No hubo duelo. La lucha que se esperaba entre dos países, dos carismas, dos estilos y, en definitiva, los dos mayores talentos de su generación luchando por la prenda arco iris tendrá que esperar un año más ante la demostración de clase y fuerza que Wout van Aert -y tras él, todo el combinado belga- ha mostrado hoy no sólo en territorio enemigo, sino en la misma casa, en el mismo circuito de su gran rival. La descollante actuación del corredor de Lille y la incomparecencia durante varios asaltos de Mathieu van der Poel han acabado con todo atisbo de competitividad en la lucha por la victoria, decidida desde el primer giro por el increíble ritmo del flamante campeón mundial de la categoría.

No necesitó más. Tras apenas diez minutos de carrera, Van Aert ya podía sentir el arco iris reflejado sobre su pecho después de un comienzo simple y llanamente, increíble. Los ramalazos iniciales de su compatriota y ‘co-equipier’ Toon Aerts y el ganador en Louisville, Mike Teunissen, buscando cierto protagonismo y ventaja respecto a los favoritos, duraron tanto como lo que tardó la perla perdida de Van Kastener en progresar y tomar la primera posición, aprovechando la anchura y las largas rectas de la campa principal previas al técnico y ondulado paso por el bosque. Allí, se acabó.

Aprovechando además la mano tendida por Aerts, que contuvo durante varias curvas a los neerlandeses Stan Godrie y Teunissen tras su rueda, puso el turbo sin temor a las consecuencias. Apenas se habían movido las fichas y el belga echaba el resto con toda la carrera por delante, provocando que la ventaja aumentara casi a cada instante. En un abrir y cerrar de ojos, su renta superaba ampliamente la decena de segundos respecto a un grupo en el que seguían siendo los dos ciclistas de Rabobank quienes trataban infructuosamente de parar la sangría a los que les estaba sometiendo el ciclista celeste.

Todas las miradas se centraban entonces en el pequeño de los Van der Poel. A la vista del genocidio que estaba dispuesto a ejecutar Van Aert, él se presumía como el único corredor capaz de aplacar el corajudo intento de su archienemigo en los circuitos. Una vez alcanzaba la cabeza del grupo perseguidor -en el que entonces rodaban Michael Vanthourenhout, Aerts, Godrie, Teunissen y él mismo- tomaba la responsabilidad que su condición de favorito le imponía, pero no hubo cambio alguno. Con los hombros caídos, la boca muy abierta y visiblemente enrojecido, las sensaciones que transmitía el nieto de ‘Pou-Pou’ no estaban ni siquiera cerca de ser buenas y el ritmo de caza en lugar de incrementarse, perdía fuelle respecto al que llevaban sus paisanos.

Y pronto su homólogo belga lo confirmaría. Un Vanthourenhout envalentonado y en gran forma se decidía a meter una -o dos- marchas más para exprimir las opciones de un oro que avanzaba en trance casi medio minuto por delante. Con la misma facilidad que ante lo había conseguido Van Aert, ponía tierra de por medio ante unos neerlandeses incapaces de soliviantar la energía de los elegidos por De Bie. A él le seguirían Laurens Sweeck y Aerts en las dos vueltas siguientes, sin que Teunissen -muy alejado de su versión americana, se había descolgado hace tiempo-, Godrie -a quien la ambición le acabaría condenando al ostracismo- y sorprendentemente, el señalado por todos Van der Poel -con la moral hundida ante el KO de Van Aert en el primer asalto- podrían hacer nada para evitarlo.

Todo apuntaba a que la selección belga repetiría la gesta de la mañana de ayer y coparía no sólo los tres puestos del cajón, sino que también se llevarían al otro lado de la frontera la ingrata medalla de chocolate. Pero entonces aparecía de la nada David van der Poel, quien tras haberse visto afectado por un enganchón en el primer giro que también involucró a Jonathan Lastra, alcanzaba y rebasaba en una remontada sublime a Mathieu, quien inspirado por la determinación de su hermano recuperaba una moral hundida y el tono físico que le había fallado hasta entonces para ir en búsqueda de la coalición que habían formado Aerts y Sweeck para luchar por el bronce. La plata, del mismo modo que el oro, tenían de antemano dueño en el cuello de Vanthourenhout, el único que se acercaba a los estratosféricos tiempos de Van Aert.

No obstante, la fatalidad hoy se cebó con el hijo mayor del campeón mundial en Montreuil, que sufría una caída cuando estaba a punto de echar mano al dueto belga. Ese fue el soplo definitivo que necesitaba Mathieu para sacar su tremenda clase y casta de campeón a relucir. Por primera vez en casi cuarenta minutos de carrera, se veía como capaz de recortar tiempo a alguien. Espoleado además por un público entregado, al toque de campana se echaba encima de unos Sweeck y Aerts que se miraban entre ellos y echaban la vista atrás conscientes de lo que se les venía encima.

Dos hermanos mayores contra uno pequeño. Tres sagas iban a luchar por un bronce que, a tenor de los últimos acontecimientos, también tenía dueño. Aunque Sweeck lo intentó aprovechando la entrada por boxes de sus dos rivales, Van der Poel no tuvo problema alguno para echarle el guante y tomarle el relevo en la zona de subida, donde sin despeinarse el brabanzón soltaba a los dos belgas definitivamente y salvaba el honor nacional y el suyo propio tras una derrota a manos de Van Aert entre lo contundente y lo humillante. El belga, tras tres cuartos de hora de rodar en solitario, llegaba a meta emocionado y envuelto en lágrimas, sacando a relucir el trasfondo aniñado de su tez que para nada hace justicia a su categoría como ciclista. El flamenco se tomaba venganza de la derrota sufrida en Koksijde un par de años atrás y demostraba, también sobre suelo seco, que está preparado no sólo para competir por este arco iris, sino también por el de la sobremesa.

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Exhibición desparramante de Van Aert, que dominó de cabo a rabo / Foto: @UCI_cycling

Tras él, cuatro belgas ocupaban las cinco primera plazas, poniendo una vez más de manifiesto el abusivo dominio del país de los cómics sigue manteniendo a pesar de las perlas que puedan llegar de otros países que, como el nuestro y salvo una irrupción estelar que no se ve en el horizonte, tienen que luchar por otros objetivos. Como Lastra, que a pesar de un salto de cadena y el embotellamiento de la primera vuelta, se pudo aupar hasta la decimoséptima posición que, si bien no mejora lo logrado en Louisville, se trata de un resultado de gran valor en unas condiciones que no se adaptan tan bien como el barro. Felipe Orts, llamado a última hora por la baja de Aranburu, no cogió el tono de la carrera en ningún momento y finalizó doblado en la 51ª plaza.

Clasificación final:

1. Wout van Aert (Bélgica) en 49:35
2. Michael Vanthourenhout (Bélgica) a 0:50
3. Mathieu van der Poel (Países Bajos) a 1:17
4. Laurens Sweeck (Bélgica) a 1:19
5. Toon Aerts (Bélgica) a 1:26
6. David van der Poel (Países Bajos) a 2:09
7. David Menut (Francia) a 2:24
8. Tomás Paprtska (República Checa) a 2:37
9. Gert-Jan Bosman (Países Bajos) a 2:37
10. Gianni Vermeersch (Bélgica) a 2:44
17. Jonathan Lastra (España) a 4:03
51. Felipe Orts (España) a 2 vueltas