Quién nos iba a decir a nosotros cuando por el 2009, que se proclamaba Campeón del Mundo en Mendrisio, la carrera de Cadel Evans adquiriría un nuevo rumbo. Hasta 2009 el Evans que todos conocíamos era un corredor muy completo sí, capaz de estar con los mejores contra el crono y en la alta montaña. Pero era un ciclista que quizá por falta de fuerzas más que por otra cosa, se dedicaba a aguantar a rueda de sus rivales hasta cebarse de tal manera que ‘petaba’, algunas veces de manera considerable.
Muchos son los ejemplos, como en aquel Tour de Francia de 2007, un Tour en que a base de chupar rueda, su falta de fuerzas le incapacitaban para estar entre los cinco primeros en las etapas de alta montaña. Aún con todo, su regularidad en la contrarreloj le hicieron subirse al segundo cajón del podio en París. Caso parecido le sucedió al año siguiente, en el Tour de 2008. Todos recordamos como perdió en Prato Nevoso el maillot amarillo, los ataques de Carlos Sastre hicieron ver a todos los favoritos la debilidad de Evans, que a malas apenas aguantó a rueda de los favoritos hasta descolgarse por completo.
Aquel Tour lo terminó por perder en aquella contrarreloj final en Saint – Amand – Montrond, cuando todos daban muchas posibilidades al australiano para en 53 km, quitarle a Carlos Sastre ese minuto y 27 segundos de ventaja y el ansiado maillot amarillo. En condiciones normales hubiera estado cerca o incluso lo habría logrado, pero el Evans de aquella época no pudo más que recortar a un escalador puro como Carlos Sastre 29 míseros segundos. Mención aparte, la Vuelta a España de 2007 es otro claro ejemplo de ‘garrapatismo’.
Pero aquella era de garrapata pasó a mejor vida para dejar paso a la nueva época del australiano. El nuevo Evans agrada mucho más a la afición, un corredor que ha sabido pulir sus virtudes y quitarse el complejo de sus defectos, convirtiéndose en uno de los corredores mas inteligentes del pelotón actual. El punto de inflexión fue el Campeonato del Mundo de 2009 en Mendrisio, donde el ciclista de Katherine, dejó atrás sus anteriores ideas, atacó en uno de los repechos al grupo de favoritos. Un ataque que lo cambió todo, si bien es cierto el desacuerdo entre sus rivales ellos fue vital para su éxito, no menos importante es el mérito que tuvo aquel ataque del antiguo biker.
En 2010 ganó la Flèche Wallone sacando a relucir esas inteligentes cualidades del que está dotado el nuevo Cadel Evans. Sale sin cebarse y progresivamente al ataque de Igor Antón y Alberto Contador, teniendo a rueda a Joaquim Rodríguez y sin ni siquiera echar un ojo hacía atrás para preocuparse por ello. Todo para finalmente rematar al pinteño a cien metros de la línea de llegada. El Giro de Italia de ese mismo año nos deja otra muestra de su cambio de actitud en una de las etapas más míticas de la última década del ciclismo. La de Montalcino es una de esas jornadas que hacen diferente a este deporte. Aquel mano a mano entre Vinokourov y Evans en el barro, con la posterior victoria del ciclista del norte de Australia, entrando en meta con el maillot arco iris enfangado, quedará para la historia de este deporte.
Llega 2011 y gana el Tour de Francia como otras veces lo había perdido, en la última crono y dando muestras de su nueva cara. Un ciclista inteligente incapaz ahora de desentonar en la alta montaña y muy capaz de realizar una contrarreloj final tan solo 7 segundos peor que el dominador de la actualidad, Tony Martin. Una victoria que nadie esperaba y en una época en que casi nadie pensaba ya que el ciclista australiano tuviera un Tour en sus piernas.
Quizá el Cadel Evans de antes teniendo unas grandes aptitudes para las grandes vueltas, carecía de actitud. Esa actitud que actualmente le está haciendo estar ahí delante en el actual Giro de Italia, bien colocado gracias a su visión de carrera, muy inteligente a la hora de afrontar las partes más cruciales de cada etapa y siendo consciente de que a buen seguro esta es la manera de ganar tiempo y que le puede hacer llegar lejos en la carrera italiana. Puede ser “casualidad” que haya librado todas esas caídas de la primera semana, pero la colocación es una virtud que le está ayudando mucho en los últimos años. Tal vez Cadel Evans no gane el Giro de Italia de 2014, tal vez se deje hasta el apellido en las etapas de alta montaña, pero lo que está claro es que el ciclista nacido en Katherine está sabiendo sacar partido a su nueva faceta, esa faceta en la que se transformó allá por finales de 2009.