2010 se presentaba como la oportunidad perfecta para, como se dice en la NBA, sentar dinastía. Se venía de ganar los dos años anteriores el Tour de Flandes con Stijn Devolder y la París-Roubaix con Tom Boonen, y el objetivo principal de la temporada era el de repetir ambas victorias.
La temporada se inició como estaba previsto, gracias a las victorias de Tom Boonen en Qatar y Omán, que luego quedaron rematadas con una victoria en un sprint algo descafeinado en Tirreno-Adriático. Tommeke llegaba en plenas condiciones a la primera cita importante de la temporada, la Milán-San Remo, pero en las calles de San Remo no tuvo ninguna opción ante Óscar Freire y quedó relegado a la segunda posición.
Poco antes, en París-Niza, Sylvain Chavanel estaba lejos del ciclista que sorprendió el año pasado con una tercera posición final, quedando bastante alejado de los mejores. Su planificación de la temporada era algo más conservadora para intentar brillar durante mitad de temporada. De Devolder no se tenían noticias.
Y tras bastantes chascos en las carreras de piedras previas llegó el Tour de Flandes y con él un duelo que pasará a la historia. Boonen contra Cancellara, Cancellara contra Boonen. La historia ya la conocemos, en un duelo épico, el suizo se deshizo del flamenco en el Kappelmuur, Tommeke tuvo que conformarse con la segunda posición otra vez.

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No había tiempo para lamentaciones, con la llegada de la París-Roubaix Boonen tenía una oportunidad de desquitarse de los segundos puestos en los dos Monumentos previos, pero el golpe moral había sido muy importante. Se le vio activo y luchador, pero en un momento de despiste Cancellara se fue en solitario, y con él las opciones de igualar a de Vlaeminck con cuatro victorias en el velódromo. Se había repetido la historia de 2007, donde tras dos años haciendo doblete, se hizo una buena Milán-San Remo, pero ni allí ni en las piedras se consiguió ganar.
Pero más allá de no ganar, lo preocupante había sido el equipo, donde sólo Boonen había estado a la altura. Así pues, a mitad de Abril, mucho tenía que cambiar la temporada para no ser considerada de fracaso.
Y sin embargo, el equipo consiguió resultados después de Abril. Victorias de etapa en Giro (Weylandt y Pineau), Tour (dos de Chavanel, que le reportaron dos días de amarillo) y Vuelta (Barredo), además del resurgir de Devolder (Tour de Bélgica y los dos campeonatos nacionales), han servido para maquillar una temporada que en líneas generales ha sido mala, pero que sin estos triunfos hubiera resultado casi desastrosa.

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La única opción de dar una última alegría a los aficionados y que cambiase la valoración global de la temporada estaba en Geelong, pero los problemas de rodilla de los que Boonen ha estado aquejado desde la caída en el Tour de Suiza hicieron que el campeón de 2005 no pudiese tratar de revalidar el título en un circuito que se le adaptaba perfectamente.
Se abre ahora un periodo en que Patrick Lefévère deberá reflexionar sobre el rumbo del equipo. Boonen sigue siendo uno de los grandes de las piedras y Chavanel un corredor muy completo, pero ¿y el resto? Con la salida de Devolder y Barredo se pierde muchísima presencia en las carreras, que no parece que pueda recuperarse con los ciclistas que llegan al equipo, mientras que la salida de Weylandt se suple ampliamente con la llegada de Chicchi y Ciolek, lo que debería asegurar al equipo un buen número de triunfos parciales. La clase media por su parte, ahí queda, en constante regeneración, cumpliendo en mayor o menor medida su objetivo de ayudar, aunque con dificultades para brillar.
Se presenta un año en que el equipo volverá a depender única y exclusivamente de Tommeke y su resultado en las piedras, que como se ha visto este año, es una apuesta arriesgada aún teniendo en las filas del equipo a una auténtica leyenda de los adoquines.
Xavier Andrés