Dentro de la carrera de Peter Sagan, una consecución de desafíos a la lógica humano-ciclista, hay uno de sus hitos al que no se le ha prestado mucha atención: ganar el maillot verde del Tour de Francia en su primera participación y con 22 años. Sólo Willy Planckaert, en 1966, lo ganó más joven que el eslovaco, precoz entre los precoces. Con Sagan, la cuestión no sólo fue su victoria, sino la autoridad con la que se produjo: aventajó en más de 140 puntos a André Greipel, segundo clasificado. Peter Sagan parece hecho a medida para coleccionar maillots verdes.

Sin embargo, el sistema de puntuación del Tour de Francia da esperanzas a los aspirantes al trono del vert. Al contrario que en el Giro y en la Vuelta, el Tour reparte más puntos para la clasificación de la regularidad en las etapas llanas que en las de montaña, tanto media como alta, y las de contrarreloj. Mientras que los tres primeros de una de las ocho etapas consideradas como llanas (por orden, las llegadas a Bastia, Marsella, Montpellier, Albi, Saint-Malo, Tours, Saint-Amand-Montrond y París) suman 45, 40 y 35 puntos, en las de media montaña consiguen 30, 25 y 22, y sólo 20, 17 y 15 en las de alta montaña y contrarreloj. Estas últimas puntúan lo mismo que los sprints intermedios, en los que también consiguen puntos los quince primeros clasificados. La puntuación descarta por completo a los hombres de la general.

La receta, por tanto, para quitarle el verde a Sagan es dominar los sprints. Si hablamos de este dominar, el único nombre que debemos mencionar es Mark Cavendish. El campeón nacional británico, vencedor de la regularidad en 2011, necesitará llevarse tantas etapas como pueda si quiere volver a vestirse el maillot verde en los Campos Eliseos. El año pasado consiguió tres, las mismas que Sagan y Greipel, y se quedó muy lejos de la lucha por el verde. La peor noticia para él es que incluso ganando las ocho etapas llanas y los 360 puntos que reparten, no tendría garantizada la victoria (Sagan sumó 421 el año pasado).

Foto: L'Equipe

Foto: L’Equipe

La versatilidad de Sagan es un aspecto clave por la renovación de los sprints intermedios: el eslovaco no tiene ningún problema en meterse en fugas de montaña. Esta característica es su ventaja decisiva respecto al resto de candidatos, ya que es tan rápido como cualquiera y sube mucho más que el resto. Greipel, uno de los hombres que seguro que tendrán el maillot verde entre ceja y ceja, puede conseguir más puntos que Sagan en los sprints, pero no los suficientes como para compensar los ases en la manga del líder de la Cannondale. Así sucede con otros candidatos como Matthew Goss, Marcel Kittel, Alexander Kristoff, John Degenkolb y Nacer Bouhanni, sprinters más o menos puros que pueden ganar etapas pero difícilmente se acercarán a los registros necesarios para el verde.

Hay dos ciclistas que se acercan a la versatilidad de Sagan: Edvald Boasson Hagen y José Joaquín Rojas. El problema para el primero es que, además de tener muchos problemas para ganar en sprints masivos, tiene casi prohibido el brillo individual en este Tour; el de Rojas, que su poco ‘punch’ en las volatas merma casi por completo sus opciones. En 2011 fue segundo contra Cavendish a base de conseguir puntos, como el nombre de la clasificación indica, con mucha regularidad. Esa receta no sirve contra Sagan, tan bueno como el mejor que haya habido en esta faceta.

El maillot verde echará de menos otra vez a Thor Hushovd, ganador en dos ocasiones, inmerso en una cuesta abajo que parece no tener arreglo. Sagan lo agradecerá. Y, si el eslovaco repite este año, Erik Zabel y su récord en la clasificación (seis victorias) pueden empezar a preocuparse.