En el que por muchos se empieza a conocer como el Monumento de los sprinters, pocas son las ocasiones que el triunfo se decide de cualquier otra manera, y con los dedos de la mano tenemos más que suficiente para contar las veces que en los últimos diez años se ha decidido de manera diferente. Es por eso que esas ocasiones quedan grabadas en la retina de los aficionados, como en los casos de Bettini y Cancellara.

Si las dos mejores ediciones están clarísimas no pasa lo mismo con la tercera. Desde la redacción de Cobbles&Hills hemos tenido nuestras dudas, con defensores de incluir alguna de las de Freire, la cuarta de Zabel que cerró prematuramente su palmarés en la prueba, la de estratosférico sprint de Cavendish batiendo por un tubular a Haussler, la de Cipollini o la de Petacchi. Al final siendo tan difícil de elegir, es mucho más sencillo tirar por el camino de enmedio.

En las diez últimas ediciones sorprende que sólo un ciclista ha sido capaz de repetir victoria, el cántabro Óscar Freire, quien se ha llevado tres igualando a dos corredores de la talla de Fausto Coppi y Roger de Vlaenmick. No menos curioso resulta comprobar que los cinco ganadores que han triunfado en los últimos seis años serán de la partida el próximo sábado.

2001 Erik Zabel
2002 Mario Cipollini
2003 Paolo Bettini
2004 Óscar Freire
2005 Alessandro Petacchi
2006 Filippo Pozzato
2007 Óscar Freire
2008 Fabian Cancellara
2009 Mark Cavendish
2010 Óscar Freire

2003 – Bettini por fin se lleva la Classicissima

Han pasado sólo dos temporadas y ya echamos de menos al Grillo. Aquel año, el primero sin Mapei, se llegó a la entrada de la primavera ciclista en pleno relevo generacional, donde aquellos que habían dominado a finales de los 90 y principio del nuevo siglo como Museuuw, Jalabert, Camezind y los que aún les quedaban algunos coletazos por dar como Bartoli, Zabel o Cipolloni empezaban a dejar paso a una nueva hornada de ciclista que ya llevaban algunos años pisando muy fuerte. Entre ellos se encontraba Bettini, quien pese a haber conseguido ya dos victorias en la Doyenne nunca había conseguido el triunfo en Milán-San Remo ni el Giro de Lombardía.

Atacando en el Poggio tras un intento frustrado de mucho nivel -junto a Celestino, Freire, Vinokourov y Rebellin- en la Cipressa, llegados a la altura del santuario de Madonna della Guardia, ya en el Poggio y tras un ataque prematuro de Di Luca, se llevó con él a Mirko Celestino y Luca Paolini, junto a quienes emprendió la rápida bajada hacia San Remo. Por detrás Danilo Di Luca intentaba contactar con ellos, pero el gran trabajo de los dos corredores de Quick Step impidió que aquello se acabase convirtiendo en un dos contra dos entre ellos y Saeco. En todo momento además mantuvieron al pelotón a raya, y los kilómetros de descenso pasaban sin que les recortasen para nada la diferencia. Ya en las calles de la ciudad los tres fugados tenían un colchón suficiente para pensar que podrían jugarse el triunfo entre ellos, siendo Bettini el que más opciones tenía, su compañero Luca Paolini se vació en los dos últimos kilometros para dejar a Bettini y Celestino en recta de meta, donde la extraordinaria arrancada del Grillo haría el resto, ya que apenas le hizo falta esprintar, viendo Celestino que sus opciones se habían esfumado.

2006 – Pozzato se presenta en sociedad

Nos situamos en 2006, pocos meses después de haberse proclamado Tom Boonen vencedor en el campeonato del mundo de Madrid. En un alarde un tanto bocazas el campeón belga declaró que aquel año sólo habían dos candidatos para llevarse la Classicissima, su compañero Bettini y él, reduciéndose a él únicamente cuando el Grillo sufrió una caída que mermó su condición a pocos días de la carrera. Tommeke llegaba pletórico tras tres triunfos en París-Niza y todas las miradas se centraban en él. Pippo por su parte, era el tapado de un equipo Quick Step que volvía a vivir años dorados, un joven de 24 años que ya había apuntado muchas maneras en el profesionalismo y necesitaba un gran triunfo para asentarse en la élite.

En una de las ediciones más rápidas que se recuerdan, sólo cinco minutos más lenta que la de 1990 ganada por Gianni Bugno. En la Cipressa hubo un juego de ataques y marcajes de algunos de los grandes favoritos que dejó la carrera en un pañuelo de cara al Poggio; allí el primero en probarlo fue Fränk Schleck y más adelante Alessandro Ballan. A su rueda, siguiendo órdenes de equipo saltó Pozzato, quien pese a su voluntad no dejaron colaborar con su buen amigo para intentar llegar a meta junto a Astarloa, Samuel Sánchez, Nocentini y Fränk Schleck, que habían contactado en el descenso. Por detrás Milram quemaba a Zabel para dar opciones de repetir victoria a Petacchi y poco a poco la diferencia se iba reduciendo hasta que la fuga estaba vista para sentencia entrado el último kilometro. Ya en via Fiume, Nocentini lanzó un ataque a 600m de meta, que a 400m ya no tenía opciones. Fue entonces cuando Pippo lanzó su ataque, y pese al empeño de Ale-Jet en impedirlo se alzó con la victoria, la 50ª para los ciclistas transalpinos en la Classicissima, con Boonen celebrándolo desde la cuarta plaza.

Filippo Pozzato era ya un grande, o al menos, eso era lo que todos nosotros pensábamos por aquel entonces.

2008 – Cancellara toca el cielo en marzo

Durante el mes de marzo, exceptuando París-Niza, la acción está en Italia, y allí un nombre sobresalió por encima del resto: Fabian Cancellara. Había ganado la Strade Bianche y Tirreno-Adriático, su primera vuelta importante de una semana. Llegaba por méritos propios como el gran favorito para llevarse la Classicissima.

Siendo cazado un grupo que escapado en la Cipressa comandado por Paolo Bettini, el primero en atacar en el Poggiofue Bertollini, a quien se unirían Fränk Schleck, Franco Pellizotti y Raffaele Illiano, mientras por detrás Rabobank trabajaba para Freire hasta que a medida que se acercaba la cima se sucedieron los ataques de Ballan, Rebellin y Gasparotto que neutralizaron a los cuatro de cabeza y descolgaron al grueso del pelotón, quedando apenas una decena de corredores, incluídos Freire, Pozzato y Hushovd, cuando un prometedor Philippe Gilbert lanzó su ataque mientras se coronaba y se lanzaba hacia el rápido descenso. Cancellara, viéndose en una situación inmejorable, tomó el mando del grupo y lo condujo hasta la rueda del valón, alejando también al gran grupo de la victoria final. Acabando el descenso, Cancellara no dudó en asumir el peso de la persecución de aquellos que habían saltado poco antes, y tras un ataque inherte de Landaluze, Cancellara saltó a su rueda sin nadie que le siguiese. Se encontró en el escenario ideal con el pelotón sin opciones y un grupo perseguidor que pese a que le apretaba, en ningún momento dio la sensación que podría atraparlo, y así el suizo entró triunfal, consiguiendo su segundo Monumento y dejando claro que no era únicamente el que ganó una París-Roubaix gracias a un paso a nivel, ni el mejor contrarrelojista del mundo, sino que a partir de entonces habría que tenerle muy pero que muy en cuenta allí donde se lo propusiese.