El ciclocross es un deporte de dinastías, de ciclistas, pero también de países. Basta una mirada rápida al histórico de los mundiales para darse cuenta que Bélgica -tras el dominio inicial de los franceses Roger Rondeaux (3) y André Dufraisse (5) al que siguió la alternancia italo-alemana de Renato Longo (5) y Rolf Wolfshohl (3)- ha sido la gran potencia dominadora de la disciplina, aunque como ocurre en el asfalto, también la historia del CX habla flamenco.
Fue Erik De Vlaeminck quien en 1966 diese el primer campeonato en la disciplina a su país, al que siguieron otros seis entre 1968 y 1973. A la vez que su hermano Roger empezaba a labrar su leyenda en París-Roubaix, él se convertía en la primera gran figura del ciclocross en Bélgica. Tras su reinado, dos victorias de Albert Van Damme y Roger De Vlaeminck, prolongaban la primera época de dominio flamenco.
Pero entonces llegó Albert Zweifel, que acabó de golpe y porrazo con la dinastía belga haciéndose con cuatro campeonatos consecutivos (1976-1979), a los que respondió el gran campeón belga de los ’80 Roland Liboton, quien aparte de ser el portador del maillot driekleur durante toda la década, también se llevó el arcoíris en 1980, 1982, 1983 y 1984. Allí acabó su reinado a nivel mundial, ya que después llegó un periodo en que no hubo ciclistas ni países dominantes.
Ganó Alemania (3), ganó Francia (1) tras 35 años, ganó Bélgica (2), ganó Italia (1) y ganó Suiza (3), pero también se estrenaron Checoslovaquia (1) y los Países Bajos (3), donde el CX nunca caló tanto como la ruta a pesar de la gran tradición ciclista. El ciclocross era una importante disciplina ciclista en más de media Europa. Aunque irremediablemente llegaron otra vez los flamencos para acabar con aquella anarquía y poner orden. Mientras los demás países dejaban de producir talentos en el barro, Bélgica se preparaba para dar a luz una de las mejores generaciones que ha conocido este deporte. Empezó Mario De Clerq en 1998 y 1999 secundado en ambas citas en el podio por Erwin Vervecken, aunque ambos vieron sus caminos cortados en 2000, aunque los dos años siguientes ganaron un Mundial cada uno conteniendo el empuje con que llegaban dos jóvenes Bart Wellens y Sven Nys. Bart Wellens ganó en 2003 y 2004 por delante de De Clerq, pero en 2005 llegó el gran año de Sven Nys.
Copa del Mundo, Gazet van Antwerpen, SuperPrestige, Campeonato de Bélgica y Campeonato del Mundo. Durante cuatro años consecutivos tres flamencos coparon el podio del Mundial. Erwin Vervecken ofreció sus últimos coletazos ganando en 2006 y 2007 antes de que en 2008 y tras haberlo venido apuntando en las categorías inferiores Lars Boom y Zdeněk Štybar, las grandes amenazas del CX belga entraron en escena haciéndose con el oro y la plata. Con Sven Nys siempre alejado del oro y Klaas Vantornout y Sven Vantourenhout que no acababan de explotar parecía que podía llegar una nueva época de sinsabores para los belgas.
Dos jóvenes talentos estaban al mismo nivel que las grandes estrellas flamencas, pero junto a ellos llegaba también Niels Albert, dispuesto a devolver a Bélgica la hegemonía. Y así lo hizo en 2009 ganando el Mundial en Hoogerheide, pero ni él, ni Nys, ni Vantornout, ni un Pauwels que no acababa de despuntar tras la muerte de su hermano pudieron hacer nada para impedir que Zdeněk Štybar ganase en Tábor’10 y Sankt Wendel’11 sus dos Mundiales. Rota la dinastía belga de principio de siglo Boom está ya centrado al 100% en la carretera y Štybar parece que pronto seguirá el mismo camino y puede que éste sea su último Mundial, por lo que parece que el dominio belga a corto-medio plazo está asegurado con Albert y Pauwels además del eterno Nys, cuya retirada en unos años puede coincidir con el punto de inflexión para el nacimiento de un nuevo orden en el ciclocross.
Y es que la reconquista del resto de Europa parece haber empezado, encabezada desde los Países Bajos con una hornada prodigiosa de ciclistas encabezados por Lars van der Haar y Mathieu van der Poel (hijo de Adrie van der Poel y nieto de Raymond Poulidor) y secundada por buenos proyectos de crossmen franceses y checos. Mientras tanto la cantera flamenca parece ser que ha dejado de producir elementos de primerísima calidad de golpe aunque la cantidad sigue intacta, por lo que la esperanza belga para impedirlo tiene nombre: Tom Meeusen.