
(Foto: Luc Claessen)
En la parte menos belga de Bélgica van contando las horas que faltan para que el domingo, a eso de las diez de la mañana, se dé el pistoletazo de salida a la Ronde van Vlaanderen, el Tour de Flandes de toda la vida. Son ya semanas de preparación para el Madrid-Barça flamenco, que empezaron en la Het Nieuswbald y acabarán el jueves santo en La Panne. Cuando se encara la recta final llega el tiempo para el GP Harelbeke, conocido publicitariamente como E3 Prijs Vlaanderen.
Esta carrera solía ser el último asalto serio para los candidatos a la victoria en De Ronde -no todos corren en La Panne, sobre todo por el temor a las caídas-. Esta condición se ve comprometida en 2010 por el cambio de fechas de la Gent-Wevelgem; usualmente los grandes capos no batallaban por la victoria en la G-W, pero quién sabe cómo les afectará el cambio de fechas que mañana comprobaremos. Harelbeke fue durante cuatro temporadas consecutivas coto privado de Tom Boonen, hasta que Arvesen rompió la racha en 2008. No pasaba nada, porque los máximos favoritos no llegaron a disputar la victoria en aquella edición. En cambio, el año pasado Filippo Pozzato, en su mejor campaña en el Norte, sí que le arrebató a Boonen el gran premio de forma dolorosa, en grupo reducido y al sprint.
Para esta edición, porque al fin y al cabo no le había ido tan mal en 2009 (ganó en Roubaix y su compañero Devolder hizo lo propio en Flandes), Boonen no se movió su hoja de ruta tradicional: en el Paterberg, a 42 kilómetros de la línea de meta, pegó un hachazo que hizo trizas al pelotón y sólo mantuvo a dos superclases a su rueda, Fabian Cancellara y Juan Antonio Flecha. Unos metros por detrás se quedó Pozzato, dorsal uno, que o no tuvo piernas o no tuvo vista para llegar hasta Tommeke.
Así se escribe la historia. Las tres locomotoras cogieron y trituraron enseguida a los escapados del día, entre los que sólo el RadioShack Rosseler aguantó unos kilómetros. Fue este ex Quickstep al que se agarró Pozzato para protagonizar una bellísima persecución durante los siguientes 15 kilómetros; llegó a tener el grupo a apenas 10 segundos, pero Rosseler se cayó de maduro y era imposible competir en solitario contra la unión de semejantes rivales. El campeón italiano acabaría siendo absorbido por el grupo de Rabobanks (Boom, Langeveld, Maertens) y Vacansoleils (Marcato, Leukemans) que venía por detrás desde el Paterberg.
Por delante no hubo movimientos. Los tres colaboraban con entrega y con cabeza hasta los últimos tres kilómetros. Con este patrón de carrera, Boonen había ganado infinitas carreras por el Norte: rompe la carrera desde lejos y se lleva a una o dos víctimas con las que va colaborando hasta que las funde al sprint. El catalán y el italosuizo forman parte de la lista de damnificados por el Movimiento Boonen.
Después de una campaña penosa en 2009, Cancellara llega al Norte pletórico, y así se lo quiso enseñar a todos sus rivales. Entre la pancarta de dos para meta y del último kilómetro, Espartaco atacó a sus dos rivales justo antes de una curva de izquierdas. Por lógica y por galones, fue Tom Boonen el que salió a por él, con Flecha haciendo esfuerzos a su rueda. El astro belga no dejó que Cancellara tomara más de 20 metros de ventaja cuando le pidió relevo al del Sky. Flecha se lo pensó y aunque finalmente pasó, lo hizo con titubeos: tirar era su única opción para ganar, pero hacerlo demasiado fuerte le serviría a Boonen la victoria en bandeja. Entre las dudas, el tremendo esfuerzo y las capacidades de Cancellara, un llegador de primerísimo nivel, el campeón nacional suizo -ver a Boonen, Cancellara y Pozzato peleando por Flandes y Roubaix envueltos en sus respectivas banderas será como un viaje temporal- levantó los brazos triunfante. Boonen fue segundo, Flecha, tercero y Pozzato, cuarto, tras imponerse en el sprint del grupo de Rabobank y Vacansoleil.
Cancellara ha lanzado un aviso muy serio a Tom Boonen, pero también a Filippo Pozzato, a Juan Antonio Flecha y a Stijn Devolder. Por diferentes razones, los cuatro necesitan como el aire levantar los brazos en Meerbeke.