Marco Pantani ha sido, como otros muchos, el ejemplo de cómo llegar de la nada a la cima y caer estrepitosamente. Cómo llegar al profesionalismo destacando en la categoría amateur, por diferentes circunstancias le costase despegar y, una vez conseguido, emprender el vuelo hacía el éxito y, desde ahí, emprender un descenso irrefrenable hasta los infiernos. De conseguir el doblete más ansiado en ciclismo con las victorias en el Giro de Italia y Tour de Francia de 1998, a perderlo todo aquella mañana en Madonna di Campiglio tras meses de adicción y pérdida de control.
Su aparición en el ciclismo causó una revolución. Sus características, su entrega y su valor fueron entregándole seguidores más allá de las fronteras italianas, donde era un ídolo nacional desde casi saltar a profesionales. Marco Pantani supuso la ruptura con el ciclismo de la época, el resurgimiento de una figura que no destacaba desde los años de Pedro Delgado: el escalador puro, el corredor que ataca sin mirar atrás, la valentía frente a la calculadora, el escalador frente al rodador. El italiano supuso un soplo de aire fresco frente a los grandes dominadores de la época marcados por un mismo perfil: la contrarreloj como punto fuerte. Marco Pantani fue el contrapunto de Miguel Indurain, Jan Ullrich, Bjarne Riis o Alex Zülle. Marco Pantani fue mucho en su irrupción; lo fue todo para muchos.
El Pirata recordaba a la vieja escuela, la épica de antaño en un ciclismo ahora más táctico, más controlado. Fue una revolución para el desarrollo de la competición. Eso le hizo coleccionar centenas de miles de seguidores. Su figura le llevaron hasta ser un mito. Victorias y demostraciones fueron su aval para convertirse en uno de los ciclistas más queridos. El triunfo en el Alpe d’Huez en 1997 estableciendo el récord en la ascensión finalizando tercero en la clasificación general del Tour de Francia, mismo resultado conseguido en 1994 cuando concluyó también segundo en el Giro de Italia. Unos primeros apuntes de su potencial que se vieron truncados por atropellos y accidentes -en la Milano – Turin del 95- que a punto estuvieron de apartarle del ciclismo.
Pero regresó, y a partir de 1997 agrandó su figura. Lo hizo al conquistar la general del Giro de Italia en un recorrido no muy favorable para sus intereses, pero que sentenció en la montaña, su hábitat natural. Su casa, donde él ponía las reglas. Plan Cavallo y Montecampione le escoltaron al éxito. En 1998 realizó ascensiones que pasaron al recuerdo, como su ataque en el Galibier, poco más de un mes después de ganar “su” Corsa Rosa, derrotando y sentenciando la general del Tour de Francia al imponerse en Les Deux Alpes tras sumar anteriormente la cima del Plateau de Beille. 1998 fue el año de Il Panta.
Su carrera marchaba viento en popa, pero un año más tarde todo cambió. Llegó al Giro de Italia, primer objetivo del año, y comenzó arrasando. El Gran Sasso, la celebre ascensión a Oropa, Alpe di Pampeago y Madonna di Campiglio sucumbieron a su poder. Allí, en plenos Dolomitas, saboreaba el triunfo en la Corsa Rosa. Pero aquella mañana del 5 de junio, día previo a llegar a Milán, todo cambió. Esa mañana Marco Pantani empezó a morir. Control antidopaje, tasa de hematocrito del 51,9%, para casa. Por razones de salud se vio obligado al abandono perdiendo un Giro de Italia que siempre entendió como suyo. Eso le martirizó. Nunca pudo aceptarlo.
Esa mañana fue el principio del fin. Un año más tarde pese a disputar el Tour de Francia y vencer la célebre etapa del Mont Ventoux junto a Lance Armstrong, y también en Courchevel, Marco Pantani no se recuperó del golpe recibido vestido de rosa. K.O. técnico y sin posibilidad de revancha. A partir de ahí el ídolo se convirtió en maldito. Se conviritó en un mito perseguido por la sospecha, por el dopaje y sumido en una irreversible depresión y adicción a las drogas, en las que se refugió durante meses de intentos fallidos por volver a lo más alto. Le traicionaron. Pocos fueron realmente de Il Panta. Muchos se aprovecharon de su figura, debilitada, y no pudo devolver lo que había quitado al ciclismo, a su imagen, tras ese 51,9% de hematocrito.
Todo lo que dio al ciclismo en sus tardes de gloria, se lo fue arrebatando en años de adicción y en aquel 14 de febrero de 2004. Toda Italia, no solo el ciclismo y ni siquiera solo sus tiffosi, sufrió y lloró al oír la noticia. Un hotel de veraneo en Rimini dio con su final. La ingesta masiva de antidepresivos y la droga causaron su muerte. Su marcha le volvió a situar como héroe para unos y villano para otros. Su muerte, para los que le conocieron y estuvieron con él en su caída, estaba anunciada y comenzó en un sitio: Madonna di Campiglio.
El nombre de Marco Pantani siempre causará simpatía en unos, tristeza en otros y odio en unos pocos. Tanto dio como quitó, con él no existe el término medio. De tardes de gloria a mañanas desoladoras. Del éxito al infierno solo hubo un paso que, irremediablemente, terminó dando; mañana harán exactamente 10 años.
Gran artículo
Muy buen artículo Miguel, muy bueno… Pantani era un ciclista diferente sin duda.
Si hoy en dia soy un enamorado de este deporte y de la bici es gracias a Marco Pantani,para mi era,es y sera unico e irrepetible,nunca e disfrutado tanto como de pequeño al verlo con su ciclismo a la vieja usanza,es de los pocos idolos deportivos que tengo,para mi siempre seras el mas grande estes donde estes!!
Sin duda, para mi héroe. Como bien dices Marco era puro espectáculo cuando llegaban las cuestas importantes.
Muy buen artículo.
Fantástico artículo, pero contiene un error: las victorias ante Armstrong en Mt Ventoux y Courchevel fueron en 2000, no en 1999 “unas semanas” después del exceso de hematocrito. El verano de 1999 aún estaba en shock por el “control de salud”, y obcecado (como hasta el día de su muerte) en demostrar su inocencia. Como una vez le leí al maestro Chico Pérez, ése fue realmente su problema: Si en lugar de eso, simplemente hubiera parado los quince días que le exigía la normativa (como le aconsejaban sus amigos, sus amigos de verdad), y vuelto a competir, probablemente otro gallo habría cantado. En fin… Ciao, Marco. Siempre estarás en nuestra memoria.
Pues para mi es simplemente otro estafador más. Con mucho tirón mediático, eso sí, pero bueno. Me gustaría ver que era capaz de hacer Pantani sin ir hasta las cartolas…
Es que no entiendo, si Armstrong apareciese muerto en un motel de carretera en Dallas, la gente pensaría “ha muerto un tramposo”. Sin más, para mí Pantani es otro tramposo más, y ya van…
La lengua la sueltan los fracasados y chismosos. Con drogas o sin ellas fue el no. 1 como muchos en su tiempo y .
¿Porqué esa doble moral de algunos? ¿Porqué Lance es un tramposo, un paria del ciclismo y porqué Pantani es un heroe? porque esa doble moral de algunos? Claro que era una delicia ver atacar y subir a Pantani, ver su coraje, su espíritu, pero igual deberíamos hablar de Lance. Por mi parte creo que fue un tramposo y eso, al igual que con Lance, le quita todo el mérito que pudo tener su talento. Por otro lado, creo que hubo revolucionarios en el ciclismo Europeo, pero claro, como son del sur, no Europeos, no tienen valor. Si me refiero a los colombianos, fue una revolución ver subir a Patrocino Jiménez, Lucho Herrera, Parra y otros tantos, corredores limpios y con un espíritu amateur, impensable en aquellas épocas.