El paisaje de complacencia y contención que ha marcado el devenir de la primera mitad del Giro, en el que las caídas y la lluvia han sido los brazos ejecutores de las diferencias existentes hasta ahora, por fin ha tornado en verdadera competitividad, al menos durante buena parte de la etapa. Los ataques, hasta ahora prácticamente inexistentes entre los hombres importantes, por fin han tenido un papel protagonista en la etapa más larga de la presente Corsa Rosa, marcada por la velocidad y la victoria final de Michael Rogers (Tinkoff – Saxo) tras un descenso excelente de Naso di Gatto.

Era un día señalado para los cazaetapas. Un puerto exigente en los primeros kilómetros y otro cerca de meta, con una distancia propia de un monumento y la contrarreloj de Barolo en el horizonte, los condicionantes no podían ajustarse más a hombres de este perfil. De modo que muchos, muchos ciclistas fueron los que intentaron poner tierra de por medio con el pelotón, naufragando una vez tras otra. Por fin, el mito cada vez más lejano de la inherente pelea a la formación de una escapada en una gran vuelta se cumplió.

Los continuos ataques naufragaron ante el inconformismo imperante, llevando al grupo en menos de una hora al Passo Cento Croci, donde el escenario no iba ni mucho menos a relajarse. Con el grupo aún compacto, la batalla se mantuvo latente en las rampas de la subida liguri, donde finalmente más de una veintena de ciclistas, por mera fuerza, consiguieron soltarse de las amarras del grupo principal. Una avanzadilla muy numerosa y peligrosa, que contaba entre otros con hombres como Kanstantsin Siutsou (Sky Procycling), Alexandre Geniez (FDJ.fr) y, sobre todo, con el quinto clasificado de la general Steve Morabito (BMC Racing).

Las alarmas se encendían ante el movimiento maestro del primer lugarteniente de la maglia rosa, con los fantasmas de l’Aquila cercanos en la memoria, de modo que las buenas intenciones del conjunto americano quedaban simplemente en eso, buenas intenciones. El pelotón enloquecido no les dejó en ningún momento elevar su renta por encima de los treinta segundos, acabando los mejores clasificados por ceder en última instancia y dejando marchar, tras más de ochenta kilómetros, a un grupo de catorce sin excesivo peligro para los favoritos.

Rogers se redimió con su primer triunfo en una Gran Vuelta. Foto © gazzetta.it

Rogers se redimió con su primer triunfo en una Gran Vuelta. Foto © gazzetta.it

Por fin se firmaba una tregua, pensaban los hombres importantes. “Dejamos a éstos que se peguen hoy y nosotros nos reservamos para mañana“. Gran plan, en el que se interpuso Androni Giocattoli – Venezuela. Sin un velocista de calibre ni un ciclista para la general, perder una ocasión así no sentó nada bien en el seno de la estructura italo-venezolana, que puso un ritmo auténticamente infernal para tener alguna opción de disputar la etapa. Los de delante no iban para nada despacio y el ritmo enfermizo de los chicos de Gianni Savio llegó incluso a sacar de sus casillas al mismo Cadel Evans, quien les pidió explicaciones por su implicación tras una caída de Steve Morabito. Los nervios previos a su día ‘D’.

El fuerte trabajo dio sus frutos, y con llegada del puerto de Naso di Gatto los protagonistas del día estaban ya a la vista. Tras tanto esfuerzo, los fugados veían como sus aspiraciones se esfumaban, de modo que Nicolas Roche (Tinkoff – Saxo) no tardó en cambiar el ritmo para intentar alargar su aventura. Sin embargo, la cabeza del irlandés quería ir donde las piernas no llegaban, siendo rápidamente superado por el líder de la montaña Julián Arredondo (Trek Factory Racing), quien había saltado pletórico del grupo. Tras el colombiano, otros ciclistas como Edoardo Zardini (Bardiani – CSF), Pierre Rolland (Europcar) o el esperado Franco Pelizotti trataron copiarle y alcanzar su rueda, pero solo un Georg Preidler (Giant – Shimano) procedente de la fuga fue capaz de tomar la estela de la maglia azurra.

Sin embargo, para ninguno de ellos su ascensión tendría el premio deseado. El ritmo sostenido de Samuel Sánchez (BMC Racing) había mantenido el orden en el pelotón y no había dejado que tomaran una renta peligrosa, coronando a menos de medio minuto de Arredondo y certificando la neutralización poco después. El asturiano cumplía con su labor y se disponía a junto a Daniel Oss a llevar el grupo de la forma más tranquila posible hasta Savona. Pero Rogers no tenía los mismos planes. Aprovechando un par de curvas complicadas y la tranquilidad reinante, el australiano se lanzaba como un poseso en el descenso, en un intento prácticamente calcado al que le valió a Taylor Phinney para conseguir un triunfo en California la semana anterior. En un abrir y cerrar de ojos, Rogers endosaba cuarenta segundos a un pelotón sin respuesta hasta la llegada de Zardini, a quien se sumarían más adelante Preidler y Riccardo Zoidl (Trek Factory Racing).

A partir de entonces, la bajada se convirtió en una especie de prueba de persecución en la que Rogers rememoró sus antiquísimos tiempos como pistard. Pero no sin sufrimiento, ya que el trabajo de Giant-Shimano en general y de un imperial Preidler en particular pusieron contra las cuerdas su opción de victoria. Sin embargo, cuando llegó el momento en el que el austriaco se apartó nadie le tomó el relevo. BMC Racing, veremos en los próximos días si con algún motivo subyacente o no, se desentendía totalmente de la caza y daba a Rogers el respiro necesario para que pudiera levantar por primera vez los brazos en una gran vuelta, tras ser liberado de la sanción por su positivo por clembuterol en suelo chino.

Sin cambios ostensibles en la general más allá del hundimiento de un Diego Ulissi afectado por un caída antes de la decisiva contrarreloj de Barolo, que establecerá las verdaderas diferencia de los favoritos antes del atracón de montaña de la última semana.