¡Hola de nuevo!

Ya ha pasado un mes desde la última crónica que hice, y aunque sí que escribí sobre otro tema como es la bicicleta de pista que usamos en los velódromos, ya tenía ganas de contaros como acabó realmente el año y que conclusiones he obtenido valorándolo fríamente.

No ha sido un año fácil para mí; desde el principio creía que iba a tener más tiempo para entrenar, cuidarme y descansar al solo tener cinco asignaturas y empezar el proyecto, pero cuando me fui por primera vez a Alicante unos días en el mes de enero, me di cuenta de que si me quedaban estas asignaturas no es precisamente porque fueran las más fáciles; si es el proyecto Fin de Carrera, es por algo, así que tuve que apretarme el cinturón y tirar para adelante, la temporada estaba a punto de comenzar.

Pronto empezaba la temporada con la Copa de España, mi primer objetivo del año, y a pesar de las buenas sensaciones no pude meterme en el ajo en ningún momento. Las averías mecánicas que tuve en más de una ocasión (Don Benito, Aitzondo, Valenciaga) y los despistes (Torredonjimeno, Legazpi) ayudaron a que sólo disputase la victoria en Iguanzo, pero no son una excusa; creo que hice lo intenté de todas las formas posibles, estuve muy combativo y mi forma era buena, como demostré con la remontada en Zamora o ganando el Trofeo Iberdrola pero me faltó algo. Espero aprender de los errores este año y aumentar la concentración y evitar errores desde el primer día.

Uno de los mejores recuerdos que tengo de la primera parte del año fue la concentración en Semana Santa con mi gran amigo Jesús Hernández, un enamorado de la bicicleta como yo, en la que buscamos nuestros propios límites algunos días pero siempre con una sonrisa en la boca.

Llegó mayo y cambié el chip para buscar rendir al máximo en las vueltas, con muy buenos entrenamientos y alguna carrera tomada como preparación para la Vuelta a Navarra, que me la iba a tomar como una reválida de la Copa de España para darme cuenta de que era capaz de hacerlo mucho mejor y recuperar la confianza en mí mismo, que creo que no la tenía en ese momento como debería; me costó bastante porque unos días antes de la vuelta, después de todo el trabajo hecho cogí una gastroenteritis que me hizo llegar a Navarra tiritando con cuatro kilos menos y bastante débil. Sin embargo, me lo tomé como un pulso conmigo mismo, quise desafiar a los “elementos” y darle la vuelta a todo. Son momentos en los que lo ves todo negro cuando empiezas a valorar las cosas y te das cuenta de que no puedes dejar que todo se caiga después de lo que te ha costado llegar hasta allí.

Y yo creo que no fue mal del todo, ¿no? Muy pronto, sigo con la segunda parte.

¡Un saludo!