Esteban Chaves vuelve a empezar como profesional esta temporada. Así se toma el joven escarabajo un año “especial”, tras superar la grave lesión que le impidió competir la temporada pasada. Tiene mucha ilusión y lo define con una palabra: “como decimos los colombianos, tengo mucha garrafera”.
El ciclista de Bogotá se pegó un trompazo tremendo en el Trofeo Laigueglia que a punto estuvo de costarle la movilidad de su mano, pero pese a la gravedad del contratiempo, el Orica – GreenEdge se interesó por sus servicios y completó un fichaje que él mismo califica “de ensueño”. Un fichaje enmarcado en el interés del equipo australiano por empezar a mirar a las montañas y en el ‘boom’ del ciclismo colombiano (en la Volta son once), del que Chaves participa feliz: “los colombianos somos, como nosotros decimos, muy parceros, y encontrarnos con los muchachos en las carreras es algo que nos hace felices”.
El corredor bogotano sólo tiene buenas palabras para su nuevo equipo, dónde dice haber encontrado “personas maravillosas que, como soy uno de las más jóvenes del equipo, me cuidan, me enseñan y me han facilitado mucho la adaptación”. No en vano, el salto para un joven corredor colombiano del equipo de su tierra a un conjunto anglosajón que es casi una multinacional no es poca cosa, empezando por algo tan básico como el idioma: “el inglés que hablan los australianos no tiene nada que ver con el que yo aprendí en la escuela, pero es un equipo nuevo y muy abierto y eso facilita las cosas”.
Otro de los contrastes del cambio de equipo es la sofisticación de la metodología de trabajo. Chaves desmitifica un poco la relevancia de los cambios, aunque sí incide en aspectos como la alimentación o la tecnología: “el ABC de las cosas es siempre el mismo. El ciclismo está inventado desde hace tiempo, pero sí que hay aspectos que estoy descubriendo, cómo los entrenamientos por potencia o cuidar más lo que como, que pueden llegar a marcar la diferencia”.

Chavez, en la salida de Banyoles. Foto © Iraia Calvo
Chaves es la viva imagen de este ciclismo que se debate entre su tradición como deporte épico y la inevitable necesidad de conseguir resultados que conlleva su extrema profesionalización. Preguntado por qué tipo de escalador aspira a ser, sus ojos se abren y en seguida se extiende en una larga frase para explicar su deseo de encontrar un “equilibrio” entre poder “ir al ataque y correr al frente” y “conseguir resultados y ganar carreras”. Reconoce que son dos cosas distintas -“el ciclismo ya no es como hace treinta años, que se atacaba a 60 kilómetros de meta y se ganaban carreras”- pero sueña con poder conjugarlas: “lo que hizo Contador en la Tirreno es lo que a todos nos gusta a ver, el ciclismo más lindo”.
De momento tiene que poner los pies en el suelo y pensar en la temporada que tiene por delante. “Después de la lesión del año pasado, este año tengo que ver dónde está mi sitio en el grupo. Esta Volta a Catalunya es un buen test para ello, para saber si estoy bien o tengo que trabajar más. En Langkawi lo hice bien pero aquí hay mucho más nivel y con el equipo nos lo tomamos como un punto de referencia”, explica ilusionado en la salida de Calella. Luego le esperan País Vasco, las clásicas de las Ardenas y California para seguir progresando. Y al final de año, una ilusión si las cosas le salen bien: “debutar en la Vuelta a España”.
Es un chico, inteligente, agradable y educado, creo que con esto y su talento, debería llegar lejos, ojalá, la suerte lo acompañe. yo diría, sin conocerlo personalmente, que es muy diferente a los demás ciclistas colombianos