Polémica por los recorridos. Por el sterrato camino de Orvieto, por la bajada del Monte Crostis y la negativa de equipos y UCI a recorrer este tramo, la salvaje etapa de Gardeccia o los escasísimos kilómetros contra el crono. Desazón por lo sucedido en Granada con Xavier Tondo y el shock que en carrera sufrió uno de los principales equipos. Incluso lo extradeportivo no dejó en paz a lo meramente deportivo cuando el himno español pre-constitucional irrumpió en plena Piazza del Duomo. Pero sobre todo, si por algo sonó el Giro durante este mes de mayo, fue por el impacto que supuso la muerte en la carretera de Wouter Weylandt.

En la carretera, sólo un nombre: Alberto Contador. Dominador, imperial e incontestable en todos los terrenos y en cualquier ámbito. Un monólogo casi tan abrumador como el de Ivan Basso en 2006 (con aquella versión que todos conocemos). Una carrera monopolizada y sometida por las piernas de un corredor que en ningún caso quiso dar opción a sus rivales. Eterno atacante en las últimas subidas. En muchos casos al alimón con José Rujano, el único súbdito propenso a rebelarse cuando la carretera incrementaba su pendiente.

Contador Giro 2011 Milán

No sólo dos victorias y la general se lleva Saxo Bank -y Alberto Contador- de este Giro. Se llevan la satisfacción y la tranquilidad de haber dominado de principio a fin la carrera y de, por el camino, haber hecho una preparación llena de éxito y triunfos. El resto no podrá decir lo mismo. Porque varios corredores, por la razón que fuere, han corrido a ser segundos. A no perder tiempo con respecto a otros que no fueran Contador. A controlar. A contemporizar ritmos y esfuerzos. A no gastar más de lo necesario para no perder tiempo. Y todo porque el nivel era muy parejo y el terreno exigente. Cuando no lo era o no lo parecía, la valentía de dar el todo por el todo no terminó por provocar ataques desenfrenados (sólo Rujano en la Finestre). Nibali sobrevivió sobre la bocina al Passo Fedaia (allí donde Igor Antón comenzó a perecer) y a la ascensión a la Finestre (donde Sastre empezó a entonarse en la carrera). Nadie quiso o pudo hundirlo.

Para el nacional-deportivismo este Giro ha sido todo un éxito. Siete victorias de etapa (y las que Contador dejó escapar), mucha aparición en carrera con Purito, Lastras, Arroyo o Nieve, el segundo mejor equipo en carrera (Movistar), dos corredores en el Top10 y el ganador final en Milán. Posiblemente el mejor Giro de la historia para los intereses del ciclismo patrio. Lástima que este bendito deporte haya sonado más por otras tristes noticias que por la carrera en sí. Que aunque ésta estuviera a veces descompensada, guardará momentos para el recuerdo. Como la terrible etapa dolomítica con llegada en el Rifugio Gardeccia que puso a prueba el coraje de Nieve o Nibali -cada uno a su manera-, la bonita victoria de Ventoso en Friuli, la tremenda etapa ganada por Kiryienka en memoria de Xavi Tondo o la resurrección -este año sí- de Rujanito. Edición para recordar por lo deportivo… y también triste por lo extradeportivo. Una edición que conmemoraba la unificación de Italia… y que los españoles terminaron conquistando.