¡Hola a todos!
Hoy os escribo desde el aeropuerto de Valladolid, donde estoy esperando el vuelo hacia Palma de Mallorca para disputar el Campeonato de España de pista, que como ya os dije hace tiempo y desde principio de temporada, era uno de mis objetivos este año.
Sin embargo, en las últimas semanas las cosas no han ido como a mí me gustaría y desgraciadamente no estoy en la mejor condición para afrontarlo. He estado a punto de no ir pero el hecho de no defraudar a la gente que ha confiado en mí y a los compañeros de selección a los que espero ayudar en todo lo posible para traer alguna medalla, y sobre todo el profundo deseo de dedicarle algo bonito a mi compañero Victor Cabedo que por desgracia falleció en un accidente mientras entrenaba hace pocos días.
En Galicia no me encontré a gusto, aunque no fui mal, intenté ayudar al equipo en todo lo que pude. El primer día metido en un montón de cortes y al final tirando para que Vallejo no perdiera opciones; en la segunda escapado casi desde salida en un grupo numeroso que por un error con las radios no nos beneficiaba, así que no pude hacer gran cosa al final cuando ya había gastado mucho y una tercera etapa en la que el objetivo era que Miguelillo que iba 3º le diera la vuelta a la carrera superando a un portugués pero no fue posible. Para colmo Ángel tuvo una grave caída cuando iba con todas las de ganar la etapa, escapado con otros dos corredores.
Y es que desde que tuve la caída entrenando justo antes de la Vuelta a Valencia, todo por esquivar una furgoneta que iba como loca y por suerte no fue nada grave pero el golpe de la pierna que creía que me había provocado una contractura, acabó siendo una rotura de fibras tal y como me confirmó el fisioterapeuta esta semana cuando fui. Los masajes en las Vueltas a Valencia y Galicia no fueron profundos, como suele ser entre etapa y etapa, no vieron el problema más allá de lo superficial así hasta que no vine a Valladolid y me examinaron a fondo no me di cuenta de que lo que había estado sufriendo no era normal. Precisamente me dijo mi amigo Kike que no sabía como había podido correr, que tenía que haber parado una semana para recuperarme, pero yo, inmenso en las últimas competiciones y con muchas ganas de terminar bien el año, con el objetivo de subir al podium como había planteado la temporada, me hicieron obcecarme tanto en seguir que no me di cuenta de lo que iba arrastrando conmigo. En la situación en la que estaba, después de tener las mejores sensaciones de todo el año justo antes de caerme, de sacrificar parte del verano por rendir al máximo el mes de septiembre, no me entraba en la cabeza parar y ver realmente que pasaba, pues creía que si iba asimilando los días de competición al final todo ese trabajo saldría a la luz. Me equivoqué, fui demasiado optimista, pero es que a un ciclista le cuesta muchísimo decir “no, no voy a entrenar, voy a descansar unos días…”
Así somos, cabezotas como ninguno, pero eso es lo que muchas otras veces hace este deporte tan bonito y tan admirado aunque últimamente la verdad es que me he sentido que incluso me he planteado mi futuro en la bicicleta, me lo he pensado más de una vez antes de salir a entrenar, porque lo que le ha pasado a Víctor, ¿quién me dice que no me puede pasar a mí mañana? Desde su perdida no he parado de pensar en las similitudes entre su accidente y el mío y en la suerte que tuve. Pensándolo fríamente, no sé de que narices me quejo. Ahora mismo cuento con el apoyo de toda mi familia y amigos, y de muchísima gente que me anima cada día aunque yo no acabe de ver el sol detrás de las nubes…
Es una verdadera pena perder a un amigo, a un compañero, a una persona con la que has corrido, has entrenado, has compartido habitación; son muchos ratos y muchas alegrías las que nos dio. Recuerdo especialmente la etapa de la Vuelta a Asturias que ganó, en la que yo ya iba muerto y en un día de perros atacó en un repecho, formó él la fuga y no precisamente con gente cualquiera y les atacó en la parte final y fue capaz de aguantar sus embestidas para entrar en solitario en meta. Cuando llegué, sinceramente, no me lo podía creer…no pensaba otra cosa, ¡¡que puñetera clase tienes Víctor!!
Era capaz de cualquier cosa, no era muy regular, pero cuando tenía el día inspirado, no había quien le parase. Su movimiento subiendo me recordaba muchísimo a Contador. La verdad es que tenía un futuro impresionante, le habían cuidado muy bien desde la Fundación y estoy seguro de que iba a dar sus frutos, porque le preguntéis a quien le preguntéis, os dirá lo mismo de él: un superclase de los que escasean en España. ¡Descansa en paz amigo!
Un saludo a todos y recordad que somos el eslabón más débil en la carretera, que tenemos todas las de perder aunque el percance sea pequeño así que extremad las precauciones y respetad a los coches igual que nosotros les pedimos respeto a ellos.