Habían pasado cinco años desde la muerte, un trágico 2 de enero de 1960, de il Campionissimo víctima de la malaria contraída en un viaje a Burkina Fasso. Nunca es fácil asumir la pérdida de uno de los más grandes campeones que ha dado la historia del ciclismo, y menos cuando la muerte llega de forma tan inesperada como la de Fausto Coppi. Atrás quedaban sus duelos con Bartali, sus Giros y sus Tours, sus Sanremos y sus Lombardías, sus tricolores y su arcobaleno, atrás quedaba el mito.
Pero la vida, y el Giro continuaron. Ese 1960 llegó el primer triunfo francés en la Corsa Rosa de la mano de Jacques Anquetil, sucedido de las victorias de Pambianco y Balmamion, antes de que en 1964 Anquetil ganase su segundo y último Giro d’Italia. Fue entonces cuando en una magnífica decisión por parte de la dirección de la carrera italiana se decidió que el mejor homenaje que se le podía hacer a Fausto Coppi era durante la carrera, y los protagonistas tenían que ser los ciclistas.
Aprovechando que la carrera volvía a transitar por el Stelvio, la carretera al cielo donde Coppi y Koblet se batieron en un duelo a muerte en 1953, aquel 1965 se oficializó la Cima Coppi, un galardón que se entregaría anualmente al ciclista que pasase en primera posición el punto más alto de la Corsa Rosa. Aquella primera edición el honor recayó sobre Graziano Bastistini, que allí en el Stelvio consiguió el triunfo más grande de su carrera. Aunque si por un nombre se caracterizan los mediados de los años sesenta es sin duda por el de Eddy Merckx, que quiso hacer figurar su nombre junto al de Fausto Coppi, y primero en Pordoi y luego en las Tres cimas de Lavaredo -donde también ganó Felice Gimondi- dio su particular homenaje a il Campeonissimo.
Desde entonces la Cima Coppi se ha convertido en uno de los momentos más emotivos de la ronda italiana, y su valor es infinitamente mayor del que desde fuera se pudiera suponer. Su localización, cambiante cada año ha dado valor añadido a puertos ya de por sí míticos como Giau, Gavia, l’Izoard o l’Agnelo, pero también a otros como el Grössglockner, Valles, Esischie, Semplone, Vajolet, Sella, Valparola o Sestriere, todos los puertos que -siempre por encima de los 2000m de altitud- han albergado la Cima Coppi.
Si los puertos evocan grandeza, qué decir de los ganadores. Lucien Van Impe, Laurent Fignon, Claudio Chiappucci, Miguel Indurain, Marco Pantani… todos ellos quisieron que en un pequeño capítulo de ese libro que día a día se escribe sobre la historia del ciclismo sus nombres apareciesen al lado del de Fausto Coppi, algo que han conseguido también otros como el asturiano José Manuel Fuente ‘el Tarangu’ y el colombiano José Jaime González, que a día de hoy son los únicos que han conseguido coronar en primera posición en tres ocasiones el punto más alto del Giro d’Italia.
A día de hoy la Cima Coppi continúa siendo un suculento reclamo para muchos ciclistas, que se dan auténticos garrotazos por hacerse con uno de esos hitos que quedan para siempre como legado. No hace falta irse lejos para recordarlo, el año pasado en Giau, en la mítica etapa ganada por Mikel Nieve, muchos fueron los que en esa lucha enterraron sus opciones de etapa como Johnny Hoogerland, Jan Bakelants o el que al final se llevaría el gato al agua, el varesino Stefano Garzelli, un ganador que vuelve a alegrar al aficionado al ciclismo un después de que Johann Tschopp se ganase el odio eterno de la afición por arrebatarle entre las paredes de nieve que flanqueaban la carretera del Passo di Gavia a Gilberto Simoni un día antes de su retirada.
Este año la Cima Coppi vuelve a sus orígenes, al Stelvio. Como en la primera edición de 1965 volverá a situarse en línea de meta el día antes de la contrarreloj final en Milán, por lo que es de esperar que otra vez se un nombre de los grandes el que sea escrito en tan legendaria lista.