Se antojaba muy complicado que Alberto Contador consiguiera ganar la Vuelta a España tras casi un año sin competir, y con apenas diez días de carreras en las piernas. Pero lo hizo. Ahora, el pinteño va a Limburgo como flamante campeón de la ronda española. En una selección con más jefes que currantes, está claro que tendrá mucho que decir.
Ciertamente, no es el perfil que mejor le viene a sus características. En un trazado repleto de cotas y pequeños muros, con el Cauberg como presumible juez -o al menos gran filtro- de la carrera, Contador no cuenta a priori entre los grandes favoritos. Sólo en el equipo español hay al menos tres que están por delante. Valverde, ‘Purito’ y Freire son más candidatos sobre el papel. También es cierto que en un grupo reducido y con hombres como Gilbert, Sagan o Boasson Hagen cerca, se le presume presa fácil. Pero su misión será demostrar que el papel se equivoca y que se puede ganar el arcoiris en la carretera.
Cuesta mucho, no obstante, creer que el madrileño será un simple gregario, una mera comparsa en este equipo de lujo. Le viene mejor el rol de hombre libre, el mismo que en un principio De Santos le ha asignado a Óscar Freire. Endurecer la carrera en busca de una oportunidad. Empezar a filtrarse en los cortes peligrosos que, a buen seguro, se producirán cuando la carrera entre ya en su fase decisiva.
A su favor juega el buen punto de forma que trae. Fino, pero a la vez fresco por no llevar toda una temporada castigado. Su compañero Valverde, por ejemplo, acumula 84 días de competición. Cierto que en una carrera de un día no es algo del todo decisivo –y menos con la calidad del murciano- pero en ese aspecto Contador tiene una ventaja no sólo sobre sus compañeros, sino también sobre todos los rivales. No hay un solo ciclista importante que lleve menos de 30 días corriendo, y eso también se notará.
Por otra parte, ante el gran equipo que ha llevado España -mirando por nombres, que luego la carretera dictará sentencia-, si la selección decide endurecer mucho la carrera Contador saldrá beneficiado. Todos saben que no es el máximo exponente del elenco de De Santos, y ese segundo plano puede ser su mejor aliado.
En contra tiene, para empezar, su nombre. Es el vencedor de la Vuelta, y se le ha visto muy bien en las etapas de muros, superado sólo por dos especialistas en los uphill finish como ‘Purito’ o Alejandro. Aunque esté un par de escalones por debajo de los favoritos, a nadie han pasado inadvertidos episodios de fuerza como la cabalgada que se metió camino de Fuente Dé. En un terreno duro donde no es fácil controlar -sobre todo cuando el pelotón quede hecho trizas entre el Bemelerberg y el Cauberg-, un ataque lejano del pinteño haría sonar las alarmas y sería reducido de inmediato.
Otro problema del madrileño es que no es precisamente un especialista en las carreras de un día. No ha destacado en las clásicas -salvo en la Flecha Valona de 2011- y tiene casi todas sus victorias en pruebas por etapas, sean de tres semanas o una. Mucho tendrá que afinar para romper esa costumbre precisamente en Limburgo. Además, cuenta con el hándicap añadido de que esta vez no es el jefe. Gestionar su paso a la ‘sombra’ dentro de la selección es un arma de doble filo. Contador es inteligente en carrera y debe hacerlo bien. De hecho, sus pocas oportunidades pasan por ahí.
Falta ver qué rol le dará De Santos. Con dos bazas claras y Freire de hombre libre, Alberto -igual que Samu, que ha rendido bien en Gran Bretaña- puede quedar como bala en la recámara. Un elemento disuasorio de valientes que se filtre en las fugas de nivel que a buen seguro habrá en el último tercio de carrera, donde la distancia a meta todavía no desata los nervios de los favoritos y da opciones a los más arriesgados. De su capacidad para moverse entre líneas depende su propio éxito.