Una año más llega el Tour de Francia, la carrera más importante del mundo con la que emerge una apisonadora mediática que trasciende mucho más allá que el propio deporte. Atrae a millones de aficionados que apenas saben de la existencia de más pruebas de esta índole, a marcas que ven en la Grande Boucle un escaparate mundial en el que mostrar su logotipo corporativo durante horas y horas y, por encima de todo, a ciclistas que saben que su actuación durante julio en Francia eclipsa todo lo hecho durante los otros once meses.

Que se lo digan sino a Bradley Wiggins, quien se ha ganado a pulso aparecer en la mayoría de las quinielas como máximo favorito a lucir el amarillo con el Arco del Triunfo a su espalda. Su inicio de campaña, excelso, en el que se ha llevado las tres vueltas WorldTour que ha disputado (Paris-Nice, Tour de Romandië y Critérium du Dauphiné) bien vale para recibir esta consideración. En una entrevista a The Telegraph a finales de mayo respondía con un rotundo “nothing else matters a la cuestión sobre su asalto al amarillo.

Un plantel para dominar el Tour con Bradley Wiggins a la cabeza / Foto (c) Team Sky

Desde la restructuración del ciclismo en el año 2005 nadie ha conseguido tres rondas por etapas de la máxima categoría en una solo temporada, y mucho menos acompañadas por una gran vuelta. Esto pone sobre le mesa dos ideas muy claras: que la temporada de Wiggo es sobresaliente y que la hazaña de alcanzar la gloria en París es sin duda muy complicada. ¿Imposible? Rotundamente no. Sin ir más lejos, el año pasado Cadel Evans llegó a la Grande Bouclé con una trayectoria prácticamente calcada a la del británico con triunfos en Tirreno, Romandía y un segundo puesto en Dauphiné (precisamente tras Wiggins), y acabó subiendo a lo alto del cajón en los Campos Elíseos.

Para lograr este objetivo el británico no sólo cuenta con su calidad, una meticulosidad que también bien encaja con el equipo Sky o una enorme ética de trabajo (esa que le llevó a preparar la Vuelta con el rodillo en un cobertizo a más de 40º), sino con un equipo estratosférico tanto dentro como fuera de la carretera. Sus acompañantes en las carreteras galas son la envidia de todos los aspirantes a alzarse con el triunfo en París. Richie Porte, Edvald Boasson Hagen, Konstantsin Siutsou y, por encima de todos, un gregario con alma de outsider como Chris Froome, guiarán por Alpes, Pirineos y el Jura al campeón olímpico en persecución con un ritmo programado y cocinado por la cara oculta de la luna: el cuerpo técnico y directivo del equipo británico.

Gráfica de Brailsford

Para Brailsford todo está sujeto a la métrica. Gráfica de Cycle Sports Mag a partir de los datos del galés

Un ejército de preparadores que someten a estudio todo factor que pueda afectar al rendimiento de sus ciclistas con un escrúpulo y minuciosidad que roza lo obsesivo, encabezados por Dave Brailsford. El británico está avalado por sus éxitos en la pista con la selección británica como la quintaesencia de la enfermiza sinergia entre ciclismo y la tecnología, la estadística y el rendimiento, apoyado por un tremendo staff en el que hombres como Shane Sutton, Tim Kerrison o Steve Peters complementan a la perfección al capataz galés.

La suma de todos ha llevado al Sky a ejecutar milimétricamente un ciclismo de escuadra y cartabón, en el que cada gota de sudor, cada aceleración y cada relevo están previamente computarizados y analizados para eliminar a rivales en un lento exterminio. Destrozan a partes iguales las piernas y la moral de los que siguen su estela. Todo para que Wiggins complete su camino hacia la temporada perfecta en París, el culmen de la excelencia del inglés con espíritu de belga y aires de mod perdido en el siglo XXI. Ésta no solo significaría la victoria de un ciclista o de una estructura, sino también de un modelo de entender el deporte (el de la logística mastodóntica en servicio al ciclista, las interminables gráficas telemétricas y fisiológicas, o el control compulsivo de cada situación en carrera). La victoria de la sistematización anglosajona frente a la impulsividad latina. El nuevo ciclismo global dando paso de una vez por todas a la vieja escuela europea.