Mollet del Vallès rompió el ambiente de pesimismo que flotaba en la Volta. Sin televisión, con poca gente en salidas y llegadas, un recorrido monótono, la carrera vista para sentencia y su virtual ganador metido en un berenjenal de apelaciones, recursos y tribunales, la sensaciones que rodeaban a la ronda catalana no eran las mejores. Pero el público vallesano salió a la calle masivamente para animar a Contador y, de paso, también a una carrera que lo necesitaba. “La verdad es que estos días se respiraba un ambiente un poco triste en las salidas y las metas, pero lo de hoy me ha sorprendido positivamente. Había mucha gente animándonos, sobretodo a Alberto con su problema”, reconocía José Joaquín Rojas en meta, otro que necesitaba animarse después de ser segundo o tercero en todos los sprints previos. Nada mejor que una victoria, por fin, para lograrlo. “Yo no tenía dudas, pero quería ganar ya para agradecerles a mis compañeros el gran trabajo que hacen”.
Quién iba sobrado de ánimo era Nairo Quintana, el pequeño escarabajo colombiano que en su primera carrera europea del año, andaba metido en todos los cortes para asegurar el maillot de la montaña. “Venimos bien preparados de la altura colombiana, así que esperabamos dar guerra desde esta primera carrera, aunque mis grandes objetivos están por llegar: la Dauphiné Libéré y otra vez el Tour del Porvenir”, reconocía el joven escalador. Él y sus compañeros del Colombia es Pasión recibían el apoyo de sus compatriotas emigrantes. “Si quieres entrenar por aquí mientras andes por Europa, puedes venir a casa” le decían algún suporter mientras se fotografiaba con él. Entorno a la modesta camioneta del equipo se respiraba un ambiente de mucha ilusión por un proyecto que “pretende devolver al ciclismo colombiano a las grandes cumbres de las grandes carreras”, recuperar el espiritu de Fabio Parra o Lucho Herrera, a quién Quintana y sus compañeros reconocen como sus ídolos. “El triunfo en el último Tour del Porvenir fue una gran ayuda, volvió a subir el estatus del ciclismo en nuestro país y ahora queremos dar guerra a los grandes en Europa”. Este año lucharán por una de las disputadísimas invitaciones de la Vuelta. “Es difícil, pero creo que con nuestras buenas actuaciones podemos lograrlo”.
Al día siguiente amaneció lluvioso, mal asunto esperando a los corredores un recorrido urbano en Barcelona, que parece abonada a la lluvia cuando de ciclismo se trata –así fueron las últimas visitas de Vuelta (1999) y Tour– pero terminó saliendo el sol y se pudo disfrutar de cuatro pasadas de los ciclistas en un circuito que a ellos no les hizo tanta gracia. Almenos no se la hizo a Cadel Evans, que ya vestido de calle –algo peculiar, camiseta de manga corta y gorro de lana– ponía ese punto negativo en su balance de una “buena semana de entrenamiento, con buen tiempo y condiciones relativamente parecidas a las del Tour, mi gran objetivo del año”. Pese a haber ganado la Tirreno-Adriatico 10 días antes de forma brillante, el excampeón del mundo afirma estar lejos todavía de la forma de “ciclistas que irán al Giro y van más avanzados en su preparación como Contador o Scarponi” y asegura que irá a la semana ardenesa y a Romandía “sin tanta presión como otros años”, ya que está muy centrado en el Tour.
En la rueda de prensa, al ganador de etapa, el diminuto Dumoulin, solo le preguntaban dos periodistas franceses. El ciclista del Cofidis bromeó sobre el idilio que tiene con Barcelona –ya había ganado el año pasado en Montjuïc– “quizá el año que viene gane en la playa, quién sabe”. Aunque reconoció que el flojo nivel de sprinters de la prueba le había ayudado a conseguir los dos triunfos, el galo estaba pletórico de moral y anunció que correría en la Sarthe y Paris-Camembert para preparar su gran objetivo primaveral, la Amstel Gold Race. “Es una carrera que me gusta mucho y creo que se adapta a mis características, creo que puedo estar en el podio”. Una declaración de intenciones ambiciosa que, sin embargo, se puede permitir tras su gran principio de temporada.
Y luego llegó el lío. En poco rato la carpa de prensa se llenó y llegó Contador con su séquito. Las grandes estrellas nunca han sido amantes de este tipo de eventos y el pinteño no es una excepción, más tras la semana del recurso de la UCI contra su absolución, del que rechazó hablar. Sí que habló de lo mucho que le había costado controlar la carrera los últimos días –“ayer, al inicio de etapa, tuve que responder a algunos ataques personalmente – y del “gran honor” que le suponía entrar en el palmarés de la prueba. “Hasta ayer a la noche no había mirado el listado de ganadores, y me impresionó ver a todos los grandes nombres presentes”. Hubo tiempo para pocas preguntas, tras cuatro o cinco, Jacinto Vidarte dio espacio para las dos últimas y el séquito enfiló hacia el control antidoping. Tras la carpa, un coche del SaxoBank y cientos de aficionados a la caza de un autógrafo le esperaban. Mientras tanto, las vallas y el podio ya habían sido desmontados y el tráfico en el Passeig Colom se había reabierto. Hasta el año que viene, esperemos.