Acabado el Tour de Francia, es hora de echar la vista hacia atrás. ¿Qué ha pasado en este Tour de Francia? Muchas cosas. Algunas nos las esperábamos, otras nos las temíamos, algunas eran más corazonadas que posibilidades reales, otras han sido grandes sorpresas. Dentro de estas grandes sorpresas, las cuales no nos esperábamos de todas todas, destacamos estas cinco:
La fragilidad de Team Sky
La tiranía comenzada en 2011 por los hombres de negro en el calendario World Tour, acrecentado en el Tour del 2012 y que este año parecía seguir por el mismo camino, más si cabe tras ver a Froome y a Porte hacer 1-2 en Criterium du Dauphiné, a menos de un mes de la salida del Tour. Con un equipo prácticamente sin resquicios nos hacía temer que este Tour sería un calco del anterior. Nada más lejos de la realidad. Este año, ya fuera por una mala decisión del nueve, por las caídas que han mermado de manera sensible al equipo durante las etapas llanas o con desconexiones como la de Kiryienka que le hicieron llegar fuera de control, nos han hecho ver a un Team Sky más humano que nunca. Con el día de Bagnères de Bigorre, como el máximo exponente, día en el que Froome se quedaba sólo a más de 100 kilómetros de meta. Hemos pasado de ver un treno en las ascensiones donde hasta Cavendish ayudaba, a unas etapas finales donde sólo quedaba Richie Porte junto al líder cuando era la hora de jugarse las habichuelas. Una fragilidad difícil de aventurar hace 3 semanas.
Marcel Kittel, nuevo rey de la velocidad
Si hubiésemos preguntado antes de la salida de Córcega quien era el mejor sprinter del pelotón y quién vestiría el primer maillot amarillo, el nombre de Mark Cavendish hubiese salido en la mayoría de quinielas. El año pasado sin ir más lejos, en la ronda gala, sin un equipo enteramente a su disposición consiguió tres victorias de etapa. Este año, con Omega Pharma Quick Step diseñado para el lucimiento de Mad Max, se preveía como una lucha desigual frente a otros grandes velocistas como André Greipel o Marcel Kittel. Pero todo ha cambiado 23 días después. A sus 25 años, el gran dominador de los sprints no ha sido el de la Isla de Man. En su lugar un joven germano ha dominado la especialidad. Hablamos de Marcel Kittel. Seis sprints puros hemos visto en este Tour, con el resultado de cuatro victorias para Kittel por una para Cavendish (sí, sabemos que ganó otra etapa, pero sin rivales de su nivel) y otra para André Greipel. El summun, el encumbramiento de Marcel Kittel, sin lugar a dudas, el majestuoso sprint de los Campos Elíseos. ¿Estamos ante un cambio de ciclo?
La debacle francesa
Los dos últimos Tours han sido un resquicio de esperanza para Francia. Pierre Rolland, Thomas Voeckler, Thibout Pinot, incluso Tony Gallopin o Arnold Janneson. Corredores que habían destacado en los dos últimos años en la ronda patria y que junto a Nacer Bouhanni podían hacer soñar a la afición con el resurgir nacional. Sin embargo, este Tour del centenario ha resultado ser una gran debacle para todos ellos. Más allá de la combatividad y la lucha por el maillot de la montaña de Pierre Rolland, el protagonismo francés se ha visto reducido a la victoria parcial de Cristophe Riblon en Alpe d’Huez, que no es poco. Pero lejos de lo que en un principio debería de haber sido. Al final, la lucha por una buena genera ha recaído en el incombustible Jean Cristophe Peraud , concluída con el mal fario de Chorges. De nuevo, la luz al final del túnel se ha vuelto tenue, aunque siempre queda un lugar para la esperanza. El buen hacer de Romain Bardet que sin mostrarse en exceso, ha demostrado ser un hombre (de sólo 22 años) a tener en cuenta en el futuro. Esperemos que no sea la eterna esperanza gala.
Un Tour tan divertido
Objetivamente, si uno repasa las clasificaciones se encuentra con un vencedor que viste durante los últimos 13 días el amarillo, que aventaja con más de cuatro minutos al segundo (perdiendo un minuto en París en busca de la foto de equipo). Un podium con más de un minuto y medio con el 4º clasificado. Un gran dominador en las llegadas masivas como Marcel Kittel. Un Tour más, vamos. Pero la realidad ha sido muy distinta. Hemos estado ante unos de los Tours más divertidos en muchos años. Sin un equipo de los sprinters que haya sido el gran dominador en las llegadas, con un equipo del líder que sólo fue sólido en la primera etapa de montaña, con abanicos que eliminan a favoritos. Etapas de montaña donde lejos de atacarse a 3-5 kilómetros de meta, se atacaba en el penúltimo puerto (Quintana en Pailhères) o a más de 10 kilómetros de la llegada como en el resto de llegadas en alto. Con el líder desarbolando a su equipo con ataques tan divertidos como “innecesarios” para acabar medio apajarado a 4 kilómetros de meta. Un Tour este del Centenario que nos reconcilia con el ciclismo en las Grandes Vueltas. Alejado de esas etapas sota, caballo y rey de los últimos años, en los cuales el desenlace era tan previsible como mañana hará calor.
Ninguna victoria española
Quince años después, tras aquel fatídico Tour de 1998, con caso Festina y equipos españoles retirados en bloque a 4 y 5 días del final del mismo, hemos vuelto a revivir un Tour sin victorias españolas. El que más cerca lo tuvo, Alberto Contador en la contrarreloj de Chorges y José Joaquín Rojas en Lyon. Sin duda alguna, este no ha sido un buen Tour, en general, para los ciclistas españoles, y es que, exceptuando a Joaquim Rodríguez, los objetivos no se han cumplido en la mayoría de los casos. ¿Estamos ante el final de una época? ¿Dará alguien el paso adelante tras la “edad de oro del ciclismo español”? Al menos, entre los equipos nacionales, Movistar sí que ha sabido lo que es levantar los brazos en meta. Hasta en tres ocasiones. Rui Costa y Nairo Quintana tienen la culpa de ello. Quién no se consuela es porque no quiere.