La temporada pasada fue sin duda la mejor de la carrera deportiva de Ryder Hesjedal. Con 31 años alcanzaba la cima ganando el Giro de Italia, arrebatándoselo a Purito en la contrarreloj del último día por apenas 16 segundos. Con las expectativas por todo lo alto enfocaba el canadiense su preparación para la presente temporada; el principal objetivo, volver a enfundarse la casaca rosa en uno de los Giros con mejor participación de los últimos años.
Su preparación para la Corsa Rosa pasaba por Cataluña y País Vasco para meterle kilómetros a las piernas y por las clásicas de las Ardenas para afinar. De esta parte de la temporada cabe destacar su estelar actuación en la Liège – Bastogne – Liège. La Doyenne fue testigo de una auténtica exhibición del equipo Garmin – Sharp. Allí Ryder controló la carrera en los kilómetros finales, saliendo a todos los ataques y después se desfondó trabajando para que Dan Martin consiguiera en Lieja su primer Monumento. El canadiense aguantaba por detrás con los mejores y conseguía un 8º puesto que sabía a gloria tras la victoria de su compañero. Un abandono en el Tour de Romandía sembraba las primeras dudas sobre sus posibilidades de ganar uno de los Giros más exigentes de los últimos años.
En la primera semana de la carrera italiana pudimos ver una versión genial de Hesjedal, atacando, siempre valiente, buscando volver la carrera loca y obteniendo como recompensa varios top ten. Las cosas se empezaban a torcer cuando la contrarreloj de Saltara se le atragantó. Allí se dejó más de dos minutos, aunque lo peor aún estaba por venir. Todas las buenas sensaciones de la primera semana se desvanecían en la etapa de Florencia, donde el canadiense se dejaba otros dos minutos y se alejaba para el resto de la carrera de cabeza del pelotón. Entre las siguientes tres etapas, se dejaría más de 35 minutos en total, y antes de iniciar la 13ª etapa decidía poner pie a tierra y abandonar un Giro que había pasado de sueño a pesadilla.
El Tour de Suiza volvía a verle hacer dos puestos entre los diez primeros en las dos primeras etapas, aunque en la tercera abandonó. En el Tour de Francia, una caída en la primera etapa le dejaba una costilla tocada. Durante la ronda gala le vimos como el resto del año, entrando en fugas, siendo combativo y ayudando a Andrew Talansky a conseguir el 10º puesto en la general, aunque sin rematar en lo personal. De hecho, durante la carrera llamaron más la atención sus gafas de sol estilo ochentero que su rendimiento sobre la carretera.
El ciclista de Garmin – Sharp decidía cerrar su temporada con una gira americana. Los tours de Utah y Alberta le vieron volver a pelear y firmar top tens en etapas, aunque siempre alejado de la victoria. Las clásicas canadienses cerraron su calendario y, tras un discreto GP de Québec, pudo cerrar su temporada con buen sabor de boca subiendo al podio en Montreal, en todo un recital de Peter Sagan.
Con la temporada ya acabada, la autobiografía de Michael Rasmussen vertía sobre Hesjedal (y otros muchos ciclistas) acusaciones de dopaje durante un periodo de su carrera. El canadiense se veía obligado a saltar a la palestra y reconocer públicamente que durante su preparación en 2003 para el mundial de Mountain Bike se había dopado. Se mostraba arrepentido y pedía disculpas a su familia, equipo y compañeros, aunque sin duda esto suponía el palo definitivo para un año muy gris.
Difícil temporada sin duda para el ciclista canadiense. El físico no le ha permitido rendir y la mala suerte le ha perseguido durante todo el año. Aun así, hemos podido ver a un Hesjedal agresivo y que no se ha rendido ante las dificultades. Está a punto de cumplir 33 años y la temporada que viene debe ser su oportunidad para resarcirse y, si la suerte acompaña, convertir el pundonor y las buenas intenciones en resultados positivos otra vez.