“El ciclismo es un deporte en el que corre un pelotón y siempre gana Gilbert”.
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Han pasado ya unos cuantos años desde que un chaval de la Française des Jeux empezaba a despuntar en las carreras importantes. Se trataba de un joven, belga pero de la parte valona, que asomaba la cabeza de vez en cuando con unos maravillosos ataques que dibujaban un pensamiento común en el aficionado: “este chaval es muy bueno”. Pasaban los años, el chaval se iba haciendo mayor y más conocido y, aunque ya había ganado la Het Volk o la París-Tours, el pensamiento común había cambiado: “este chaval se va a llevar algún día una gran victoria, sí o sí”.
Aquella gran victoria (Lombardía 2009) llegó. Y detrás otra. Y después otra. Y después más. Así hasta un total de 18 en la temporada 2011. Hasta que el aficionado se sentaba a ver una clásica y sólo podía pensar: “esto tiene emoción hasta que Gilbert quiera”.
En un periodo de dos años y poco, Philippe Gilbert evolucionó desde el ciclista de más valentía que palmarés a dominador tiránico del pelotón. Hay un dato que refleja bien la supremacía de Gilbert: desde el 13 de abril hasta el 2 de julio, el ciclista del Omega Pharma – Lotto ganó todas las carreras en las que participó (Flecha Brabançona, Amstel Gold Race, Flecha Valona, Lieja-Bastogne-Lieja, Vuelta a Bélgica, Ster ZLM Tour, Campeonato de Bélgica en ruta, primera etapa del Tour de Francia).
Estas victorias y unas cuantas más convirtieron a Gilbert en el primer no velocista en muchos años que lidera el ranking de victorias dentro del ciclismo profesional. Los meses en los que arrasó al resto del pelotón incluyen el tríptico de las Ardenas, que se llevó dinamitando a sus rivales en el Cauberg y Huy. En Lieja se encontró por primera vez con algo de oposición y los hermanos Schleck le aguantaron toda la carrera, pero Gilbert los fulminó al sprint para conseguir su primera Doyenne; para un valón como él, posiblemente no hubiera triunfo más deseado.
Sin embargo, no son sólo las victorias las que glorifican el año de Philippe Gilbert. Es un dominio incomparable sobre las carreras, casi sin precedentes dentro de una modalidad tan incontrolable como las pruebas de un día. No es que seleccionase las carreras; más bien las despedazaba. Nadie podía con sus ataques, tan rabiosos y valientes como siempre, y además este año era capaz de aguantar en el llano lo ganado cuesta arriba, corrigiendo un defecto que le quitó, entre otras cosas, un Mundial. Por no decir que a veces hasta lanzaba sus ataques ganadores a pendiente cero.
Gilbert ha ganado de febrero a septiembre, con sólo un par de lunares: Mundial y Lombardía. El primero se justifica con su recorrido plano y el segundo, con el estrés de una temporada difícilmente repetible. Ha ganado en grandes clásicas, semiclásicas, etapas de vueltas pequeñas, etapas de grandes vueltas, generales de vueltas pequeñas, pruebas contra el crono y hasta amenazó por momentos con hacer una buena general en un Tour en el que llegó a vestir de amarillo y a luchar el verde. Ha ganado el título honorífico de mejor ciclista de la temporada 2011.