La París-Niza de la semana pasada nos dejó muchas sorpresas. La más significativa fue ver en el segundo escalón del podio, en la capital de la Costa Azul, a un ciclista que nunca había pisado el cajón de una prueba tan importante en su ya larga carrera como profesional: Lieuwe Westra.
Fue la guinda a la gran carrera que se marcó el equipo Vacansoleil. Westra tuvo en jaque hasta el final a Bradley Wiggins, finalmente ganador de la ronda francesa. En la cronoescalada del Col D’Eze, faltando cuatro kilómetros, el holandés había recortado dos de los seis segundos que le separaban del británico. En meta, Westra marcó el mejor tiempo, pero al final acabó perdiendo ante el empuje de Wiggins. Cayó por sólo dos segundos en una bonita lucha de poder a poder, y se quedó a ocho en la general.
Pero no se trata sólo de su buen papel en la contrarreloj. Si por algo se ha caracterizado el holandés de 29 años es por ser un buen rodador, solvente en la lucha contra el crono y gran prologuista. De hecho, ganó el prólogo de la Vuelta a Bélgica el año pasado y firmó varios segundos puestos. Incluso se coló entre los 20 primeros de las cronos del Tour. Lo que sorprende es su transformación y mejoría en la montaña. Algo parecido a lo que sucedió precisamente con su rival de la carrera, Wiggins, en 2009. El holandés, corpulento y potente en el llano, dio la gran sorpresa con un brutal ataque en el Col de Mende, la etapa reina de la carrera hacia el sol. Cuando todo el mundo esperaba a hombres como Valverde, Leipheimer, Menchov o Spilak, saltó Westra y no hubo quien lo parase hasta levantar los brazos en meta. Fue su octava victoria como profesional, y la más importante hasta la fecha.
Tras acabar la París-Niza, dijo que este era efectivamente su primer objetivo de la temporada. Pero no sólo eso. Westra afirma que su intención es demostrar que está capacitado para luchar por vueltas de una semana. O sea, que lo de esta carrera no es casualidad, sino que lleva detrás una preparación. De hecho, si echamos la vista atrás, podemos ver que esa transformación del tulipán ya empezó a producirse en 2011. Fue tercero en la Vuelta al Algarve y estuvo cerca del top-20 en una vuelta normalmente montañosa como el Tour de Romandía. En este inicio de 2012 ha dado un paso más, pisando de nuevo el podio y perdiendo en Niza por un suspiro ante uno de los aspirantes al Tour de Francia.
Que Westra esté en condiciones de disputar vueltas como París-Niza abre el interrogante de si Vacansoleil, equipo en el que lleva desde 2009 y que no tiene un ciclista de garantías para la general de una gran vuelta –aunque se espera que Rafa Valls dé un paso al frente-, debe confiar en él. Tal vez no para ganar, pero sí con intención de buscar un buen puesto. Por el momento sólo ha terminado dos carreras de tres semanas. El Tour de Francia 2011, en el puesto 128 y la Vuelta a España 2009, en el lugar 87. Eso sí, para este próximo año nos encontramos que la Grande Boucle tiene muchos kilómetros contrarreloj y no demasiada montaña, con lo que tal vez sea una buena ocasión para el holandés. Antes de todo eso, continuará su preparación en Francia: el sábado en la Classic Loire Atlantique y el domingo en el GP Cholet-Pays de Loire. La semana que viene tomará parte en los Tres Días de La Panne.
A sus 29 años –cumplirá 30 en septiembre-, Lieuwe Westra afronta el cambio de ser un especialista contra el crono a un ciclista completo y explosivo, capaz de aguantar las llegadas en alto con los mejores y sacar terreno a los escaladores en la contrarreloj. Toda una apuesta. Si saldrá bien o no, es una incógnita. Aunque actuaciones como la de París-Niza hacen pensar que el holandés va por buen camino.
Victor Martín para Cobbles & Hills