Por características, por sensaciones, por ser un objetivo concreto o por simple gusto, hay pruebas en el calendario que han estado y siguen estando marcadas en rojo para cualquier ciclista. La Milán-San Remo, como gran cita del año, también tuvo su “dandy”. El más grande entre los grandes, el mejor ciclista de la historia, marcó una época en la Classicissima. Eddy Merckx fue más Caníbal que nunca. Más de una década de dominio absoluto fue su botín. Sus siete victorias, su abrumador dominio de la situación hace que haya sido el mejor de la historia de La Primavera.

Desde aquella victoria inesperada con tan sólo 21 años hasta la última en 1976, el belga sometió la Vía Roma y con ella, la Milán-San Remo. En solitario, resolviendo un grupo. Merckx encontró en el primer Monumento su carrera fetiche. La que más éxitos le dio. Siete triunfos en nueve participaciones. Eficacia, tiranía, canibalismo. No hubo forma de pararlo. Cual conquistador, el belga fijó en San Remo la capital de su imperio.

Apareció de la sombra, de la tercera fila, del anonimato. Tras 288 kilómetros de lucha, Eddy se imponía a un grupo de once corredores alargando un año más la sequía azzurra. Al año siguiente comenzó a demostrar su dominación. Atacó en Capo Berta con Gianni Motta, secó al italiano y tras ser capturado por el dúo formado por Felice Gimondi y Franco Bitossi, se impuso con suma facilidad en el sprint al trío italiano. Dos ediciones, dos victorias. Pero en la temporada siguiente no se cumplió el “no hay dos sin tres”. El ataque de un grupo de siete corredores pilló totalmente descolocado a un Merckx que finalizó en el gran grupo a quince segundos del vencedor, Rudi Altig. Un año más tarde regreso a la senda del triunfo. Regreso a lo grande. Con siete ciclistas por delante, a falta de 10 kilómetros soltó un fuerte demarraje. Tras alcanzar a los fugados, superó uno a uno para llegar en solitario a San Remo. Tras la victoria de Michele Dancelli en 1970 que ponía punto y final a una sequía nacional de 17 años, el Caníbal no perdonó en cada una de sus apariciones. Salvo en 1973 motivado por unas anginas en 1974 por una bronquitis, Eddy no faltó a su cita con San Remo y con ella, la victoria. Ante un grupo reducido o entrando totalmente en solitario, la colección de victorias ofrecía finales dispares. En la última, en 1976, voló literalmente sobre el Poggio. Hasta cinco ataques fueron necesarios para conseguir zafarse del grupo para conseguir su séptima victoria, la que rompía el empate con Constante Girardengo y se dejaba –y lo sigue haciendo- como el mejor de la Classicissima.