Es usual, en muchos deportes, la unión dentro de un mismo equipo de varios integrantes de una misma nacionalidad al margen de la del propio equipo. Ocurrió, por ejemplo, en la época de Louis Van Gaal en el Fútbol Club Barcelona con la llegada de jugadores holandeses o sucede en muchos equipos de baloncesto con los jugadores norteamericanos. En ciclismo, disciplina con una acusada internacionalización, la mayor parte del plantel está integrado por corredores de varias nacionalidades donde el mayor número corresponde al país de donde procede el equipo.

Desde la creación de Astaná el vínculo que ha tenido el equipo con la federación de ciclismo del país asiático le llevó a convertirse en un proyecto nacional; los corredores kazajos serían el dominante de una plantilla que se completaría con corredores foráneos que aportasen una mayor calidad. El objetivo fue claro, conjuntar a uno de los equipos más fuertes del pelotón. Así, corredores como Alberto Contador, Lance Armstrong, Andreas Klöden, Roman Kreuziger o Janez Brajkovic daban un tinte internacional.

La época en la que Contador defendió los colores kazajos hasta siete españoles compartían equipo siendo un segundo “bando” junto a los corredores locales. Después de su marcha, la situación cambió por completo; se sumaron más nacionalidades disminuyendo el número de corredores por ellas.

Martinelli y Vinokourov, los dos referentes de dos nacionales dominantes en Astaná / Foto (c) Bettini

Con la llegada de Guiseppe Martinelli a la dirección del equipo en 2010 la segunda fracción ha vuelto a darse en el Astaná. Ya en el año de su fichaje dos ciclistas italianos firmaron por el equipo. Enrico Gasparotto, Mirko Selvaggi y Paolo Tiralongo se convirtieron en los primeros trasalpinos en vestir el maillot de Astaná. La temporada siguiente, pese a la marcha de Selvaggi a Vacansoleil-DCM, el número siguió creciendo. Mirco Lorenzetto y Francesco Masciarelli se unían a Martinelli mientras que en 2012 otros tres corredores se sumaban a sus compatriotas. Simone Ponzi, Jacopo Guarnieri y Francesco Gavazzi hacían elevar el número de italianos hasta seis después de la retirada de Lorenzetto. Dentro de la misma temporada, también Masciarelli ponían punto y final a su carrera deportiva –le fue detectado un tumor benigno- a la vez que el prometedor Fabio Aru llegaba como stagiaire en Agosto con un contrato bianual bajo el brazo.

En 2013 esta constante llegada de ciclistas italianos no para. Diez corredores formarán el núcleo transalpino. El fichaje de Vicenzo Nibali, además del crecimiento del poder y la influencia italiana, sumará también a sus dos hombres de confianza. Valerio Agnoli y Alessandro Vanotti firman junto a Il Squalo todos ellos procedentes de Liquigas-Cannondale de donde, curiosamente, han salido cinco corredores del país de la bota rumbo a Kazajistán. Al mismo tiempo, desde la Farnese Vini-Selle Italia salta al World Tour el velocista Andrea Guardiani.

Líder para las Grandes Vueltas y hombre rápido del equipo, los italianos reinan en un equipo donde la retirada de Alexandre Vinokourov deja sin un “hombre de la casa” el liderazgo y la identificación de proyecto nacional falto precisamente de ello, una referencia nacional. El tiempo dirá si Alexey Lutsenko se convierte en esa figura o si Maxim Iglinsky a base de éxitos puede aspirar a ello. Por el momento, los italianos apuntan a ser los verdaderos culpables del éxito de Astaná con el permiso de Jakob Fuglsang, Janez Brajkovic y Fredik Kessiakoff.