Cuando Óscar Freire levantó los brazos en la Sanremo de 2004, no estaba solo. Exactamente 45 años atrás, otro ciclista español había pasado por lo mismo que él. Su nombre era Miguel Poblet (Montcada i Reixac, 1928) y se trata de una de las leyendas vivas del ciclismo patrio. No es sólo que Poblet ganase dos veces la Milano-Sanremo, que se llevase etapas en las tres grandes vueltas (y en la misma temporada), que fuese el primer español en ser podio en Roubaix (“perdí por 15 centímetros”) o maillot amarillo del Tour. Es que su aparición, inexplicable, llegó 40 años antes de que se pudiera comprender. No salió de España un solo ciclista como Miguel Poblet hasta varias décadas después, de la misma forma que no ha habido otro pintor como Dalí, otro cineasta como Berlanga u otro cantante como Serrat. Quizá algún día alguien continúe el legado de estos genios. Que Poblet, con una agilidad de conversación envidiable a sus casi 84 años -los cumple el domingo-, haya tenido sucesor, debe alimentar el recuerdo de su figura. ¿Y qué mejor momento para hacerlo que en la previa de una nueva Milano-Sanremo?

Lo primero es lo primero: ¿qué tal está de salud?

Un poco precario, digamos. Estoy bien, pero los años se notan. Tengo una especie de dolor de riñones y de espalda y últimamente he cogido unos resfriados, así que este mes me ha pillado un poco fastidiado. Pero ya estoy mejor ahora.

¿A qué se dedica ahora que está jubilado?

Nada, estoy en casa con mi señora. Salimos a pasear. Pasamos la vejez.

Quería que nos hablase de sus inicios en este deporte. Su padre tenía una tienda de bicis y fue él quien le animó a empezar en el ciclismo.

Sí, mi padre tenía una tienda de bicicletas en Montcada i Reixac, donde yo nací. Él había corrido un poco en bicicleta en Ripoll, donde vivía antes, cerca de los Pirineos. Tenía mucha afición y me inculcó a mí la afición por la bicicleta desde pequeño. Como tenía muchas bicicletas, me preparó una pequeña. Tenía toda la ilusión de que yo fuera un corredor. Tuve la suerte de ser un hombre rápido, me adaptaba a todas las especialidades, y me fue bien. Mi padre estuvo contento y yo también.

¿Por qué se dedicó a correr las clásicas en una época en la que nadie, absolutamente nadie las corría en nuestro país?

A mí siempre me han gustado las clásicas. Eran la posibilidad más fácil para mí de ganar carreras. Yo nunca he tenido un gran fondo para el Tour o el Giro, aunque acabase tres veces sexto en Italia. Gané bastantes vueltas de una semana, como la Volta a Cataluña, pero en total gané 105 carreras y me fue mejor en las etapas que en las clasificaciones generales. Ciclistas rápidos como yo o Van Steenbergen, que tampoco ganó nunca un Tour o un Giro o una Vuelta, estamos especializados y no podemos competir con escaladores, contra los contrarrelojistas… Podemos clasificarnos bien y ganar etapas, pero ser el primero o el segundo es muy difícil. Si hiciéramos esto, ya seríamos lo más.

Es lo lógico que cada ciclista se dedique a su especialidad. Sin embargo, aquí a menudo en cuanto alguien no puede ganar el Tour de Francia, ya no vale.

Bueno, esta es la opinión de gente que no entiende mucho de la cuestión general del ciclismo. En el ciclismo hay escaladores, hay contrarrelojistas, hay corredores de fondo y hay velocistas. Son cuatro especialidades, como los caballos: un caballo de carreras nunca podrá tirar de un carro. Cada uno se tiene que dedicar a su especialidad. Bahamontes, por ejemplo, fue un gran escalador y una excepción en aquellos tiempos para el ciclismo español. Ahora no, corredores como Contador e Indurain han ganado el Tour, son corredores completos. Además se corre de otra manera: ahora se corre por equipos y antes se hacía de manera individual. El ciclismo ha cambiado mucho.

Si uno mira su palmarés, parece de un ciclista belga o italiano. Hubo que esperar cuarenta años para que saliera otro español como usted, como Freire o Flecha.

Freire es un hombre muy rápido y ha ganado muchas cosas. Es un gran corredor. Lo que pasa es que ahora ya empieza a ser mayor, tengo entendido que o este año o el que viene se retirará. Ahora bien: no es lo mismo ganar una clásica ahora que ganarla hace cincuenta años. Las condiciones no son las mismas, ni los ciclistas, ni las carreteras, ni las posibilidades económicas. Las circunstancias generales son mucho más favorables ahora que antes.

¿En dónde se nota más el paso del tiempo? ¿En que todo está mucho más profesionalizado?

La circunstancia económica es la que ha hecho cambiar todo. Ahora las casas comerciales cogen a un gran corredor, como por ejemplo Contador, y le ponen catorce o quince ciclistas para trabajar para él. Antes no: antes una casa cogía a siete u ocho corredores y les pagaba uno a uno y cada uno iba por libre. Si se daba la casualidad de que un corredor se ponía líder, le ayudaban un poco, pero no como ahora. Ahora, si usted se ha fijado, en una etapa dejan escapar a dos, tres, cuatro o quince corredores, los que fueran, hacen 150 kilómetros escapados y cuando faltan 30 ó 40 kilómetros para la meta, con el pinganillo y todas estas cosas les dicen a los nueve corredores del equipo: “venga, a cogerlos”, para que el sprinter gane la etapa. Se corre mucho como equipo. ¿Por qué? Porque a la casa comercial le conviene hacer publicidad, que es por lo que paga y por lo que quiere resultados.

Usted, que corrió en una época sin nada parecido, estará en contra de los pinganillos.

Mire, la evolución siempre es buena. Pero en el deporte pierdes la capacidad individual. Antes el contacto era a través de una pizarra o desde el coche, cuando podía pasar, te tenían que hablar desde ahí, y era más difícil. Ahora puedes hablar como si fuera el teléfono móvil. Puedes contactar con los seis o siete corredores de tu equipo en cuestión de dos o tres minutos.

Pero para el espectador a veces parece peor.

Yo creo que sí. A mí no me gustan. Pero bueno, hay que entender que la juventud de ahora, que no conoció lo de antes, le parece normal. En cambio, a la gente mayor, que ha conocido el ciclismo de antes, se queda con lo antiguo.

Volviendo a la cuestión anterior, ¿por qué cree que tardó tanto en tiempo en salir un ciclista español que compitiera en las clásicas, como Miguel Poblet?

Yo empecé a ganar clásicas en el ’53. Mejor dicho, en el ’55; en el ’53 gané pero no eran clásicas de las grandes, eran de segundo orden. Como yo era un caballo de carreras, no era un todoterreno y me iban mejor estas carreras. Entonces no había los medios que había ahora y tenías que ir a la París-Roubaix un día antes, en tren, y al terminar la carrera o incluso la misma noche tenías que volverte a casa. Las condiciones económicas no eran las de ahora. El ciclismo ha cambiado mucho, ya le digo. Para mí, ha perdido un poco de deportividad individual.

Si le pregunto por la Milano-Sanremo, ¿qué es lo primero que se le pasa por la cabeza?

Bueno… hace tantos años que ha pasado esto… Sí, pienso que en estas fechas es la Milano-Sanremo, que tengo un muy buen recuerdo porque creo que la corrí cuatro o cinco veces e hice dos primeros puestos y un segundo; y como fue de las primeras importantes que gané, tengo un recuerdo muy agradable.

Antes de la Sanremo de 1957, a usted le dijeron en el Faema, su equipo, que no iba a participar en la carrera por estar en el mismo equipo que Rik van Looy. Eso hizo que se cambiase de equipo y le terminase ganando la carrera al propio Van Looy.

Sí, esto fue así: Yo corría por el equipo Faema en España. Faema tenía a su dueño en Italia y aquí tenía una delegación, que hizo un equipo español. También tenía un equipo internacional cuyo jefe era Van Looy, lleno de belgas. Entonces me mandaron a la Milano-Sanremo creyendo que me incluirían en el equipo internacional. Van Looy dijo que no. Él quería que los diez corredores fuesen gregarios para él, no quería a un corredor español, que no sabía quién era y que podía hacerle perder un gregario. Claro, yo no iba a ir allí en plan de gregario ni de nada. Me tuve que inscribir como ‘isolato’ en la inscripción de la carrera. Tuve la suerte de que había un equipo, la Ignis, que había terminado contrato. El director del periódico Ignis, italiano, dijo: “hombre, ¿por qué no cogéis al Poblet y a unos cuantos más y hacéis un equipo y renováis el contrato de la Ignis?”. Y así fue. Dio la casualidad de que gané la prueba yo. El director de la marca Faema creyó que yo había ganado para la marca Faema, y era realmente el que pagaba. Pero no sabía que yo no corría por Faema, que ya corría por Ignis, porque el equipo no me quiso.

¿Cuál de las dos victorias recuerda con más cariño?

Las victorias siempre son agradables. Es desagradable cuando haces segundo por pocos centímetros, como en la París-Roubaix, en la París-Bruselas… carreras que todos queríamos ganar. Los que ganaban eran Van Steenbergen, Van Looy, gente de una clase de campeones del mundo. Te tenías que conformar con lo que había. Antes de correr firmas ser segundo en una clásica de estas, porque pasan tantas cosas… pero cuando la has hecho y ves que te has quedado a quince centímetros, te tiras de los pelos.

Le leí esa misma frase sobre la París-Roubaix que terminó en segunda plaza.

¡Claro! Antes de la salida, a la París-Roubaix la consideraba una carrera muy buena, tanto o mejor que los Campeonatos del Mundo. Esto es como si le dijeran, en la Lotería, ¿te conformas con el segundo premio? Pues hombre, ¡encantado! Porque no sabes si ganarías el primero.

¿La París-Roubaix es la carrera que no ganó y que más le habría gustado llevarse?

Después de ganar la Milano-Sanremo, tenía la gran ilusión de vencer en la París-Roubaix. Llegué con tres belgas justamente: Van Steenbergen, Van Looy y Van Daele. Tres belgas, tres sprinters, dos de ellos los mejores del mundo, y yo. Si vigilaba a uno, no podía vigilar al otro. Y fue lo que me pasó: vigilaba a Van Looy Van Steenbergen porque creía que eran los dos mejores y entonces Van Daele salió desde atrás, cogió unos metros y los otros dos, como también eran belgas, no fueron a por él. Cuando me di cuenta de que iban a jugar la baza así, era un poco tarde. Remonté los metros que había perdido, pero perdí por quince centímetros.

Después ganó más de 20 etapas en el Giro de Italia.

Sí. En los seis años creo que fueron 22 etapas. Y fui sexto en la general.

¿Era la que más le gustaba de las carreras de tres semanas?

No, no era que me gustase más una que otra. Me encontraba mejor en Italia.

En el Tour fue además el primer maillot amarillo de la historia del ciclismo español. ¿No cree que estas cosas sobre su figura se recuerdan poco?

Es que hace 50 años de estas cosas, ¿eh? Parte de la gente mayor ya se ha muerto y la gente joven no se acuerda; o no es que no se acuerden, es que no lo saben. Como los periódicos y los medios no publican demasiado, porque han pasado muchas cosas, es lo que pasa.

¿Cree que durante los años posteriores a su retirada salieron más corredores como usted, veloces y con talento para las clásicas, pero no encontraron en España la forma de desarrollarse?

Yo ya digo que tenía una pasión para las clásicas. No pensaba en el Tour, el Giro o la Vuelta. Surgían de repente. Entonces se competía por naciones, no por marcas. Entonces era: “fulano, fulano, fulano y yo”. Y yo: “pues vamos al Tour de Francia”. No era que yo me preparase tres meses para el Tour. Íbamos los que más o menos ganábamos carreras. No una cosa estudiada, preparada y bien hecha.

Si corriera ahora, en una época en la que empieza a cambiar culturalmente el ciclismo español, ¿tendría mejor palmarés?

Si en mi especialidad, como velocista, hubiera tenido ocho o diez corredores que me lanzasen en los últimos kilómetros, habría ganado muchas más etapas. Antes, si llegábamos diez o doce, no había nadie que me pudiera lanzar. Tenía que vigilar a todos y, si llegábamos bien, todos podían ganar. Atacaba uno, cogía y atacaba otro, pero nadie dominaba sobre los otros. Tenías que arreglarte de la manera que pudieras. Si hubiera sido así, yo podría haber ganado muchas carreras, pero ¿qué le vamos a hacer? Tengo muchos segundos y terceros puestos, precisamente por esto.

¿Qué le parece que se compare a Óscar Freire con usted?

Yo considero que Freire ha tenido el privilegio de ganar los Campeonatos del Mundo. Cuando le vi hacer segundo, en San Sebastián en el amateur, fue por pocos centímetros. Me dije: “caramba, este corredor es muy rápido y tal y cual”. Pero no pensé más allá de eso. Luego, cuando vi que ganó el Mundial en Verona, ya dije: “chapeau, este es bueno”. Conseguir tres Mundiales es algo que nadie ha hecho. He tenido la oportunidad de hablar con él en homenajes y estas cosas, hemos intercambiado impresiones, y me ha parecido muy parecido a mí. Yo subía un poco más que él. Él tal vez es algo más rápido que yo. Eso creo, porque las comparaciones con cincuenta años de diferencia son complicadas. En realidad, por los resultados que ha tenido él, las cuestas no le iban bien. Y yo ya sabe que en el Tour subí el Tourmalet por delante de Louison Bobet, de Anquetil y de Charly Gaul; fui campeón de España tres veces de montaña… Él en la montaña no ha tenido estas carreras ganadas.

¿Y Flecha, el otro español que ha sido podio en Roubaix?

Flecha es un ‘finisheur’, que llaman los franceses. Es un hombre que si en los últimos diez o quince kilómetros se puede marchar solo, pone un ritmo tan grande que es difícil de coger. Pero rápido, rápido no es. Por eso, cuando ha llegado al final de la París-Roubaix, ha hecho segundos y terceros puestos y le han ganado. Pero es un gran ‘finisheur’. Un gran finalizador de etapas y de carreras.

¿La gente todavía le recuerda?

Se me recuerda poco, pero estas cosas van así. En el mismo pueblo donde vivo, mucha gente joven no sabe quien soy yo, sobre todo los de fuera. Los aficionados, los que leen cosas y así, sí me recuerdan. Aunque lo hacen más en el extranjero. Todavía ayer tuve que mandar una fotografía autografiada a Francia, y me piden algunos en Italia, Bélgica o Alemania. Pero generalmente son coleccionistas, o personas muy identificadas con el ciclismo.

¿Eso siempre ha sido así? ¿Siempre le han valorado más fuera de España que en España?

Sí. Todavía ahora a mí me llama mucha gente de fuera y, ya le digo, me pide autógrafos y les tengo que mandar fotografías. En España no me los pide nadie.