El ciclismo es un mundo de épica, fuerza y voluntad en el que no sólo los grandes ganadores quedan grabados en el imaginario colectivo, como ocurre en la inmensa mayoría de deportes. ¿Quién no tiene un su cabeza la historia de un humilde corredor que cumplió sus sueños de infancias tras pasar mil-y-una penurias; o el nombre de un abnegado gregario que desestima sus ambiciones personales a favor de un compañero? Pero sobre todo, ¿hay alguno que no recuerde decenas de nombres de esos valientes aventureros, que por sistema se lanzaban a luchas de uno contra cien como verdaderos espartanos, luchando hasta el final aun sabiendo que la derrota era su único final posible?

Jacky Durand, José Antonio López Gil ‘El Malagueta’, Jérémy Roy, José Vicente Toribio, Stéphane Augé… la lista de “publicistas” puede llegar a ser interminable. Sin embargo, el ahora director deportivo del conjunto Cofidis era un caso particular. Como es habitual en esta tipología de corredores, no era un gran escalador, ni un sprinter rápido y tampoco una referencia en la lucha individual. Durante la campaña no dejaba de ser un ciclista combativo más, pero con la llegada del verano el amor florecía, y su affaire con el Tour de Francia quedaba al descubierto. Por alguna extraña razón, tenía un toque mágico por el que entraba en las fugas allí donde más difícil es, en el gran escaparate del ciclismo mundial, con una asiduidad tremenda. Pero (por suerte), este particular caso no es único. Y es que el francés tiene su álter ego en las piedras.

David Boucher (Maubeuge, 1980) tiene en su forma de correr un reflejo de su vida. Descendiente tanto valones como flamencos, su familia cruzó la frontera para ganase el pan, muy cerquita de Roubaix. Mamando piedras desde niño, pronto destacó en categoría sub23 tanto en ruta y en contrarreloj como en el barro, pero un encontronazo con un seleccionador corrió como la espuma en los mentideros de las carreras y las puertas tras su paso como stagiare en el desaparecido Oktos-Saint Quentin le cerraron las puertas de par en par. Belga en Francia y francés en Bélgica, fue en la tierra de sus abuelos donde encontró acomodo dentro del ciclismo.

Pavé + escapada = Boucher

Exiliado en la vida y en la carretera, donde tan pronto como puede huye de la comodidad del padre pelotón, y más si ante sí hay un buen terreno de apavesado. Desde su llegada a Mr. Bookmaker en el año 2005, Boucher no ha fallado ningún año a su cita con las fugas primigenias en las clásicas del adoquín. Gent-Wevelgem, E3 Prijs Harelbeke, Scheldeprijs… solo Dwars door Vlaanderen permanece incorrupta a sus escapadas. Pero lo que le convierte en nuestro centro de atención no es el haber estado fugado en muchas carreras, sino la tremenda efectividad que tiene para tomar la escapada en los momentos más importantes, ese toque mágico para conseguir su objetivo en sus pruebas fetiche: Omloop Het Nieuwsblad y Ronde van Vlaanderen.

¡Hasta en cuatro ocasiones ha formado parte de la avanzadilla en cada carrera! Solo en tres de las once participaciones totales se ha resignado a ser uno más de tantos y tantos que pasan desapercibidos en un terreno vedado a verdaderos hombres de hierro. Siempre de inicio y siempre sin esperanza alguna de lograr la victoria en pruebas tan selectivas, pero con una voluntad a prueba de bombas para probar fortuna año tras año, clásica tras clásica, sabiendo que había encontrado el boleto que él buscaba y que el equipo necesitaba. Este año ha vuelto a triunfar consiguiendo su particular doblete, pero su ambición aumenta en cada neutralización. El domingo llegará de nuevo a su región por primera vez con una escuadra francesa, allí donde, como no podía ser de otra manera, ya estuvo en la escapada el año pasado. No os extrañéis si veis su nombre liderando la carrera a 200 kilómetros del velódromo. David Boucher. Próxima parada: Paris-Roubaix.