“Si nunca hubiera ganado una Paris–Roubaix, me habría avergonzado eternamente”. Estas fueron las palabras de Eddy Planckaert al cerrar por fin el circulo con El Infierno del Norte. El apellido Planckaert, es famoso en el mundo del ciclismo gracias a los tres hermanos. Willy el mayor, Walter el mediano y Eddy el pequeño de la familia. Los belgas eran sinónimo de clásicas y es que entre los tres, han ganado casi todas las clásicas de primavera habidas y por haber. Pero hasta 1990, los hermanos eran tres ciclistas predestinados al fracaso en la Paris–Roubaix. Muchos aficionados por aquella época incluso pensaron en que los Planckaert, tenían una maldición con el infierno del norte y es que el pedrusco que se otorga al ganador, era el único que nunca habían conseguido llevar a Nevele, su población natal.
Willy Planckaert (Nevele, Bélgica, 1944) era el hermano mayor de los tres. Destacaba por su punta de velocidad en los sprints como demuestran los resultados durante su carrera deportiva. Consiguió ganar el maillot verde del Tour de Francia y etapas en el Tour, Giro o clásicas como Dwars door Vlaanderen. Con Willy empezó esa mala suerte que siempre a caracterizado a los hermanos. Disputó la Paris–Roubaix en 1966, la exhibición de Felice Gimondi le dejó sin opciones de victoria, finalizando en cuarta posición la carrera. Volvió en 1967 para desaprovechar una ocasión de oro y es que la clásica se resolvió en un sprint que ganó Jan Janssen y en donde Willy tan solo puedo ser sexto.
Tan solo cuatro años mas pequeño que Willy, Walter Planckaert (Nevele, Bélgica, 1948) era el hermano mediano de los tres. Sus características eran muy diferentes a las de su hermano mayor, Walter era un ciclista capaz de pasar muy bien la media montaña. Ganó Amstel Gold Race o De Ronde van Vlaanderen entre otras clásicas, pero no fue capaz de cerrar el circulo. Sus números en el infierno del norte son excelentes, 20º en 1971, 4º en 1973, 21º en 1974, 11º en 1975 o 22º en el 77 son algunas de sus actuaciones más destacadas, actuaciones que solo sirvieron para acrecentar la desventura que los hermanos tenían con la Paris–Roubaix.
Eddy Planckaert (Nevele, Bélgica, 1958) tan solo era un crío cuando sus dos hermanos empezaron en esto del ciclismo. 14 años mas pequeño que Willy y 10 años mas pequeño que Walter, Eddy vivió muchas de las victorias de sus hermanos, pero también vio muchas de las derrotas que la historia les tenía guardado a los hermanos. Desde 1981 hasta 1990, el destino golpeó con dureza el sueño de una familia. El pequeño de los hermanos, era la última esperanza para conseguir esa añorada carrera, la clásica de las clásicas.
La mañana del 8 de abril de 1990 iba a cambiar para siempre el destino de los hermanos. Años antes, Eddy también había pasado por la desesperación de ver como un sueño se va escapando al paso de los años, por unas o por otras, ya sea las caídas, los pinchazos o en ocasiones las fuerzas. Así lo demuestran sus actuaciones en Paris–Roubaix hasta 1990. 13º en el 81, 5º en el 82, 9º en el 83, 6º en el 85, 16º en el 87, 15º en el 88 y 5º en el 89. El ciclista belga aquella mañana de primavera del 90 se levantó fuerte y con ganas. De echo, una semana antes solo un pinchazo antes del Oude Kwaremont le privó de su segunda victoria en De Ronde.
Metido en plena carrera, los Panasonic de Planckaert se pusieron al frente para triturar el pavé de Le Trouée d‘Arenberg. Al final del mismo, tan solo un grupo de 20 ciclistas se ponían al frente de la carrera. En él estaban los que a la postre fueron los protagonistas de un final agónico, el canadiense Steve Bauer y el propio Eddy Planckaert. Bauer con la elegancia que le caracterizaba, intentó marcharse del grupo de favoritos a falta de 20 km con un duro ataque en Camphin-en- Pévèle que dejó el grupo en media docena de ciclistas. Los últimos km hasta la entrada del velódromo de Roubaix, fueron un no parar de mirar hacia atrás del belga para que su compañero de Panasonic Jean – Marie Wampers, conectase y le hiciese de lanzador.
Cuando Wampers se puso al frente para lanzar el sprint, Planckaert sabía que la victoria estaba muy cerca. Los metros finales guardaron un agónico final para una familia que soñaba con su ansiada Roubaix. Nada mas cruzar la línea de meta, Steve Bauer y Eddy Planckaert se miraron el uno al otro. Ninguno sabía quien había ganado, incluso el último golpe de riñón lo hicieron fuertemente con los ojos cerrados. Al estruendo del público en la llegada, le precedió minutos más tarde un enorme silencio para dilucidar al vencedor.
Mas de diez minutos estuvieron reunidos los jueces analizando la foto finish, una tecnología que se había puesto en práctica ese mismo año. Megáfono en mano, cuando el juez anunció el vencedor final, el estruendo de la afición belga fue demoledora. Steve Bauer se tiró a la hierba del velódromo y con las manos en la cara se lamentó de su derrota. Eddy Planckaert por su parte, fue corriendo para abrazarse entre lagrimas a su hermano mayor, Willy. Ambos se fundieron en un abrazo interminable, un abrazo que rompía una maldición, la maldición de los Planckaert en el infierno del norte.