En la época actual sacar adelante una prueba ciclista es ardua tarea. La débil situación económica imposibilita o mengua la ayuda de instituciones y patrocinadores, haciendo que el presupuesto se tambalee dando lugar a una reducción del número de días de competición o de la calidad de la prueba.
La situación actual llega a reinventarse o morir. No queda otra. Así dos pruebas en Italia, un país con una situación muy parecida a España, se han caracterizado por unir el ciclismo a sectores que siempre han sido estratégicos pero que muchas veces han quedado al lado: historia, arte y turismo. En definitiva, la promoción del territorio que cubre la prueba ciclista se ha erigido como el principal valedor para la continuidad de la misma. Ofrecer algo más que una simple competición deportiva se ha convertido en el objetivo de organizadores para salvaguardar la carrera ante las adversidades del momento.
Strade Bianche y Roma Maxima, ambas surgidas en época de crisis, se han convertido en un modelo para el resto. Dos pruebas que se caracterizan por lugares y monumentos por el que transcurren dos trazados al que la competición une para convertirse en dos de las mejores carreras de un día del calendario. De los caminos blancos de la Toscana a la majestuosidad de los Castelli Romani pasando por el final en Il Campo o el Fori Imperiali. Dos pruebas unidas por un mismo nexo, Patrimonio de la Humanidad.
Un nexo que en ambos casos no sólo acerca al ciclismo al turismo, a la historia y al arte sino que también lo hace viable. El ejemplo de Roma Maxima, antiguo Giro del Lazio, rescatada tras tres años de pérdida en el calendario emerge en una modalidad de carrera que, en los tiempos que corren, debe ser el patrón para otras muchas pruebas en problemas o en serio riesgo de desaparecer.
El caso español
El menguado y deteriorado calendario español está, poco a poco, introduciendo este modelo de viabilidad. Un modelo que va más allá de los finales en estaciones de esquí, uno de los salvoconductos históricos del ciclismo. Paradores de Turismo -Locar, final de Vuelta a Murcia-, rutas históricas -Camino de Santiago, Ruta de la Plata en la Vuelta a Castilla y León- se suman a lugares emblemáticos como Montjuic, Clunia, plaza de toros de Pamplona, Cabárceno o la Virgen de Cabra, entre otros.
Con la escasa aportación institucional, el calendario español debe aprender a rentabilizar su recorrido con trazados que fomente las aportaciones económicas tanto públicas como privadas resalzando lugares o plazas de interés para que la inversión sea, al menos, más rentable. El mejor ejemplo, la Vuelta a Burgos. La ronda castellana ha pasado de tener finales en los municipios más importantes de la provincia a destacar aquellos lugares que turísticamente sean más rentables para la corporación provincial, el organizador de la prueba.