En el 88, mientras Serafín Zubiri cantaba ‘pedaleando’, Sean Kelly se llevaba su primera y única Gran Vuelta. Kelly, irlandés corriendo en un equipo tan vasco como el Kas de limón, cerró su evolución a vueltómano intuida en la París – Niza un 15 de mayo en Madrid. La Vuelta de 1988 tuvo de todo: abanicos que dejaron tirados a líderes en la primera semana, grandes victorias y grandes desfallecimientos, una lucha, siempre interesante, entre estrellas de aquí (Anselmo Fuerte, Marino Lejarreta, Ángel Arroyo, Álvaro Pino o ‘Lale’ Cubino) y de allá (el mismo Kelly, Raimund Dietzen, Robert Millar, Lucho Herrera o Fabio Parra) o el dominio de un velocista, Matthieu Hermans, que se llevó hasta seis (¡6!) etapas.

Sean Kelly

Pero también hubo boicots a la carrera. Porque de inicio, hace 25 años, la Vuelta se fue hasta Santa Cruz de Tenerife para hacer algo que, según parece, ahora es un dolor de cabeza. Allí algunos aficionados colocaron chinchetas y clavos en el recorrido de las dos primeras etapas en línea (la tercera fue una CRE por equipos que ganó el BH de Pino y Fuerte, dirigido por Javier Mínguez).

Los responsables del intento de boicot, el Frepik Awañak (Frente Popular de las Islas Canarias), se hacían notar así para dar a conocer su fundada intención, en 1986, de hacer independientes a las Islas Canarias. Ni las apariciones en prensa entonces ni ahora (con motivo de las negociaciones de Unipublic con el Cabildo para que la Vuelta vuelva a las islas), ofrecieron rédito político a un partido que lleva más de una década sin presentarse a elección alguna. Antonio Cubillo, cuyo hijo fuera detenido por lo de las chinchetas y clavos, argumentaba que en Canarias no podía celebrarse la Vuelta a España sino a África.

Otra de las cuestiones que trajo de cabeza a organización, directores y corredores fue la primera etapa. Divididos en cinco grupos de 36 ciclistas realizados por sorteo en los que los directores elegían dónde colocar sus ‘peones’, la organización dispuso que el maillot amarillo, vestido por el ganador de etapa, sería el ciclista más rápido del grupo de 36 más rápido en el circuito de 17 kilómetros. Así la colaboración por hacer llegar antes a meta a tu grupo se convertía en clave para ganar etapa y vestir el maillot de líder. Ettore Pastorelli (Carrera) se llevó el sprint de su grupo, el más rápido a la postre, consiguiendo así su mejor éxito como profesional.

La Vuelta, un evento marcado por la innovación en su salida, tuvo unos primeros compases sumidos en cierto caos, con un inicio extraño a miles de kilómetros que vería tres etapas en dos islas diferentes. Hubo equipos que perdieron material y otros que llegaron tarde en la víspera de la crono por equipos de Las Palmas. Obstáculos salvados por una afluencia de público excepcional, con colegios cerrados para que los más jóvenes pudieran ver algo histórico: la cuadragésimo tercera edición de la Vuelta a España empezaba en las Islas Canarias. Esto no sin polémica, con protestas de sindicatos de profesores y con la patronal apoyando la medida como única solución para justificar el absentismo a colegios (y trabajos) por el caos circulatorio en las capitales de provincia.

Pero el éxito de público y recepción fue tal que incluso se rumoreó y pensó con un final de carrera en las islas a mediados de la década siguiente. Ni entonces ni dos décadas después Unipublic ha conseguido volver. Y sonando ahora más fuerte que nunca el regreso de la ronda española al archipiélago, en el 25º aniversario de las victorias de Pastorelli, Iñaki Gastón y el BH, el aficionado se acuerda de algo que logísticamente es posible… pero económicamente improbable.