No sorprende en exceso la noticia que aparecía a finales de la semana anterior en los medios acerca del salto de Alexander Vinokourov al panorama político en su país. Al parecer se encuentra entre los candidatos a las elecciones parlamentarias de Kazajistán que tendrán lugar a principios del año 2012. No es de extrañar, decía, por el carisma y popularidad que atesora Vino entre los suyos, para quienes se ha convertido en su mejor embajador en el mundo.
Alexander Vinokourov (1973) comenzó su andadura lejos de casa allá por el final de la década de los 90 en lo que era el recién nacido Ag2r. Su segundo año con los franceses en el que sobresale la general en Dauphiné y el enorme Tour realizado valía por un pase para el mítico Telekom. Con los alemanes supo hacerse un hueco en un equipo en el que nunca partió como principal jefe de filas. Allí hizo literalmente de todo: pódium en el Tour 2003, generales en Paris-Niza, Suiza, Vuelta a Alemania, victorias en GTs, y qué decir de las victorias en Amstel y en Lieja. Totalmente asentado y aspirante a todo, Vino quiso buscar el liderazgo y la estabilidad que nunca encontró con los de rosa en otro lado, en concreto en la estructura de Manolo Saiz, por entonces el Liberty-Seguros Würth. Bien, pues sucedió todo lo contrario. La Operación Puerto y las sospechas acerca de numerosos miembros de la estructura hicieron que Astana (capital de Kazajistán) tomase el relevo a Liberty-Seguros como patrocinador bien entrada la temporada tras la espantada de estos últimos. A modo de ejemplo no se les permitió tomar la salida en el Tour, prueba que nuestro protagonista se había marcado como objetivo del año. Extramotivado y no libre de sospechas en 2006 se acabaría haciendo con el Jersey Oro de la Vuelta a España, su mayor éxito en una GT. Un año más tarde sería suspendido por dopaje y apartado por su equipo al dar positivo por una transfusión de sangre homóloga durante una etapa del Tour, una TT que ganó con aplastante superioridad a todos sus rivales. Tras una noticia así que conmocionó a todo el panorama ciclista, Vinokourov estuvo fuera durante 2 años. Reapareció en agosto de 2009 con 36 años cuando muchos le daban por acabado para el deporte. En 2010 ganó en el Tour, en Lieja, ganó la general del Trentino e hizo sexto en el giro portando el rosa durante 3 días entre otros muchos puestos reseñables. Un tipo incombustible, un ganador, un ciclista con muchísimo coraje. Ya en 2011 cerró con una victoria en País Vasco y Romandía haciendo buenas generales tanto allí como en Dauphiné. Su temporada terminó con una terrible caída en el Tour tras la que anunció su retirada definitiva del ciclismo.
Nada más lejos de la realidad. Consciente de que sus puntos eran necesarios para que su equipo, y por ende su país estuviese presente en las mejores carreras compitiendo contra los mejores, el bueno de Vinokourov decide continuar en 2012. Está por ver hasta donde puede llegar, si puede compaginar la bici con el coche y con la política como parece que es su intención. Lo que se puede garantizar es sus ganas. Será protagonista en las Ardenas, en pruebas por etapas de primavera y preparatorias para el Tour y en el propio Tour, donde a falta de fuelle para el pódium seguro que regalará brega y grandes momentos para el aficionado. Vinokourov garantiza victorias, presencia y espectáculo, y por suerte lo hará al menos otro año más.
Siempre es complicado valorar a posteriori la aportación de un deportista que ha sido suspendido por dopaje. Vinokourov es uno de ellos, siempre rodeado por un aura extraño. Acabó sucumbiendo, pagó su factura y volvió. Aprendería la lección durante dos años de retiro que debieron ser eternos, lo pienso a juzgar por la actitud tras su regreso. Con cada ataque derrochaba litros de furia haciendo ese ciclismo tan pasional y tan popular, el de los valientes, el de aquellos hombres que siempre miran hacia delante. Como si de una carrera más se tratase Vino pensaba ya en 2012 en plena recuperación tras su caída en mitad de julio, pensando en los suyos más que en sí mismo. Su rendimiento en 2012 será una incógnita, pero su propio gesto antes de empezar la sesión ya lo honra, su compromiso es innegable, con los suyos y con su trabajo. Luces y sombras en una dilatadísima carrera pero una forma de ser sobre la bici característica, esa forma de correr en extinción lo ha hecho diferente y lo ha hecho grande. Lo echamos de menos cuando no estuvo y lo echaremos de menos cuando se marche.