Ya ha llovido lo suyo desde que en 2008 Gert Steegmans (Hasselt, 1980) saborease la gloria en los Campos Elíseos de París. Con Tom Boonen apartado por primera vez del Tour por sus ‘affairs post-Roubaix’, el ciclista belga se presentaba por fin al Tour de Francia como punta de lanza en su tercera participación en la Grand Boucle tras años al servicio de Robbie McEwen en Davitamon-Lotto y el propio Boonen en QuickStep, quien un año antes había regalado a su fiel escudero su primera gran victoria en un impresionante 1-2 de la escuadra belga en la llegada del Tour de 2007 a Gent.

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Le había llegado el momento de cambiar de aires y en 2009 puso rumbo al recién llegado Katusha donde se reencontró con Robbie McEwen, aunque esta vez casi de igual a igual. El inicio de año con el equipo ruso no pudo ser mejor con victorias en Mallorca y Andalucía, pero a medida que la temporada avanzó las cosas se fueron torciendo hasta que la situación explotó tras su negativa a firmar el documento por el que todos los ciclistas de Katusha aceptaban cláusulas tales como que en caso de positivo, los corredores deberían indemnizar al equipo con una multa igual a cinco veces su salario. Steegmans se quedó sin Tour ni equipo.

Acabó recalando en RadioShack, donde por fin adoptaba el rol de sprinter estrella. Las cosas allí no fueron mucho mejor y desde el primer contratiempo en forma de rotura de clavícula en Paris-Nice, su temporada fue discreta hasta el punto que abandonó la formación estadounidense y regresó a QuickStep para reencontrarse con Tom Boonen y su rol como gregario. Pero también con el triunfo, en la Nokere Koerse, una victoria que definía bien lo que había sido su figura en los años anteriores. La temporada del equipo fue desastrosa y poco pudo sacarse en claro; casi tanto como durante la siguiente, donde a pesar de presentarse junto a Nikolas Maes como el gran apoyo del renacido Tom Boonen en el Tour de Qatar poco después sus caminos se separaron y, con la esperanza de explotar sus condiciones como velocista, tuvo por enésima vez un calendario alternativo de nivel, pero por enésima vez sucumbió.

A pesar de todo se había ganado el reconocimiento de su equipo y empezaba la temporada decidido a volver a sus orígenes. Las aventuras por su cuenta no habían tenido los resultados esperados y retomó el rol que años antes había hecho de la suya una figura codiciada en el pelotón. Para ello no podía tener mejor estímulo, la llegada de Mark Cavendish. Costó lo suyo engranar las piezas y la situación se tensó sobremanera durante la Primavera, pero llegado el Giro todo cambió. Como último hombre del treno del excampeón del mundo las cosas funcionaron de tal modo que fueron cinco las etapas con las que el equipo volvió de Italia, pero sobre todo la sensación que quedaba es que había nacido en Cav una confianza ciega hacia Gert Steegmans que se vio perfectamente reflejada en Marsella, donde el belga no perdió la compostura a pesar de la llegada de los hombres de Greipel, o en Montpellier, donde si tuvo opción de meterse en en spint fue por el sensacional trabajo del belga entre el -1000m y el -500m. Es evidente que a día de hoy los trenos son imprescindibles, pero no lo es menos que a rueda de Gert todo es más fácil.

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