Cuando la organización de Louisville de la mano de USA Cycling presentó el trazado que albergaría los primeros campeonatos lejos del arrullo del viejo continente, tenían en mente que éste fuese representativo del tipo de recorridos en los que acostumbran a competir las grandes estrellas yankees. Esto es, llanas praderas secas en las que ciclistas acostumbrados a la ruta pueden adaptarse muy bien de poseer un buen manejo de la bicicleta, en los que las diferencias son pequeñas ante los escasos lugares de selección y donde la técnica prima ante la ventaja que puede suponer ir a rueda.

Sin embargo, las tormentas de nieve y el descenso de las temperaturas, amén de las horas de rodaje previo por parte de los veteranos ciclistas máster en sus particulares campeonatos, transformaron aquel técnico y veloz circuito donde había triunfado Powers en octubre en un inestable, resbaladizo y pesado campo de batalla de nieve y barro en el que muchos sucumbieron antes de lo previsto. La inesperada dureza de la carrera provocó que a muchos de los valientes que desde el comienzo plantearon la prueba sin reservas les fallaran los cálculos y terminaran absolutamente desfondados, viéndose relegados al fondo de unas clasificaciones que minutos antes encabezaban.

La  infinita persecución de Albert acabó en agonía para el de Bonheiden © Cathy Fegan-Kim

La infinita persecución de Albert acabó en agonía para el de Bonheiden © Cathy Fegan-Kim

La cita reina estuvo bien servida de un puñado de sonados naufragios de ciclistas que tras asomarse a la cabeza de carrera en los primeros instantes se vieron, más tarde o más temprano, impotentes ante los rivales que sucesivamente les superaban. Los dos hundimientos más llamativos sin duda fueron, uno por su importancia y el otro por su contundencia, los de Niels Albert y Francis Mourey. El campeón del mundo, fiel a sus costumbres, terminó pagando la eterna persecución en la que se convirtió su participación tras una salida tétrica y la avería de su paisano Pauwels a tres vueltas y media del final que cortó definitivamente a él y al tricolor francés, quien después de una aceleración brutal en los primeros compases que le llevó a liderar en solitario el primer tercio de carrera, sucumbió por completo al verse alejado de la rueda de los de cabeza tras un pinchazo cuando ya se encontraba al límite de sus fuerzas.

Pero galo y flamenco no fueron obviamente los únicos que sufrieron los rigores del barro de Louisville. No menores fueron las sucesivas hecatombes de Martin Bína, que estuvo apunto de quedar apeado del top-10 tras media carrera en las cinco primeras plazas, sin duda aupado por su victoria en Hoogerheide; y Rob Peeters o Marco Aurelio Fontana, quienes tras chupar cámara durante los instantes iniciales acabaron relegados a muy lejos de los puestos de honor. Ellos al menos poseen la prueba gráfica de que estuvieron en las campeonatos, ya que otros aspirantes a realizar un buen papel fueron enterrados de principio a fin por la avalancha de lodo que cubrió el Eva Bandman Park, finalizando en unos discretísimos registros que hubieran sido bastante peores de haber formado una parrilla tan numerosa como las que se ven en Europa. ¿O alguno se acuerda acaso de la participación de Bart Aernouts (15º), Marcel Wildhaber (21º) o Jeremy Powers (25º).

La competitividad de Fontana duro tanto como el 'nitro' de su motor / Foto: www.cyclephotos.co.uk

La competitividad de Fontana duro tanto como el ‘nitro’ de su motor / Foto: www.cyclephotos.co.uk

No obstante, las otras categorías tampoco se libraron del ataque furtivo del ‘hombre del mazo’. Buena muestra de ello fue la caída en picado final del inseparable dueto formado en féminas por Sanne van Paassen y Eva Lechner. Neerlandesa e italiana rodaron en todo momento una a rueda de la otra, primero a la caza de Lucie Chainel-Lefèvre, posteriormente de Vos y finalmente pagando caro el somero atrevimiento de ir en busca de la hexacampeona mundial. Más cruel fue si cabe con Christel Ferrier-Prevot y Sanne Cant, destrozadas por un arranque discreto y problemas mecánicos hasta descolgarse a posiciones más propias de corredoras invitadas, escenas que repitió pocos minutos después David van der Poel en una categoría sub23 que fue testigo (a otro nivel) de la incapacidad del gran dominador de la prueba, Wietse Bosmans, de ni siquiera intentar seguir la estela del a la postre ganador fruto del agotamiento. Algo que Dominic Cleppe, el mejor de los ‘humanos’ durante gran parte de la prueba junior, había sufrido unas horas antes en sus propias carnes la misma sensación que el antiguo driekleur beloften, con el agravante de que sus penurias en las últimas curvas le privaron de regresar a Europa con una presea bajo el cuello, abriendo el camino de la decepción para todos aquellos que quedaron hundidos en barro y nieve.