Cuando llega el Tour de Francia, la competición que da al ciclismo un mayor espacio y protagonismo en los medios generalistas, convierte a nuestro deporte en el centro al que apuntan todas las miradas. No hay grandes campeonatos de ningún otro gran deporte. Unión Ciclista Internacional o Gendarmerie emergen, de tanto en cuanto, en el momento que transcurre la carrera. Quieren ser protagonistas, y los días de descanso son las fechas señaladas para actuar.

Los titulares que provocó Bradley Wiggins tras su demostración de superioridad en la cronometrada, han quedado hoy eclipsados por el registro y detención del ciclista del Cofidis Remy Di Gregorio. Al galo se le investiga supuestamente -una palabra denostada cuando se trata el dopaje- por su etapa en el Astaná. Según fuentes policiales, novedades en el caso en los últimos días han dado lugar a los hechos. ¿Casualidad? Al menos da que pensar que una investigación sobre temporadas anteriores, y abierta hace más de un año, se reabra durante el Tour de Francia.

¿Qué se busca exactamente? ¿Quieren dejar ver que a los tramposos se les sigue persiguiendo? Preguntas sin una respuesta clara, preguntas que para otros tienen respuesta inmediata. La desinformación fluye constantemente en estas situaciones. Hablar es libre, y como seres libres nos expresamos sobre cualquier hecho, tengamos un mayor o un menor conocimiento al respecto y seamos más o menos responsables y consecuentes con lo que escribimos. Craso error. El saber, primero, y el contrastar las fuentes, después, son cuestiones vitales para comentar cualquier situación relevante y también sensible.

Existe un gran problema: no nos damos cuenta del daño que podemos causar con una serie de palabras mal informadas y sin contrastar. El ciclismo bien sabe de ello, pero el ciclismo, también, se cuida poco de ello. Muy pocas, si no ninguna, serán las iniciativas legales de Cofidis en contra de quienes les han estado relacionando durante todo el día con el caos de Remy Di Gregorio. Y seguramente podrían. Miedo.

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Resulta triste, muy triste, ver los comentarios de los profesionales del periodismo cada vez que salta un caso de dopaje. El oportunismo, la búsqueda de la rapidez y el mérito periodístico, son males menores… pero al fin y al cabo son males. Los medios generalistas se ceban ante tal situación. Carnaza para personajes hambrientos con reservas de mala intención y ganas de protagonismo. Apenas hablarán de la carrera el resto de días, pero en tales circunstancias son los primeros en aparecer. El titular, lo más buscado. El oportunismo de la gloria. ¿Gloria? ¿Qué gloria? ¿Qué buscan con ello? El sensacionalismo emerge como principal figurante. Un figurante que todo lo sabe. Son ellos, los que buscan el retweet y las visitas, los primeros en abordar el tema cuando la paciencia, la sensatez y la cautela deberían ser la nota predominante. ¿Verdad?

Ante una caída considerable de los asuntos de dopaje, se magnifican los casos. Esa es la principal medida adoptada. Acto seguido aparecen las comparaciones, siempre odiosas. En un ciclismo que está haciendo bien las cosas para lavar esa pésima imagen de hace una década, se intentan poner trabas para que la trampa siga acaparando más actualidad que la propia competición. ¿Son los medios los que deberían dar el último paso para revertir la situación?

El nacionalismo periodístico, otro problema. Ver y defender unos colores y un país en un deporte que no debe de entender de banderas. El ciclismo es grande por eso. Lo mismo apoyas y gritas en pie por un español que por uno de mucho más allá. ¿Acaso no celebramos las victorias de Peter Sagan? ¿Acaso no disfrutábamos con el ciclismo de Laurent Jalabert o Claudio Chiapucci? Si es un caso de un compatriota lo defendemos a ultranza pero si es de otra nacionalidad, se convierte en el punto de mira. ¿Dónde hemos olvidado el objetivismo? Pasemos página, dignifiquemos el ciclismo, seamos duros con quien se equivoca -y esté demostrado-, y miremos al frente, como bien dijo Pablo Lastras “el ciclismo merece la pena”.