La Garrapata está muerta y enterrada, a estas alturas este es un debate completamente superado. Por suerte Cadel Evans vio a tiempo que aquella parasitaria forma de correr le estaba costando muchos éxitos y decidió que era el momento de reinventarse como ciclista. El cambio no le pudo salir mejor y a sus dos grandes preseas, un maillot amarillo y el arcoíris, quiere sumar este año la maglia rosa.

@cobblesandhills

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En BMC ha llegado el momento del cambio de mando y los galones del Tour de Francia recaerán esta temporada en Tejay Van Garderen, mientras Cadel Evans a sus 37 años, ve como el ocaso de su carrera se acerca irremediablemente. Es por esto que él mismo se ha marcado la presente edición del Giro de Italia como la prueba de fuego para comprobar si sigue estando en condiciones de luchar por la victoria de una Gran Vuelta. Sobre el papel no debería haber dudas sobre su condición de aspirante después de dominar con mano de hierro el Giro del Trentino, rematando en Roncone y controlando en Monte Bondone.

Pero este Giro de Italia presenta un gran handicap para Cadel Evans, la falta de mayor kilometraje contrarreloj, especialmente teniendo en cuenta la capacidad en la disciplina de sus grandes rivales en la Corsa Rosa. Desde siempre la lucha contra el crono ha sido uno de sus grandes argumentos, aunque con resultados dispares, como el Tour que no ganó a Carlos Sastre en 2008 y el Tour que arrebató a Andy Schleck en 2011. Con una contrarreloj por equipos de 21,7 kilómetros en la jornada inaugural en Belfast que puede establecer las primeras diferencias, el australiano echará en falta una segunda crono llana en lugar de la cronoescalada al Monte Grappa con la que complementar la contrarreloj llana de 41,9km de Barolo.

Es la tendencia que la carrera italiana ha seguido durante los últimos años, así que a falta de kilómetros de lucha contra el crono Cadel Evans deberá tratar de explotar otras de sus virtudes. No hace falta presentarle en su capacidad en la alta montaña donde continúa teniendo el motor de siempre, por más que con el paso de los años haya ido perdiendo en explosividad. Una evolución natural para cualquier ciclista que en el caso del australiano ha sido especialmente llamativa, ya que ha coincidido con el momento en que ha cambiado su mentalidad ultradefensiva por una mentalidad algo más agresiva. Es por esto que será uno de los que más echen de menos la media montaña, ausente en esta edición del Giro.

Así pues, con opciones reducidas en el tú a tú contra hombres más jóvenes y explosivos, la veteranía se convierte en su mayor virtud. Si nos encontramos con un Cadel Evans regular en la montaña y contundente en la única contrarreloj larga, a bien seguro lo encontraremos muy arriba en la clasificación final, incluso en el podio o quién sabe si en lo más alto en Trieste, porque a estas alturas de su carrera sólo quiere el rosa, la primera maglia importante que vistió allá por 2002.

Evans tras acabar la etapa con final en las Tre Cime di Lavaredo (c)BMC Racing

Evans tras acabar la etapa con final en las Tre Cime di Lavaredo (c)BMC Racing