El segundo domingo de Abril regala al mundo del ciclismo la clásica entre las clásicas, la París-Roubaix. El Infierno del Norte somete a los ciclistas para alzarles a la categoría de héroes. El Bosque de Arenberg marca el inicio del Infierno, el lugar donde el ciclismo se convierte en épico, el lugar más esperado por los aficionados del adoquín francés, el icono de la Roubaix. De tan sólo 2.400 metros, es el tramo con más dificultad del recorrido. El mal estado del pavé, la separación entre los adoquines y la humedad hacen que la recta en el bosque parezca interminable. A ello se le une la ligera pendiente ascendente. La guinda para el pastel, un pastel ansiado y delicioso para algunos y temido y aborrecido para otros.

Arenberg París-Roubaix

Fue en tiempo de Napoleón I cuando el tramo de Arenberg vio la luz para facilitar el tráfico de mercancías. En plena zona minera a las afueras de Valenciennes, el Trouée d’Arenberg fue introducido en el recorrido en 1968 gracias a la persistencia de Jean Stablinski, un antiguo minero pasado al pedal que fue Campeón del Mundo en 1962. Se mantuvo vigente hasta 1974, retomándose su paso a partir de 1983.

Originalmente la entrada al Bosque de Arenberg era ligeramente cuesta abajo, lo que hacía que la peligrosidad se elevase debido a la lucha por las posiciones cabeceras y la alta velocidad con la que se entraba al estrecho y sinuoso tramo. Numerosas caídas y pinchazos se sucedían bajo la incesante mirada de los árboles de Arenberg. Favoritos a la victoria perdieron todas sus opciones de disputar el triunfo en los 2.400 metros que componen el tramo. Entre ellas destaca la falta caída de Johan Museeuw en 1998 en la que se destrozó su rótula izquierda que le tuvo a punto de perder su pierna. Después de este grave acontecimiento, el tramo invirtió su marcha para reducir la velocidad en 1999.

Arenberg París-Roubaix2

Debido a las malas condiciones, Arenberg quedó fuera del recorrido en 2005. Una inyección económica de las administraciones locales para la mejora del adoquín, como de los márgenes del tramo, lograron que en 2006 regresase para seguir marcando el inicio del Infierno camino del velódromo de Roubaix. Aún estando lejos de meta, Arenberg representa la esencia viva de la Roubaix, el primer lugar donde los favoritos someten al resto de los rivales y donde el ciclismo vive uno de sus episodios épicos.

Porque, ¿qué sería una París-Roubaix sin el Bosque de Arenberg?