La París-Roubaix 2012 entraba en la localidad de Auchy-Lez-Orchies tras cumplir exactamente 200’5 kilómetros . Una villa muy pequeña, acorde al modelo de las que son frecuentadas por este tipo de carreras, cuyos habitantes se dedican mayoritariamente a la agricultura. Con casas a ambos lados de una carretera que serpentea a lo largo del pueblo en un encadenamiento continuo de curvas y contracurvas que parece no ir a terminarse nunca. Pertenece a la región de Norte – Paso de Calé, entre Lille y Valencienes. Allí hablan raro. Una especie de dialecto extraño derivado del francés conocido como Ch’tí o Ch’timí. Incluso los propios franceses sufren para entenderlo, como se muestra en la película “Bienvenidos al Norte” (Bienvenue chez les ch’tís en su versión original).

Ayer, a 57 kilómetros de la meta cinco corredores llegaban en Auchy-Lez-Orchies con un puñado de metros de ventaja. Entraban por orden, de delante hacia atrás, Pozzato, Terpstra, Boonen, Ballan y Turgot. Pippo venía guiándolos en el ligero descenso que los acompañaba desde el anterior tramo de adoquín. Al sobrepasar el cartel que daba la bienvenida a la pequeña villa, el de la Farnese Vini cedió la cabeza del grupo a sus acompañantes. Los dos primeros le adelantaron sin rechistar. Ballan no. Dejó un hueco. Pozzato le hizo un gesto con la mano derecha, el típico de “vamos todos juntos”, pero el de BMC hizo caso omiso. En ese momento, casualidad o determinismo, a Niki Terpstra le dio por volver la vista atrás. Encontró un pequeño hueco. Acto seguido se giró Boonen, como si se hubieran comunicado por telepatía. El holandés miró a su compañero y le hizo un leve movimiento con la cabeza. “Tom, hasta el final”, interpretó Tommeke. Boonen, por su parte hizo otra señal, cambiando el agarre del manillar. “Bien visto”, pareció querer decir. Nadie se percató en ese momento. Como al ch’timí, nadie los entendió. Boonen y Terpstra entraron en Auchy-Lez-Orchies con el resto. Salieron con 11 segundos de ventaja. 11 segundos. Once. Un número ligado al ciclismo. 11 segundos. Como los 11 principios de la propaganda de Goebbels. Como lo 11 titulares de un equipo de fútbol. Como el dorsal de Tom Boonen ayer. Casualidad o determinismo.

Lo que Tom Boonen ha hecho hoy es algo de otra época. Literalmente. Para ser exactos, de los años 70. Cuando Roger De Vlaeminck ganaba 4 París-Roubaix. Nadie había vuelto a hacerlo. Tommeke ha ampliado la leyenda. Y con sus 31 años actuales, tiene tiempo para volver a hacerlo. Sabiendo todo lo que representa para Bélgica, sobre todo para la zona Flandrien, no habría que extrañarse si algún día le hacen una película. Yo les ofrezco un título: Bienvenidos al Norte.