2013 no será la única ocasión en la que el pelotón del Tour pase dos veces por la estación de Alpe d’Huez. En 1979 también se subió este puerto alpino en un par de ocasiones, aunque con distinto formato: dos etapas consecutivas terminaron en Alpe d’Huez.

La historia del Tour de Francia de 1979 es la historia de Bernard Hinault y Joop Zoetemelk, igual que lo fue el Tour del año anterior. En aquella ocasión, ‘Le Blaireau’ sumó su primer Tour y Zoetemelk, su cuarto segundo puesto, nueve años después de la primera vez. Zoetemelk llegó a la salida del Tour del ’79, en Fleurance, con 32 años, mientras que Hinault a esas alturas ya había ganado un Tour, una Vuelta y una Lieja-Bastoña-Lieja; era el mejor ciclista del mundo. Todos los pronósticos previos le señalaban como vencedor. No se equivocaban.

Hinault se llevó las tres cronos individuales, prólogo aparte, que formaban en las dos primeras semanas del Tour. En la última, la que terminaba en la cima de Morzine Avoriaz, le sacó 2 minutos y 37 segundos a su máximo rival y se colocó como líder de la carrera. Al día siguiente, camino de Les Menuires, volvió a ganarle un minuto a Zoetemelk y se quedó con casi tres de ventaja, a falta de la doble llegada a Alpe d’Huez y de una contrarreloj de 50 kilómetros en Dijon. El Tour era tan bipolar que el tercer clasificado estaba ya a unos quince minutos de Hinault.

Con todo esto, el pelotón llegó a la etapa reina: Madeleine, Galibier vía Telegraphe y Alpe d’Huez. No hubo muchos ataques hasta Alpe d’Huez, pero apenas una veintena de ciclistas componían el grupo que se jugaría la victoria de etapa en las faldas de los Alpes. Entre Bourg d’Oisans y las primeras rampas de l’Alpe, el luxemburgués Laurent Didier y el belga Guido van Calster consiguieron una ventaja de unos dos minutos respecto al pelotón.

Zoetemelk apenas se movió en Alpe d’Huez. Se veía condenado al segundo puesto por quinta vez, mientras envejecía y los rivales más jóvenes le superaban. Tan abatido estaba, en todos los sentidos, que en la jornada de descanso que precedía a la etapa nadie fue capaz de convencerle para salir del hotel a rodar. Joop se quedó solo en su habitación.

Otro veterano, portugués, sí que atacó. Se llamaba Joaquim Agostinho, tenía 36 años y lo de veterano tiene más de una acepción: de joven, combatió con el ejército de Salazar en África. Había sido tercero en el Tour anterior pero ya no era una amenaza para el maillot amarillo, así que se fue con Jean-René Bernardeau a por la victoria de etapa. Tinho sobrepasó a Didier y Van Calster y poco después soltó de rueda al actual director de Europcar. En lo sucesivo, una curva de Alpe d’Huez se llamaría Agostinho.

Fue la mejor victoria del portugués, un ciclista extraño: de exuberante potencia física, dicen que nunca se comprometió totalmente al deporte de la bicicleta y que su carácter gentil le quitó numerosas victorias. En 1982, deprimido por no haber podido con Hinault en el Tour anterior, se volvió a Torres Vedras, en el distrito de Lisboa, a trabajar en la granja. Volvió al pelotón al año siguiente. Al siguiente, se le cruzó un perro en la Vuelta al Algarve y se cayó. Murió pocos días después por las lesiones producidas por la caída. Agostinho entró con más de tres minutos de ventaja sobre Hinault y Zoetemelk, y empezó a postularse como el máximo candidato a la tercera posición del podio, que finalmente lograría.

agostinho alpedhuez

La segunda etapa a Alpe d’Huez era más corta y menos dura: apenas 120 kilómetros y sin ningún puerto de primera o de categoría especial antes de la estación alpina, tras la suspensión del paso por el Izoard. Siendo la última jornada montañosa del Tour, Zoetemelk necesitaba un milagro para remontarle los 2’45” que le sacaba Hinault y conseguir la ventaja suficiente para aguantar el liderato en la contrarreloj de Dijon.

En los primeros metros de la segunda subida a Alpe d’Huez del Tour de 1979, Joop Zoetemelk atacó con todas sus fuerzas. Se marchó en solitario en cabeza de carrera. Joop obligó al maillot amarillo a exprimirse al máximo en la última subida. Y aun así, las diferencias entre el segundo y el primero de la general iban creciendo conforme se acercaba la meta. Zoetemelk ganó en Alpe d’Huez para explicar por qué a Alpe d’Huez se le conocía entonces como la montaña de los holandeses. Le sacó 47 segundos a Hinault, insuficientes para ganar la carrera o siquiera inquietar el triunfo del francés. Pero su negativa a la rendición, una etapa más, un año más, un segundo puesto más, se vio recompensada cuando al año siguiente ganó, por fin, el Tour de Francia (aunque mediara el abandono por lesión de Hinault). La historia iba a recompensarle tanto que hasta se proclamó campeón del Mundo años después, con 38.

Las dos victorias de Agostinho y Zoetemelk en Alpe d’Huez fueron memorables. Aquel Tour terminó con Hinault y Zoetemelk llegando juntos a París, en solitario, por delante del pelotón, el epílogo más conciso posible de lo que había sucedido en carrera. Como casi siempre, también ganó Hinault.

Foto: France Presse

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