El próximo sábado, las esperanzas de los españoles estarán puestas en Oscar Freire, el ciclista cántabro que puede hacer historia si gana la Milán-San Remo por cuarta vez. Bien es cierto que este tipo de carreras son cada vez menos ‘extrañas’ para nuestros corredores, pero hoy por hoy tan sólo se puede catalogar a un español en una relación de favoritos: y ese otro no es otro que el líder de Rabobank. ¿Podría ganar algún otro al sprint como Ventoso, o incluso escapado, tipo Flecha? Quizá, pero ya sería el terreno de la sorpresa.

Todos sabemos que Freire no ha sido el primer español en ganar la ‘classicissima’: ese honor le correspondió a Miquel Poblet, como vencedor en 1957 y 1959. Pero Oscar ni siquiera es el primer ‘cántabro’, en sentido amplio, en imponerse en la Via Roma de San Remo. Fue un francés de Rennes, aunque hijo de emigrantes cántabros; y precisamente de Torrelavega, como el propio Freire: Marc Gomez, vencedor de la edición de 1982, precisamente el año de su debut en la ‘Primavera’… y entre los pro, en una edición que presentaba un importante cambio.

A sus 27 años, era el típico ciclista que estaba en ese limbo entre los ‘diletanti’ y los profesionales, para el que una migaja de buena o mala suerte podía proporcionarte la oportunidad soñada en la máxima categoría o quedarse para siempre como amateur. Pues bien, el bueno de Gomez se encontró con un contrato en el modesto Wolber. Y en aquella época en la que no había ProTours ni inventos similares, incluso militando en un conjunto de segunda o tercera fila podría presentársele la oportunidad de brillar en alguna carrera mayor. Como la Milán-San Remo de 1982, ya que estaba entre la formación que presentaba la escuadra de neumáticos francesa.

Aquella edición tenía algo de especial, comentábamos. Vicenzo Torriani, el ‘capo’ del Giro, la San Remo y todas las organizaciones de lo que hoy conocemos como RCS, se había hartado de que la carrera tuviera un desenlace bastante previsible: un ataque en el Poggio, bien subiendo, bien bajando, para llegar con una leve diferencia a la meta. Paradójicamente Enzo había colocado este ‘capo’ en la parte final en 1960, a raíz de las victorias al sprint de los Poblet, Van Looy, Van Steembergen en los cincuenta con el fin de evitar este desenlace masivo. Por ello, en 1982 estrenó otro ‘capo’, la Cipressa, con el objetivo de que la carrera pudiera romperse mucho antes, dando opciones a los valientes… aunque ello le llevase a confeccionar un recorrido por encima de los 300 kilómetros. Nadie protestó en exceso por la distancia, eran otros tiempos.

Con este nuevo panorama, ni corredores, ni directores, ni periodistas estaban muy seguro de cómo podría desarrollarse la carrera… salvo que nadie apostaba por el éxito de una fuga inicial, aunque en esto del ciclismo siempre hay valientes que tienen que buscar los laureles exclusivamente por este difícil camino. Hasta ocho corredores se escaparon casi de salida: no he podido encontrar los nombres de todos ellos, aunque sí de los tres que fueron los indudables protagonistas: Claudio Bortolotto –el más peligroso de todos-, Alain Bondue -un excelente rodador que también conoció bastantes éxitos a posteriori como director-, y nuestro amigo cántabro, Marc Gomez, que se unió a la fuga animado por su paisano Maurice Le Guilloux sabiendo que no tenía nada que perder. Quien se lamentaría toda su vida de no haberse metido fue Vittorio Algeri, inicialmente en el corte, pero que no quiso embarcarse en una aventura que creía condenada al fracaso, al menos a priori.

El pelotón dejó hacer, y cuando quiso reaccionar era ya demasiado tarde: Bortolotti, Bondue y Gomez se presentaban en La Cipresa con siete minutos, una vez que el resto de integrantes de la fuga habían ido descolgándose. Gomez atacó lo bastante para que el italiano desapareciese de la cabeza y justificando de esta forma a posteriori que no era un inmerecido vencedor. Total, en el Poggio los dos franceses sabían que se iban a jugar entre ellos la carrera: todo apuntaba a la mayor potencia de Bondue, pero este se cayó por dos veces en el descenso: empalmó la primera vez, pero cogió miedo en la segunda, no arriesgó más… y Marc Gomez se presentaba en solitario en Via Roma, logrando la victoria de su vida.

Marco Gomez Milan San Remo

Los periodistas transalpinos corrían de un lado a otro desesperados ante su desconocimiento preguntando a sus colegas galos ¿Quién es Gomez? ¡Qué casualidad que 17 años después, en la sala de prensa habilitada en la impresionante Arena de Verona fuésemos los españoles los destinatarios de una pregunta similar! ¿Quién es ese Gómez que ha ganado el Mundial? Nuestra incomprendida costumbre de usar dos apellidos les suponía a todos los colegas presentes europeos pensar que Gómez era el apellido del ciclista milagro cuyo nombre de pila compuesto era Oscar Freire. Y muchos periódicos italianos de aquel 11 de octubre posterior recogieron la victoria del cántabro Gómez. Pero seguro que ya nadie en el mundo comete ese error.

Volviendo con el otro Gomez, Marc, tuvo aún tiempo ese mismo año de ganar –igual de inesperadamente- el prólogo contrarreloj de la Vuelta a España en Santiago de Compostela, y de militar ocho campañas en la máxima categoría, con alguna victoria interesante como el propio Campeonato de Francia; tres de estas temporadas fueron en el Reynolds (1986, 1987 y 1989, su último año en activo), antes del boom Indurain. Nada de ello le supuso decidirse a residir en su Cantabria original, sino que sigue viviendo en Rennes, donde organiza una prestigiosa marcha cicloturista con su nombre.

Roman-Mendoza / Uluru