La batalla, o mejor dicho, el culebrón que desde hace meses venía desarollándose por la regencia de la UCI ha llegado a su fin en el Palazzo Vecchio de Florencia. El hasta ahora presidente de British Cycling y candidato opositor, Brian Cookson, se ha alzado con cetro del ciclismo mundial tras unas elecciones dignas del más absurdo ‘sketch’ de los Monty Python, en las que ha obtenido 24 de los 42 votos disponibles para derrocar al irlandés Pat McQuaid.
¿Irlandés? No según la polémica candidatura con la que se presentaba, cuestión que se convirtió en el punto clave del debate del Congreso Anual celebrado hoy, por encima incluso de las decisivas elecciones para el futuro del ciclismo. Como ya algunos sabrán y habíamos comentado en artículos anteriores, la federación del trébol no apoyó la posible reelección de McQuaid, por lo que éste encontró cobijo en las federaciones marroquí y tailandesa para poder presentarse y cumplir, a su juicio, el ya tristemente conocido artículo 51.1 de la Constitución de la UCI:
[quote align=”center” color=”#999999″]Los candidatos a la presidencia deberán ser nominados por la federación del candidato[/quote]
Una reinterpretación de la norma que rozaba la ilegalidad (aunque era perfectamente válida para el abogado de la UCI -y por lo tanto, de McQuaid- en la exposición legal que hizo esta misma mañana en el Congreso) y que se convirtió en la patata caliente de la reunión, llevando ésta hasta el límite más insospechado del surrealismo y la vergüenza ajena, a pesar de que una votación empatada había rechazado cualquier revisión de la norma. Un espectáculo lamentable que llevó al propio Cookson a comentar, una vez acabado el sufragio, que había resultado “dañino para la reputación de la UCI”.
Por suerte, este circo de las vanidades quedó atrás con el que debería haber sido el momento cumbre de la mañana, una elección que se presumía muy reñida y que sería decidida por las federaciones americanas, ante la teórica unanimidad existente en los otros continentes. Pero no, contra todo pronóstico, un pequeño grupo de delegados asiáticos y africanos actuaron de insumisos y se pasaron al bando del británico, quien gracias a ellos obtenía la renta necesaria. 24 votos para él, 18 para su rival. Brian Cookson se convertía así en el duodécimo presidente de la Unión Ciclista Internacional.
De este modo, se pone fin a 22 años -sumando el mandato de Hein Verbrugghen- negros para nuestro deporte, en los que la corrupción se había convertido en la norma y la imagen pública del deporte ha quedado sumergida en la más profunda fosa. Empieza a partir de ahora la ‘era Cookson’, uno de los impulsores de lo que coloquialmente conocemos como “nuevo ciclismo anglosajón”, que según su el programa con el que se presentaba a las elecciones llega con la firme intención de reestructurar el calendario profesional, dar más visión al ciclismo femenino y recuperar la confianza en la lucha contra el dopaje, amén de seguir potenciando el afán globalizador del deporte que ya poseía su predecesor. Llega ahora un futuro incierto que, en cualquier caso, deja definitivamente atrás más de dos décadas para olvidar.