El ciclismo está repleto de historias de grandes campeones, campeones que vencen en grandes carreras y que los hacen ser recordados por infinidad de años. Todos recordamos las gestas de Coppi, los duelos entre Anquetil y Poulidor, o los 5 Tour de Francia de Indurain. Esta historia ni mucho menos es una de ellas, al contrario, es la de un ciclista ignorado, un ciclista que el destino le dio un Tour de Francia, Tour del que sigue arrepintiéndose haber ganado incluso 57 años después.
La de Roger Walkowiak (Montluçon, 1927) es una de esas historias un tanto peculiares. De padres polacos, de ahí su apellido, el suyo se dedicaba al duro oficio de la minería, y se trasladaron a Francia para alcanzar un nivel de vida un poco más alto. Él nació y desarrolló su juventud trabajando como tornero de metales en el centro del país, mientras compaginaba su trabajo con su pasión, la bicicleta. Pasó a profesionales ganando apenas un par de carreras, y es que si en algo destacaba era en sus cualidades como gregario.
Pese a ser un simple gregario, Walko, apodo por el que se le conocía en el mundillo, ganó dos etapas en la Vuelta a España y finalizó en segundo lugar la Paris-Nice de 1953. Pero si por algo se conoce al ciclista galo, es por conseguir la victoria en el Tour de Francia de 1956. Peculiar su historia, porqué está llena de casualidades. Le llamaron para ocupar una vacante y correr en el equipo francés del nordeste-centro, por entonces el Tour aún se corría por regiones entre los equipos franceses y Walko ocupó la plaza que dejó Gilbert Bauvin, al que casi a última hora llamaron para participar con el potente equipo principal de Francia capitaneado por Raphaël Geminiani.
El 11 de Julio de 1956 iba a cambiar para siempre la vida del reservado ciclista francés. La 7ª etapa del Tour de Francia entre Loirent y Angers, de 244 kilómetros, iba a ser testigo de cómo Walkowiak en una fuga de nada menos que 31 ciclistas cruzaba la meta en 19º posición, siendo el mejor colocado de todos y por lo tanto nuevo líder del Tour de Francia aventajando en 18 minutos a los grandes favoritos antes de empezar la carrera.
El ciclista, reservado y un tanto incómodo, escondió la mirada entre el manillar de su bicicleta. El periodista se impacientaba ya que Walkowiak apenas pronunciaba monosílabos: “Roger, eres líder del Tour de Francia. Miles de personas te están viendo y quieren saber qué sientes con el maillot amarillo puesto”. Walkowiak se llevó las manos a la cara, nervioso y asintiendo al periodista con la cabeza, apenas tartamudeó unas palabras: “Es increíble, no puedo creerme lo que ha pasado, es increíble…”. De pronto, Walko no pudo aguantar su emoción y tuvo que abrazar al periodista llorando sin parar de repetir “es increíble, es increíble…”.
Las ausencias de Bobet, Coppi o Koblet, hacían que el descontrol y las fugas estuvieran a la orden del día. Tan solo tres días más tarde, Walko perdía el amarillo en detrimento de Voorting, un amarillo que ya no volvería a coger hasta la 18ª etapa. Wagtmans, que desde la 15ª etapa se había situado líder, tuvo una terrible pájara tras un duro ataque de Charly Gaul. La 18ª etapa quedará marcada por la exhibición del luxemburgués, pero además por el pundonor de Walko, que fue el primero en llegar a meta de los mejor colocados en la general, situándose así de nuevo como maillot amarillo de la carrera.
Las últimas cuatro etapas defendió el amarillo como mejor lo sabía hacer, metiéndose en todas las fugas en el llano y aguantando una crono de 73 kilómetros para decepción de un público que quería verle ceder el amarillo. La historia llena de casualidades cerraba un círculo para Walkowiak, un círculo que empezó de carambola y en el que ganó precisamente al ciclista que le había dejado su hueco en la selección de nordeste – centro, un Gilbert Bauvin que finalizó en segunda plaza. No ganaba Louison Bobet ni Fausto Coppi, lo hacía Roger Walkowiak, un desconocido para el gran público y un ganador que no atraía a los aficionados. Incluso el director de la carrera, Jacques Goddet, se atrevió a criticar duramente la victoria: “la ovación del público pareció más una lamentación”.
Desde ese momento su vida pasó de ser un sueño a ser una autentica pesadilla. Le acusaban de no ser un campeón con titulares como: “Walko ganó el Tour en el llano, no es un campeón”. La presión que ejercieron contra su figura desde los propios aficionados a la prensa, Walkowiak no la llevó nada bien y era blanco de todas las críticas. Sus posteriores apariciones en el Tour no ayudaron a mejorar su imagen de cara al público, una retirada y un 75º puesto de la clasificación general fue lo mejor que pudo hacer.
Walko cayó en una depresión y se intentó alejar de la vida pública retirándose del ciclismo. Abrió un bar con la intención de mejorar su estado y cuando se corrió la voz, los aficionados fueron rápidamente al bar, pero no con ánimo de saludarle sino para burlarse de él. Roger no levantaba cabeza, cerró su bar y volvió a trabajar en la vieja fábrica de Montluçon. 40 años después de su victoria a finales de los 90, concedió una entrevista que dejó sorprendentes respuestas. Una frase impactó al gran público: “ojalá nunca hubiera ganado el Tour”. Antes de finalizar la entrevista y tras unos segundos de silencio, la figura ya anciana de Walko rompió a llorar mientras soltaba una última frase: “nadie sabe cuánto sufrí”.
“Walko ganó el Tour en el llano, no es un campeón” el que diga esto,nunca ha ido en bicicleta.
Que increíble historia, a mi parecer un Tour ganado quizás no con las mejores piernas, pero si con la cabeza mas astuta. Que lástima el desenlace de su triunfo y la historia de su vida posterior al Tour.
Comparto lo que dice Marti, me imagino que los tipos que hablan, en especial los periodistas que lo sepultaron en los medios nunca han andado en serio sobre una bicicleta.