No hay duda de que el Infierno del Norte es un carrera única. Los estrechos caminos de piedras sueltas que recorren la llanura del noreste galo son un escenario que apenas encuentra comparación en todo el calendario ciclista. Ni la tierra de Tro Bro Leon o Strade Bianche, ni los muros adoquinados de su vecina Bélgica, aun con sus similitudes, presentan un entorno tan particular para la disputa de una carrera ciclista. No obstante, esos parecidos razonables y la cercanía de fechas en el calendario dan lugar a que los candidatos en suelo flamenco sean prácticamente los mismos que rumbo a Roubaix. Y yendo más allá si cabe, el buen desempeño en ésta se puede considerar función de lo acaecido las semanas antes en las clásicas flamencas, durante los últimos años —y se puede decir que a lo largo de la historia— termómetro inmejorable de lo que podemos esperar en el monumento francés.

@cobblesandhills

@cobblesandhills

El hecho de que esto sea así no tiene mucho misterio. En ambos escenarios prima la potencia, la resistencia física y la inteligencia táctica, y además los candidatos a estas carreras poseen en esta época del año un punto de forma tremendo que tanto les vale para Francia como para Bélgica. Echando un vistazo a los ganadores del pedrusco de los últimos once años —cifra a primera vista azarosa si no es en clave futbolera, pero que coincide con el tiempo que llevamos esperando la lluvia allí—, la correlación del rendimiento a ambos lados de la frontera es patente.

Sobre todo, si acotamos la misma al dualismo entre Paris-Roubaix y Ronde van Vlaanderen. Ambas son las más importantes y duras, en las que todos participan y en las que no valen los test ni la especulaciones; se corre solo para ganar y se deja todo en el empeño, y eso se refleja en las estadísticas: hasta cinco dobletes se han consumado en apenas una década —dos por parte de Cancellara y Boonen, quienes hasta en eso se presentan empatados; y y otro de Peter van Petegem en el mejor año de su trayectoria—. Mostrarse fuerte en Flandes resulta un seguro de rendimiento de cara al siguiente domingo.

No obstante, durante los últimos años esta dualidad se ha hecho del mismo modo extensible al E3 Prijs. El incremento de su importancia dentro del escaparate internacional y los condicionantes de un circuito más selectivo y que tiene sus puntos calientes más cerca de meta que el resto de pruebas, la han convertido en una De Ronde en miniatura que anticipa a la perfección lo que podemos ver en la llegada a Oudenaarde y, por ende, al velódromo. Una situación extensible, en ambos casos, al resto de ganadores y podios, para los que la regla general a lo largo de este decenio es haber conseguido resultados de excepción —las victorias en Harelbeke de ‘Espartaco’, ‘Pippo’ y ‘Tommeke’ en ’11, ’09 y ’06 son los mejores ejemplos— en al menos una de estas carreras flamencas.

De los datos se extrapola, por lo tanto, que la inspiración en el pavé francés no llega por arte de magia y que ser protagonista allí sin haber conseguido resultados de relevancia resulta casi imposible. Y decimos casi, porque siempre hay excepciones, como las de Johan Vansummeren y Magnus Backstedt, dos gigantones cortados por el mismo patrón y con unas características mucho más adaptables a las planicies francesas que a las durísimas ascensiones flamencas. El belga, además, es un ‘rara avis’ en el palmarés de una carrera de esta índole al vencer la misma tras todo un día en fuga en el que aprovechó sus buenas piernas ayudado una magistral actuación táctica de todo su equipo que también permitió a Maarten Tjallingii subir al tercer escalón del cajón. Un baremo en el que no entra el Boonen de 2008, el mismo del primer positivo por cocaína, que en un camino más gris que de costumbre tanto en E3 Prijs como en un Tour de Flandes en el que dejó en bandeja la victoria a Stijn Devolder se dejó ver.

Más cogida con pinzas está la importancia del resto de citas adoquinadas, que ya sea por su temprana situación en el calendario (Omloop Het Nieuwsblad), por estar en un escalón inferior y ser poco más que una mera preparación y toma de contacto inicial con las semanas posteriores (Dwars door Vlaanderen) o por un recorrido mucho menos selectivo que apunta a ciclistas de otro perfil (Gent-Wevelgem), no acaban de resultar una referencia tan válida para los dos primeros domingos de abril. Lo que si se puede observar es la tendencia de los últimos a reducir los días de competición a favor de los entrenamientos de calidad en la ausencia de los grandes favoritos de las clásicas en la otrora ineludible Driedaagse de Panne, perdiendo fuerza en favor de la semiclásica de Waregem, cada vez una poco más asentada.

El cuarto adoquín de Boonen vino precedido por una marcha imparable en Flandes / Foto: @CiclismoSphera

En todo caso, el paso previo por el norte de Bélgica se antoja como una parada fundamental de cara a las Clásica de las Clásicas. Por las similitudes que comparte, por la madurez que deja en las piernas y por la memoria competitiva que queda grabada en el corredor antes de, a juicio de quien escribe, la mejor carrera del año.