Esos que marcan la diferencia entre una grandísima temporada, y una temporada insatisfactoria. Cancellara comenzaba el año, al igual que gran parte del antiguo CSC-Saxo Bank, con un cambio de aires: de Dinamarca al Gran Ducado de los hermanos Schleck, a un equipo que hasta poco antes de empezar la temporada ni siquiera tenía patrocinador y que sufrirá una fusión el año que viene con el Radioshack. Estos contratiempos parecían afectar a todo el equipo excepto a Cancellara, que afrontaba el año con ganas de ratificar su dominio en las clásicas del año pasado y que por su aproximación a ellas parecía encontrarse en el camino correcto: buenas actuaciones en las carreras de los jeques y en Montepaschi daban paso a la primera victoria del año en Tirreno.

La Classicissima era el primer gran objetivo del suizo este año, y a pesar de su magistral sprint tuvo que conformarse con un segundo puesto por detrás de Goss en una edición de las que hacen afición. Un gran puesto para cualquiera, pero para un megalómano como el suizo supuso una decepción. La temporada seguía, y comenzaba la aproximación a la campaña del norte con las semiclásicas de Flandes y Cancellara no dejó pasar la oportunidad de poner los puntos sobre las íes. En Harelbeke se marcaba una exhibición de las que marcan época, sacudiéndose a sus rivales de encima como si fuesen simples cicloturistas e infundiendo el miedo en los corazones de todos sus adversarios, lo cual se acabaría volviendo en contra del propio Espartaco los dos domingos siguientes.

Llegaba Flandes, y con todas las miradas puestas sobre él no defraudó; cuando Boonen se marchó en busca de no se sabe bien qué, Cancellara siguió su rueda y le remachó en una repecho marchando en busca de una victoria segura. Pero 2+2 no siempre son 4 en ciclismo, y antes del Muur sufría una mini-pájara que parecía acabar con sus opciones cuando Gilbert le dejaba tirado en el Bosberg. Pero no todo estaba dicho, y tirando de raza volvía a reintegrarse en el grupo donde a pesar de no escaquearse en ningún relevo volvía a encontrar las fuerzas para lanzar el movimiento ganador a cuatro kilómetros de meta, pero desgraciadamente no en solitario. Nuyens y Chavanel se agarraron como pudieron a su rueda, siendo la victoria en Ninove para el primero y quedando para Cancellara unicamente el premio de consolación del podio y el reconocimiento unánime de haber sido el más fuerte en carrera. Todavía quedaba el Infierno del Norte para buscar la redención, pero el catenaccio del Garmin-Cervélo y una inoportuna moto de la televisión volvían a dejarle con la sensación de ser el más fuerte en carrera y un insatisfactorio segundo puesto final.

La Amstel Gold Race sería su última parada antes de un merecidísimo descanso, pero la fortuna no estaba de su lado, y una caída tiraba por tierra todas sus opciones. Gilbert quedaba como el gran triunfador de la primavera, mientras que para el suizo solo quedaba el reconocimiento y puestos de honor, pero siendo incapaz de revalidar sus títulos en Flandes y Roubaix. La vuelta de su parón comenzaba bien, con victorias en Luxemburgo, Suiza (dos) y el campeonato nacional, pero en el Tour no pudo lograr una victoria ni en la primera etapa donde Gilbert le superó como un cohete ni en en su terreno natural, las cronos, donde Tony Martin certificó que le iba a poner las cosas muy difíciles en el Mundial. Se despedía de la ronda gala con un quinto puesto en los Campos Elíseos y empezaba la preparación para su otro gran objetivo del año, el campeonato del mundo, donde quería vestirse por primera vez de arcobaleno en la ruta.

Utilizó la Vuelta para prepararse, impulsando a su equipo a la victoria en la contrarreloj por equipos inaugural pero siendo otra vez incapaz de batir Martin en la crono individual. En el mundial contra el crono sucedió lo que se venía anunciando ya durante todo el año: Espartaco entregó ‘in situ‘ su corona en contrarreloj por primera vez desde el 2006 a la nueva figura de la especialidad venida desde Alemania. Aún le quedaba la ruta para terminar el año con buen sabor de boca, pero a pesar de su gran estado de forma el recorrido hacía imposible cualquier aventura en solitario, y a pesar de su grandísima volata tenía que conformarse con un cuarto puesto rozando el bronce.

Otra vez cerca de la victoria, otra vez incapaz de lograr el gran premio. Quedaban las clásicas de final de año, pero en una decisión poco comprensible decidió dar por concluido el año a pesar de su gran estado de forma y volver a dejar pasar la oportunidad de debutar Lombardía, que -ironías del destino- acabó ganando otro suizo del Leopard-Trek.

¿Qué queda después de este año? Parece que el trono en las cronos largas ha pasado definitivamente a Tony Martin, aunque el suizo sigue siendo el mejor prologuista del pelotón. Su nivel en clásicas sigue siendo superlativo, y volverá a encontrarse con la victoria el año que viene, pero si de verdad quiere pelear seriamente por los cinco monumentos debería prepararse de una vez por todas para Lieja y Lombardía el año que viene. El mundial será más selectivo que el de este año y es año olímpico, ganar una etapa en el Giro y vestir la maglia rosa (el año que viene el Giro comienza con un prólogo), alguna vuelta de una semana prestigiosa (París-Niza, Romandía,…), desde luego no le faltarán retos, solo falta que se mentalice seriamente y deje de hacer de gregario durante la mitad del calendario en una condición indigna para un corredor de su nivel.