Tras un muy buen inicio de temporada, pintan bastos en Lotto – Belisol de cara al Tour. Jürgen Van Den Broeck va de naufragio en naufragio, Jelle Vanendert ya ha renunciado debido a un parásito intestinal y André Greipel, a pesar del buen funcionamiento de su treno, no acaba de encontrar el golpe de pedal que hace poco tiempo le situaba en posición de disputar a Mark Cavendish la vitola de mejor sprinter del pelotón. Siempre quedará el don de la oportunidad en el Giro, que en 2013 ha vuelto a dar sus frutos gracias a la victoria camino de Pescara cosechada por Adam Hansen. Pero por gris que sea el panorama siempre hay motivo para la esperanza. Y la esperanza para el equipo lotero no es otra que Tim Wellens (Sint-Truiden, 1991), sobrino del dos veces Top10 (6º en 1978, 8º en 1979) y doble ganador de etapa (1977, 1978) en el Tour, y ganador del Tour de Suisse (1978), Paul Wellens. De casta le viene al galgo.
Su carrera, como en tantas otras ocasiones, empezó en el offroad, más concretamente en el Mountain Bike, disciplina de la que se proclamó campeón nacional de Cross Country en su primer año junior en 2007, poco antes de dar el salto definitivo a la carretera. Entonces, todavía en juniors, empezó a batirse con rivales generacionales que también hoy han encontrado su sitio en el WorldTour como Warren Barguil, Wilco Kelderman, Moreno Hofland, Ian Boswell, Arnaud Démare o Barry Markus. Sus años como junior no pasaron inadvertidos y Lotto – Belisol no dudó en hacerle un hueco en su equipo de desarrollo. Los motivos eran obvios, un corredor capaz de brillar tanto en la alta como en la media montaña, y con un corazón aguerrido hasta límites extraordinarios, simplemente su punta de velocidad -para nada desdeñable- le jugó alguna mala pasaao haciendo que su palmarés con el paso a la categoría beloften sufriese un brusco frenazo.
Había madera, mucha madera. Le bastaron seis meses para convencer a Marc Sergeant de que tenía hueco en el equipo Pro tras una gran primera mitad de temporada culminada con un sensacional segundo puesto en la Toscana, en la Copa de las Naciones, superado únicamente por el talentazo italiano Fabio Aru. Se había ganado una oportunidad, y para sorpresa de todos no como stagaire, sino como miembro de pleno derecho firmando un contrato por dos años y medio. Su presentación en sociedad no pudo ser mejor y todavía hoy muchos se tiran de los pelos al ver su debut entre profesionales en las semiclásicas valonas de final de verano, batiéndose de tú a tú con total desparpajo contra aquellos a los que poco antes veía por la televisión. Continuó sorprendiendo dejándose ver en las pruebas canadienses del World Tour poco después de finalizar en el Top10 del Tour de l’Avenir, y finalizó la temporada con otro Top10 en el Tour de Beijing donde la lucha por el puestómetro echaba humo. Las esperanzas puestas en él para esta temporada eran muy altas.
Dio alguna pincelada en el Tour Down Under, territorio André Greipel, y posteriormente se diluyó hasta firmar unas clásicas de Primavera en las cotas algo discretas, cuestión perfectamente comprensible en un debutante de 22 años. Pero ha llegado el Dauphiné y Tim Wellens ha vuelto en su mayor expresión. Tres fugas, dos de ellas en las etapas de montaña camino de Valmorel y Risoul. En ellas asumió el rol de protagonista y solo su falta de experiencia y espontaneidad le privaron de alzar por primera vez los brazos entre los profesionales. No tardará en llegar, que no quepa duda. Mientras, tiempo habrá para que defina qué es lo que quiere ser de mayor, opciones las tiene casi todas.