La mala forma de Antón, la todavía muy cuestionable aptitud de Purito Rodríguez para las Grandes Vueltas, o la elección de calendario de Samuel Sánchez o Alberto Contador, fueron dejando, antes y durante la Vuelta, al nacional-periodismo sin un candidato patrio para la general de la Vuelta. Esto fue así hasta el día de Salamanca, donde la crono evidenció, otra vez, el tan severo hándicap que suele padecer el de Paret del Vallès en las rondas por etapas.
Fue un cántabro, o más bien su sencilla genialidad, la que volvió a situar en el mapa periodístico al ciclismo durante la más prestigiosa de las carreras locales. La Vuelta había dejado sin opciones a los españoles, pero la cabeza de Cobo, esa que tanto ha sido puesta como argumento de su errática carrera, se empeñó en volver a colocar en guardia a los medios generalistas. Medios que mucho antes habían rajado de su director, Joxean Fernández, de sus anteriores equipos y, por ende, de él mismo. Sin que eso sirva de óbice para nada, jaleado por los gritos de una afición que sí sabía quién era Juanjo Cobo, El Bisonte se colocó como outsider primero, en La Farrapona, y como líder después, en L´Angliru.
Fue ese día, cuando flanqueado por dos británicos, uno de nacimiento africano y otro un amante del brit pop, su rodillo hizo acabar en éxtasis una tremenda jornada de ciclismo con unos siete últimos kilómetros que pasarán a la historia. Allí, en la cima de la montaña astur, se puso al lado de José María Jiménez, Gilberto Simoni, Roberto Heras y Alberto Contador como vencedor en una de las montañas más duras jamás ascendidas en competición.
Su victoria en la etapa reina de la Vuelta, el único parcial del año para Cobo, fertilizó en su cabeza la idea y la posibilidad real de poder conseguir el triunfo de toda una carrera; la general de una Gran Vuelta. Tras los denodados intentos de Chris Froome por robar el rojo al líder de facto del Geox-TMC, tanto en Peña Cabarga como en El Vivero, el paseo por las calles de Madrid de un Cobo líder supuso la prueba de que, en L´Angliru, además de un momento mágico y para el recuerdo, el ahijado de Matxín consiguió la victoria que todo genio necesita para asentar un camino demasiado ondulado.
Gran momento para el ciclismo, para el deporte y para el aficionado. Perfecto Cepe.