Durante el principio del mes de marzo, como a mitad de junio, el pelotón ciclista se divide en dos. Mientras unos van hacia el sol en Francia otros se citan entre dos mares, Francia e Italia, París-Niza y Tirreno-Adriático. Dos carreras con muchas semejanzas pero también con muchas diferencias.
Entre la participación de París-Niza, acostumbran a aparecer los nombres de grandes vueltómanos y clasicómanos internacionales para los que la carrera es el primer gran momento de la temporada. Con esta carrera empieza para ellos la primera fase de una temporada que generalmente tiene como centro el Tour en busca del amarillo o simplemente de una etapa, por lo que en el mes y medio que transcurre entre París-Niza y las Ardenas, la Course au Soleil suele ser uno de los mayores reclamos, aunque cada vez lo sea menos viendo cada vez son más los que acuden a ella simplemente como preparación para las clásicas de las cotas.
En la media montaña francesa tienen su gran escenario para hacerse con una de las vueltas por etapas más prestigiosas corredores a los que por un motivo u otro siempre se les acaban atragantando las GTs, y buena prueba de ello es que desde los días de Indurain y Rominger el único vueltómano que se ha llegado de amarillo a la Costa Azul ha sido Alberto Contador, siendo los grandes beneficiados corredores que aúnan virtudes de vueltómanos completos y clasicómanos.

Los kilómetros de crono hicieron de Tony Martin un ganador atípico de la París-Niza
Por su parte Tirreno-Adriático, acostumbran a aparecer los nombres de grandes sprinters y velocistas más completos que tienen en esta carrera una de sus grandes oportunidades para hacerse, como en el caso de Freire o Pozzato, con una vuelta por etapas prestigiosa que difícilmente podrían añadir de otra forma a su palmarés.
En su carrera los vueltómanos italianos no siempre son de la partida. Alargar un pico de forma dos meses y medio hasta el Giro es imposible, y para poder brillar en la Corsa Rosa dejan de lado Tirreno-Adriático para centrarse en otra preparación algo menos exigente en su primera fase. Ha quedado patente con las últimas dos victorias italianas de Garzelli en 2010 y Scarponi en 2009, que tras ganar la Corsa dei Due Mari sucumbieron en el Giro. El último que ganador del Giro que participó en Tirreno-Adriatico fue Basso en 2006.
Por lo que en el Tirreno se reúnen los candidatos a hacerse con Milan-San Remo tres días después del final en el Adriático. Si se quiere ganar la Classicissima, se debe ir a Tirreno-Adriático. De hecho, hasta que Goss ganó la edición 2011 habían transcurrido muchas ediciones desde que un participante la ganó tras haber disputado Paris-Nice. Andrei Tchimil fue el último en conseguirlo en 1999. Además de ellos también son de la partida ciclistas que tienen en mente las clásicas adoquinadas a los que la prueba italiana se les ajusta mejor que la francesa y aquellos corredores que por exigencias del guión de su equipo se requiere de su presencia.

Evans empezó en Tirreno-Adriático su dominio en las vueltas por etapas en 2011
¿Realmente debe existir el debate de si deben solaparse o no estas dos carreras? Raramente chocan los intereses de equipos, a los que con la obligación de acudir a las pruebas del WorldTour tienen la ocasión ideal para brillar en dos escenarios diferentes, ni tampoco de los ciclistas, que difícilmente aceptarían dos semanas consecutivas de máxima exigencia recién estrenada la temporada.
Los aficionados tenemos el punto en contra de perdernos enfrentamientos directos (que no siempre se darían) entre grandes vueltómanos, clasicómanos y sprinters en dos pruebas que dan pie al brillo de todos ellos, pero como lo bueno se hace de rogar quizás es que todos ellos deban enfrentarse en los escenarios más importantes, un Contador-Nibali o un Andy-Evans lo queremos en una GT, un Cav’s-Greipel en la Classicissima o en los Campos Elíseos, un Gilbert-Valverde en la Doyenne… En París-Niza y Tirreno-Adriático los podemos ver brillar a todos, aunque ni juntos ni revueltos, y por mucho que no podamos seguir durante cuatro días las dos carreras en tiempo real, no es más que un peaje barato comparado con la indiscutible certeza de que tras unos meses de toma de contacto la nueva temporada ha empezado.