Rabobank no ha tenido unos inviernos fáciles desde la salida de Richard Groenendaal y Sven Nys en los primeros meses de 2007 y el posterior abandono del ciclocross por parte de Lars Boom. La progresiva marcha de tres campeones del mundo ha ido reduciendo drásticamente el habitual brillo de la escuadra oranje en los barrizales más selectos del planeta, en los que poco antes acostumbraban a causar estragos de la mano de una dupla extraordinaria. La restructuración efectuada en 2010, que ha enviado a sus crossers a un equipo amateur off-road en el que carecen de un buen calendario de ruta para realizar una correcta preparación, tampoco a ayudado a revertir una situación que ha instalado a los neerlandeses en un marco de mediocridad.

Por suerte para ellos, las plegarias de la cúpula del equipo, clamando al cielo por la llegada del nuevo talento que les devolviera con solvencia a los cajones más importantes del planeta, no tardaron en ser escuchadas. Su infatigable cantera dio a luz a un nuevo espécimen capaz de amenazar una oligarquía belga cada vez más falta de enemigos. La consecución del título mundial sub23 por parte de Lars van der Haar en sus años sophomore y junior, puso manos a la obra a todo su entorno para dar el paso con los mejores lo más rápido posible para no estancar una progresión ante la falta de competitividad. Pero además, se necesitaban victorias de prestigio y se necesitaban ya.

Aernout y De Knegt, con sus antiguos colores

El obús de Amersfoort ha acabado con ambos fuera de la disciplina de Groenendaal / Foto: Alex Soro

La renovación no se hizo esperar, y para esta campaña, con el objetivo de dar ya la alternativa al talento holandés, se mostró la puerta de salida a los hasta ahora dos puntales de la escuadra neerlandesa: Bart Aernouts y Gerben de Knegt. Los jefes neerlandeses habían armado su proyecto para 2012/2013, y en su mesa les sobraban dos tuercas.

Los cuatro triunfos la pasada campaña cosechados por el de Nieuwmoer no fueron suficientes para mantenerse en el sillín del conjunto de Richard Groenendaal. La proyección demostrada por Van der Haar resultaba demasiado golosa para no asegurarse su presencia con los colores de Rabobank-Giant. A sus 30 años, tras una vida en el equipo oranje, el belga debía hacer las maletas a la humilde escuadra de Leontien van Moorsel, echado por primera vez a un lado por la incipiente fuerza de un pipiolo. Por si no fuera suficientemente complejo el cambio de aires, debía comenzar el verano sometiéndose a una operación para corregir un problema en la arteria ilíaca que le obligaba a reposar por completo un mes.

Pese a esos problemas durante su pretemporada, Aernouts aún está a tiempo de reivindicarse ante sus antiguos jefazos sobre los barrizales de las grandes competiciones, mostrándoles que con él en el equipo también se pueden conseguir (o mejorar) los resultados que han ido a buscar en el bicampéon mundial beloften. De momento, su actuación en uno de los circuitos más duros de la temporada, el pasado domingo en Ronse, ha puesto de manifiesto que la plaza que tantos años mantuvo en la gran escuadra neerlandesa estaba más que merecida, aunque fuese después de una serie de cross en los que pasó muy desapercibido. En su mano está seguir con en este buen nivel que le permita repetir los éxitos del pasado invierno o mantenerse en una anónima segunda fila que de la razón a quienes no confiaron lo suficiente en él.

Más dolorosa es la marcha de Gerben de Knegt al Orange Babies Cycling Team, cuyos ecos resuenan como cantos de una sirena ya muda. El antiguo campeón nacional de la especialidad se ha visto carrera a carrera cada vez más relegado a las profundidades de la clasificación. Sus 36 años no han caído en saco roto y han pesado fuertemente en el veterano corredor de Tilburg, quien ha visto como en cuestión de meses sus habituales presencias entre los diez primeros en las grandes citas del calendario se han convertido en contadas clasificaciones entre los 20 primeros de las carreras. Un balance de corredor sin contrato que ha dado con sus huesos en uno de los conjuntos más humildes del panorama belga, en los últimos coletazos de un pez que, aún sin agua, se niega a rendirse, a la espera de un ramalazo de clase que le otorgue el último día de brillo de su carrera profesional.