2No es ningún secreto que Aitor Hernández es, hoy por hoy, el mejor corredor de ciclocross a nivel estatal. La prenda rojigualda que pasea por las campas nacionales es el fiel reflejo del régimen de sumisión que está imponiendo a sus rivales nacionales, cada semana más oprimidos por un caníbal para el que no se vislumbra falla ni antídoto a medio plazo. Por el contrario, la sensación que deja cada carrera es la de ser más poderoso que la anterior, como si a cada triunfo su voracidad, en lugar de saciarse, abriera si cabe un hueco más hondo por llenar. Como si cada día que pasara, fuese mejor ‘crosser’ que el anterior. Y efectivamente, así es.
Los poco más de dos meses de competición desde la puesta en marcha en Oviedo dan fe de una evolución ininterrumpida del ermuarra que no se ve reflejada únicamente en las victorias. Como bien es conocido, cerró ya la pasada campaña con una impresionante marca de veinte triunfos, gesta que este año va camino de repetir yendo un paso más allá, acumulando exhibición tras exhibición y elevando las diferencias hasta el minuto en varias carreras con sus directos rivales, como ya ocurrió en Treto o Igorre y ha estado cerca de pasar en tantas otras pruebas del calendario nacional, en el que sólo un Egoitz Murgoitio inspirado sobre el barro de Elorrio ha conseguido hacerle hincar la rodilla.
Precisamente la diferencia que está estableciendo con el mejor Murgoitio que se recuerda es otro de los signos de la palpable mejoría de Hernández. El ciclista de Abadiño, que venía de hacer actuaciones más que destacadas en Copa del Mundo y en pruebas internacionales a lo largo del continente, vio como sucumbía en Llodio y -de forma especialmente dolorosa- en Muskiz, en una de las mayores demostraciones de Aitor en su carrera en el barro, haciendo gala de las mejores virtudes que ha ido puliendo a lo largo de estos meses. Ya no es aquel rutero que se dejaba notar especialmente en circuitos de fuerza, sino que desde detrás de las cintas se puede apreciar su gran progresión en las zonas técnicas, en el paso por los obstáculos, la forma de trazar en las curvas y su mejor desempeño con suelos muy empantanados, el que quizá sigue siendo su mayor defecto.
Por si fuera poco, Bélgica también ha podido disfrutar de una pequeña muestra del corredor vizcaíno, que en su primera incursión a la Meca del barro obtuvo unos resultados –sobre todo en un trazado durísimo en torno al Kasteel Grenier de Gavere- que bien se pueden tildar de históricos para el ciclocross español, a pesar de salir desde las últimas posiciones de la parrilla como consecuencia de los puntos de los que adolece dentro del ránking UCI. Otro paso más que demuestra que ha mejorado en todo y no deja de hacerlo a pesar de su superioridad. La cuestión es: ¿dónde está el límite?
De momento es difícil calibrarlo, pero de seguir en esta línea se puede esperar que pueda llegar a dar un rendimiento semejante al del mejor David Seco. Aunque suene fuerte, condicionantes no faltan para creer en Hernández como sucesor del de Busturia. A pesar de su trigésimo segundo cumpleaños está a la vuelta de la esquina, mantiene un motor envidiable que bien puede estar entre los diez –e incluso, los cinco- mejores entre todos los grandes especialista actuales; y es de esperar que aún tenga un margen de mejora relativamente amplio en el plano técnico, teniendo en cuenta que sus primeras pedaladas invernales tras su larga travesía en el profesionalismo se remontan solamente tres años atrás. En esta misma senda, aún pudiendo ser considerado un veterano, su experiencia en la élite del barro es prácticamente nula. Debe aprender a desenvolverse en aquel estilo de carreras, a medir los tiempos de las mismas y recordar de nuevo lo que es pelear por cada centímetro contra rivales que van con el cuchillo entre los dientes.
Pero para ello, debe visitar más Bélgica. A sabiendas de que la situación es complicada, la salida definitiva y las únicas opciones de llegar al máximo de su potencial para Hernández se encuentran en territorio flamenco. En primer lugar, porque aquí corre el riesgo de cortar el vuelo que está alzando de seguir rindiendo a este nivel. Como decíamos arriba, va camino de quedarse sin rivales y de convertir sus carreras en una lucha individual frente al barro y el tiempo, con el lunar en términos competitivos que eso supone. Y, sobre todo, porque la estabilidad, las mejores carreras y los mejores rivales se encuentran allí. De mostrarse y dar lo mejor de sí mismo en sus inminentes visitas navideñas, mejorando un poquito las prestaciones ofrecidas en su primer viaje, podría convertirse de la noche a la mañana en una opción viable para alguna de las cada vez más numerosas estructuras continentales. Los cercanos ejemplos de Bína o Taramarcaz deberían ser el espejo en que mirarse para el vizcaíno.
Una posibilidad remota pero no imposible, que invita a dejar llevar la imaginación y a soñar con los resultados conseguidos en los años ’70. ¿Por qué no? Hasta ahora, Aitor no ha hecho más que superar todas las expectativas.
Temporadón!
Pero que vuelva Egoitz ya!!
No es del todo cierta la falta de experiencia de Aitor en el barro. Comenzó en ciclocross en la categoría de cadete y junior, donde estuvo 4 años, y no era precisamente torpe en esa época, pues ganaba bastantes carreras. No ha sido nunca más técnico que Egoitz, pero desde luego que no es un neófito en el barro.