacar a ocho kilómetros de meta.
Scatenato, Sastre cazó a Basso, tomó la iniciativa sin mediar palabra y prontó lo dejó de rueda. Con su característica respiración acompasada, su mirada oculta tras oscuras gafas y el maillot abierto con la cruz golpeando su pecho, no paró hasta la cima. La subida de Sastre fue sólida, como la roca volcánica del Vesubio. Y como su carrera. El triunfo de etapa, segundo en aquel Giro, no le valió para pisar el podio en Roma. Acabó cuarto, pero Carlos Sastre es oficialmente segundo tras la descalificación de Di Luca y Pellizotti. Justicia para su último gran día sobre la bicicleta.